Festival Atlántida – Generación (Parte I) | La Cabecita

The Here After

John regresa a su casa con su padre y su hermano después de pasar varios años en la cárcel tras cometer un terrible asesinato, ganándose de esta forma una segunda oportunidad. Pero el pueblo no olvida, haciendo que el joven John tenga que sobrevivir a la soledad y el linchamiento público, generándose un estado de incomodidad en aquellos sitios donde va.

Este es el hilo conductor de The Here After, debut del director  Magnus von Horn tras presentar sus cortometrajes, Echo, en el Festival de Sundance en 2010, y Without Snow, en el Festival de Locarno en 2011. Von Horn consigue introducirnos en un ambiente hostil a través de planos fijos con pausas alargadas, tomando como referencia al director alemán Michael Haneke. Sin embargo, a pesar de contarnos los sucesos que llevaron al pueblo a discriminar a John de forma subjetiva, da la impresión de faltar más información, detalles importantes para que la película sea más llevadera sin caer en el tedio de algunas escenas de la película. Sin caer de forma estrepitosa en el dramatismo fácil, The Here After supone una interesante propuesta en esta nueva edición del Atlántida Film Fest.

Texto de Jaime Fernández Meco

Brothers

Presentada y vendida como el Boyhood europeo y rodada durante ocho años, Brothers sigue y retrata la vida de dos hermanos noruegos a través de la atenta mirada de su madre, la cual dirige y maneja las cámaras durante todo el tiempo. Comenzando desde la infancia y finalizando cerca del clímax de la adolescencia, la película intenta reflejar los cambios que ocurren desde la inocencia de los primeros años de edad hasta los cercanos a la adultez. Utiliza en exceso la metáfora y posee un tono existencialista que, sin duda alguna, bebe en un gran porcentaje del cine de Terrence Malick, intentando imitar el detallismo del cineasta estadounidense con un montaje excesivamente detallista y falto de ritmo en muchos momentos.

Cabe destacar la humildad del propio proyecto, pero quizá la ambición de crearlo le ha venido demasiado grande. En momentos puntuales, la cinta atrapa e hipnotiza fruto de la belleza de algunas secuencias, pero el tiempo restante parece ser únicamente una gran secuencia de vídeos caseros bien editados en la sala de montaje y con alguna interesante pieza musical de adorno. De haber sido más sencilla, humilde y con un guion a mejor medida, podría haber sido una de las grandes cintas que el viejo continente ha dado últimamente.  

Texto de Gonzalo Aupi

Berserker

La imagen de una cabeza decapitada pegada a un volante con cinta americana y un escritor incapaz de desarrollar sus ideas y que se alimenta únicamente con patatas para poder llegar a fin de mes. Estos son los dos únicos elementos que necesita Berserkerpara formar un apasionante thriller de misterio alejado de cualquier canon habitual. Porque Pablo Hernandoperteneciente a esa generación de los Carlos Vermut que han tenido que abrirse paso gracias a su talento y a las donaciones de la gente, es capaz de armar un extraño neo-noir, mientras que en lugar de jugar con las claves del género, se para a reflexionar sobre todas ellas.

Así, Berseker no es una película sobre la investigación de un a priori tan fascinante caso: ¿por qué una chica aparente normal asesinaría a su novio de una manera tan atroz? Mientras que el thriller a la antigua usanza buscaría responder a esta pregunta, Hernando decide hacerse otra: ¿cómo se enfrenta un detective a una historia en la que debe rellenar el los huecos vacíos de la historias? Así, pese a su apariencia amateur en Berseker se encuentra una obra de estilo cuidado y escrita con inteligencia, que se pone a Fincher como principal referencia y consigue, no sólo ser la perfecta deconstrucción del cine de David Fincher, sino ser también una hábil reflexión acerca del género.

Texto de Juanma de Miguel

Bittersweet Days

La realizadora mallorquina Marga Melià debuta en el largometraje con Bittersweet Days, un retrato generacional que nos cuenta la historia de Julia, una joven que vive en Barcelona y que, con la marcha de su novio a Londres por temas laborales, dará la bienvenida a su piso a un holandés que se convertirá en todo un revulsivo en su vida. Ya desde la primera escena se nos deja claro el tono de la cinta, situándose en la dramedia indie de colores vivos y música buenrollera reclamando el protagonismo muy a menudo.

Bittersweet Days es una película que no funciona a prácticamente ningún nivel. La naturalidad que requería la historia, situada siempre en momentos cotidianos tanto en el piso como en distintos lugares de la ciudad catalana, se ve ahoga ante un guión repleto de diálogos poco creíbles que te sacan de la narración continuamente, brindando reflexiones universales que lejos de ser profundas parecen estar escritas con brocha gorda. La evolución de los personajes resulta inverosímil, y no ayuda que los actores, sobre todo en su trabajo vocal, parezcan de todo menos espontáneos. El discurso sobre la identidad sexual y el encontrar tu camino en la vida es interesante, pero la manera en la que están tratadas esas cuestiones es tan torpe y manida que lo que finalmente nos queda, durante una larga hora y cuarto, es una sucesión de escenas fallidas y secuencias con música que recuerdan más a videoclips o a anuncios que a lo que parecía necesitar esta película.

Todo en lo que 10.000 km o Stockholm acertaban, Bittersweet Days fracasa estrepitosamente.

Texto de Dani Cabo

Bang Gang

¡Viva el puritanismo!

Un servidor no recuerda ninguna película en la que su notoriedad – desatada en éste caso por sus polémicas escenas de sexo y su retrato del inconsciente y alocado sexo adolescente – vaya tan en contra, o sea tan opuesta al discurso que acaba proponiendo el propio filme. Y es que Bang Gang (Eva Husson, 2015) va del putón definitivo del instituto y acaba siendo más puritana y aleccionadora que cualquier teen movie que hayamos visto anteriormente.

El filme trata sobre un grupo de adolescentes (todos ellos de una belleza tan deslumbrante como irritante) que, quizás por amor o quizás por simple aburrimiento, empiezan un juego sexual llamado Gang Bang donde no se tienen en cuenta los peligros del sexo y se superan todos los límites del deseo y el erotismo.
Bang Gang es la obra de una directora que no entendió absolutamente nada sobre Kids (1995) del controvertido cineasta Larry Clark, que instauraba una especie de vitrina por la que el espectador asistía a ese maravilloso y sórdido devenir de sus protagonistas sin necesidad de voces ni figuras moralistas. Y es que lo mejor que le podría haber pasado a Bang Gang es que no hubiese habido ningún tipo de intención por parte de la directora de dotar a sus personajes de un penoso fondo emocional tan plano como cualquier filtro de Instagram, no otorgarles a cada uno de ellos una voz personal que ni interesa y que aparece cuando les da la gana, o no haber intentado encubrir una floja historia de amor aludiendo al homogéneo y estúpido retrato generacional que aquí se nos vende.  

Una película que lamentablemente, en la generación Tumblr en la que vivimos, devendrá fácilmente de culto y ocupará muchas de las fotos de portada de nuestros amigos más jóvenes (y estúpidos) de Facebook.

Texto de Joan Pàmies