Un Dios Salvaje – Pequeño Desastre Animal | La Cabecita

Durante el arresto policial que mantuvo a Polanski encerrado en su casa en Gstaad (Suiza) el realizador aprovecho para adaptar junto a Yasmina Reza, autora de la obra teatral Un Dios Salvaje, el salto de ésta a la pantalla. La obra de Reza es una de la más populares de los últimos años, en Madrid fue representada por Pere Ponce, Aitana Sánchez Gijón, Maribel Verdú y Antonio Molero y en Broadway donde se alzo con el Tony a mejor obra teatral por Jeff Daniels, James Gandolfini, Hope Davis y Marcia Gay Harden.

Mientras que aparecen los títulos de créditos vemos como un chaval “armado” con un palo le atiza al otro un golpe en la cara, ésta es la única vez que salimos al exterior hasta que vuelven a aparecer los créditos del final. Los padres de la víctima y del agresor se han reunido en la casa de los primeros para tomar un café y hablar sobre el asunto, lo que empieza siendo una reunión civilizada acaba convirtiéndose en toda una carnicería (tal y como reza el título original de la película) en la que los fluidos corporales, bolsos, móviles y tulipanes acaban volando al ritmo de gritos y alcohol.

Parece difícil pensar en un nombre mejor que el de Polanski para la adaptación de esta obra, no es la primera vez que el realizador polaco adapta una obra de teatro, ya lo hizo anteriormente con La Muerte y la Doncella o MacBeth. Pero sobre todo si algo caracteriza a Polanski es el juego y provecho que sabe sacar a los espacios pequeños y cerrados, desde sus apartamentos en Repulsión, El quimérico Inquilino y La Semilla del Diablo a más recientemente la casa de El Escritor. Pese a que prácticamente durante todo el metraje los cuatro protagonistas permanecen en el mismo lugar, Polanski con una sabia elección de planos y encuadres consigue hacer desaparecer toda la sensación de teatralidad que una película como ésta podría acarrear.

Cómo ocurría en El Ángel Exterminador de Buñuel, una extraña fuerza parece que hace imposible que los invitados puedan abandonar el piso, pese a la disposición a irse nada más comenzar la película, éstos permanecen dentro en todo momento, los ataques no comienzan desde el principio (“Los cuatro somos personas civilizadas” dice Michael al comienzo sin saber lo que se les avecina), si no que poco a poco la situación se va volviendo insostenible y aunque ya empieza a dejar atisbos y momentos bastante sangrantes, no es hasta el comienzo del segundo round, marcado por una divertida aunque esperada vomitona cuando los trastos no comienza a volar. Los papeles se cambian continuamente, lo que empieza a ser una lucha entre parejas, de repente se vuelve en maridos contra mujeres para virar poco a poco a un todos contra todos, el ritmo se va a acelerando en todo momento y las carcajadas son incesables, un cúmulo de situaciones histriónicas mezcladas con un guión brillante y divertidísimo, que va soltando perlas en cada frase que sueltan los protagonistas, y sobre todo un excelente timing cómico, hacen que sin darnos cuenta los escasos 80 minutos del metraje pasen por nuestros ojos sin apenas habernos percatado, cuando llega el momento Polanski sabe como tocar el gong final de una manera magistral, una última carcajada para cerrar una impecable obra maestra que funciona con una precisión casi mecánica.  

Un Dios Salvaje es sobre todo una película humanista, un viaje de no retorno hasta lo peor del ser humano, llevado a cabo con cuatro personajes fantásticos, que no atacan de forma gratuita si no por una corrosiva necesidad de defenderse desde sus impulsos más salvajes, y lo que es peor hace que el espectador sienta hasta normales cada una de sus (exageradas) reacciones. Es normal que el intento de civismo de Penelope se vea crispado ante el pasotismo de Alan que parece más bien poco interesado por lo que se está hablando y no deja de estar pegado a su teléfono móvil. Que el cóctel mortal de Nancy la haga explotar (literalmente) desde sus entrañas, y que Michael se sienta vulnerable y atacado hasta que por fin decide abrir la botella de whisky. Por supuesto su reparto funciona a las mil maravillas y aunque la mayor pega que se le puede poner es que parece difícil creernos a Jodie Foster junto a John C. Reilly en el momento que éste comienza a destapar su patetismo y mediocridad nos encaja a la perfección. Es de hecho Foster la que más sorprende con un histrionismo nada esperado, pero es Waltz el que se lleva la mejor parte del guión con el personaje más bestia de todo el guión al que el actor le aporta una malévola sonrisa y una forma de recitar sus frases casi susurradas al cuello de la camisa y una fantástica e impertérrita expresión de cinismo.

Polanski sorprende con una comedia de lo más divertida y con un don para ello que hace parecer que lleva toda la vida haciéndolo de la mano de Woody Allen. Un Dios Salvaje no sólo es divertidísima si no que es tan burra y salvaje como su propio título indica, una auténtica carnicería humana en el que los golpes y patadas van al ritmo de frases brillantes en un non-stop total. Polanski firma una de las películas más delirantes de los últimos años, sin lugar a dudas una nueva obra maestra que sumar a la filmografía del director polaco.

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