A pesar de su incuestionable fama para muchos los hermanos Farrelly nunca han sido grandes; no han trascendido por haber hecho buenas películas sino por su intolerancia y rebeldía. Sin embargo para otros Peter y Robert Farrelly son sinónimo de comedia tonta irresistible. Bien es cierto que algunos de sus primeros títulos plasmaron un estilo desenfadado que más tarde se convirtió en su sello de identidad pero los bodrios no pararon de llover, exceptuando Algo pasa con Mary, y muchos nos preguntamos el por qué de su éxito. Hacen el tipo de filme comercial que no va más allá de disfrute momentáneo, se basan en un torrente de gags que con el tiempo no hacen más que corroborar mi opinión acerca de ellos, su cine es pura redundancia que funciona unos minutos, lo demás es totalmente innecesario. Carta blanca supone el regreso de los hermanos a la pantalla grande tras Matrimonio compulsivo (2007) y Unhitched, una sitcom de 2008 que pasó sin pena ni gloria por la FOX y que mostraba su peculiar estilo, tan amado como odiado.
Hall Pass cuenta la historia de dos amigos que lamentan que el matrimonio les haya arruinado toda posibilidad de diversión, especialmente en lo que al sexo se refiere; sus esposas deciden entonces concederles un fin de semana libre, un paréntesis de libertad, en el que podrán desmadrarse todo lo que quieran, sin remordimientos ni explicaciones.
Los proyectos de los Farrelly siempre se han apoyado, además de en sus ya mencionados gags, en un reparto cuanto menos atractivo, buscan estrellas de la comedia que casi siempre están en la cumbre, que tienen gancho y atrapan al público. Comenzaron con Bill Murray y desde entonces por sus filmografía han pasado Cameron Díaz, Ben Stiller (varias veces), Jim Carrey, Jack Black y Drew Barrymore. En este nuevo trabajo contaban con un Owen Wilson en estado de gracia tras su andadura con Woody Allen por París y con un gran Jason Sudeikis. Pueden cambiar de protagonistas pero lo cierto es que sus películas siempre son iguales, Carta blanca parte de una premisa muy sencilla y el film se desarrolla con mucha previsibilidad, tiene sus buenos momentos, a destacar la escena en la que se comen los brownies rellenos de droga en el campo de golf, pero poco más, sucesión de gags que con el paso de los años han perdido la gracia. El dúo protagonista lo hace francamente bien, el filme no permite un gran lucimiento y sin embargo cumplen para no hacer de la película un despropósito sin fin, la química entre Wilson y Sudeikis queda patente.
Definitivamente el cine de los Farrelly pocas veces aporta algo nuevo al género pero han conseguido que sus nombres suenen con fuerza cuando se habla de comedia gruesa, puede servir para pasar un rato entretenido pero visto lo visto la innovación no va a llegar a sus mentes y seguiremos viendo las mismas películas proyecto tras proyecto, evidentemente los hermanos ya no deben contar con el apoyo de la crítica. Carta blanca reivindica su estilo, los Farrelly siguen fieles a su inconfundible personalidad.