OSCARS 2019: Un paso atrás y mal, todo mal | La Cabecita

La audiencia ha crecido considerablemente ¿pero a qué precio?

A riesgo de escribir algo que se parezca a todo aquello que hayáis podido leer sobre la ceremonia número 91 de los Oscars de la Academia, empezaré por destacar que estos premios son como muchas otras cosas en la vida, algo que se disfruta más cuanto menos se piensa con la cabeza y más con el corazón. Pero aquí corazón hubo poco, por no decir ninguno.

Mi pasión confesa por los Oscars viene desde antes incluso de saber que era cinéfilo. En 1994 la portada de la revista de la programación de Canal+ venía protagonizada por la película El piano (Jane Campion, 1993) con un rótulo “tres mujeres y tres Oscars, descubre una de las triunfadoras de los Oscar de este año que ha hecho Historia”, para cuando había terminado de leer esa frase ya estaba irremediablemente obsesionado con estos premios sin ni siquiera saberlo. Desde entonces y gracias a la suerte que me otorgó la clase media de mi familia, pude iniciarme desde muy joven en la maquinaria de los premios más importantes del mundo y de un cine que de no ser por el privilegio del decodificador de Canal+  jamás hubiese sido accesible para mí. Con casi si 25 años de ceremonias a mis espaldas, no me tiembla el pulso al escribir que la gala de este año ha sido con mucha diferencia la más aburrida y “conservadora” que recuerdo.

No se puede tratar de continuar una tradición que representa la emisión no deportiva más vista por la televisión de Estados Unidos (y gran parte del resto del mundo) faltando el respeto a los principios básicos de tal institución. Una entrega de premios tiene que tener un presentador, un maestro de ceremonias que transmita alguna sensación no generada por un altavoz y que nos recuerde que los Oscars son una fiesta, una celebración del cine mundial a la que a mi me gusta referirme como “una gran pachanga” y no como a una rueda de prensa en la que se entregan premios. Partiendo de esa base los Oscars 2019 lo han hecho todo mal. No ha habido presentador, ni tan siquiera la intención de usar a alguno de los entregadores de premios como gancho para mantener despierta a la audiencia. Han desaprovechado cualquier oportunidad de jugar en favor de la narrativa del cine y de hacer Historia. Barbra Streisand presentando el clip de Infiltrados en el KKKlan de Spike Lee y la deportista Serena Williams presentado el de Ha nacido una estrella ¿en serio nadie cayó en la cuenta de que tendría mucho más sentido intercambiado las presentaciones? Esto ocurrió segundos después de que Lady Gaga ganase el Oscar a la mejor canción por “Shallow” de Ha nacido una estrella. Mismo premio, misma película y misma categoría que ganó Barbra hace 43 años ¿de verdad nadie, NADIE pensó en esa reunión de guionistas que lo que tenía más sentido era que Barbra Streisand entregase ese premio como relevo generacional a su “imitadora” oficial? Es que sinceramente todo les ha dado completamente igual.

Si había dos cosas claras en cuanto a la narrativa de estos Oscars era que habría mucha presencia mainstream véase Bohemian Rhapsody, Black Panther o incluso Ha nacido una estrella, como principal reclamo y que habría lugar al menos para una «Standing Ovation» al Oscar y la carrera de Glenn Close, quien a sus 71 años llegaba a su séptima nominación como principal favorita y con la total seguridad de que este era su año y el Oscar que se le debía. Pero en una ceremonia en la que todos y cada uno de los premios fueron los mismos que sabíamos desde hacía casi dos meses, la Academia optó por dar la sorpresa en la categoría de mejor actriz, otorgando el premio a la británica Olivia Colman por su impresionante encarnación de la Reina Ana en La favorita, un título que paradójicamente recaía en la veterana Glenn Close. No exagero cuando digo que lo que hace Oliva es de lejos la mejor interpretación femenina del año, pero tampoco lo hago cuando os digo que no pude dormir esta madrugada después de ver la humillación social a la que fue expuesta en primera línea de patio de butacas Glenn Close. Su gesto de perdedora es exactamente igual que la reacción que tenía en la película La buena esposa mientras veía ganar el Premio Nobel a su marido. Glenn fue vestida de ganadora, fue con un discurso mega aprendido y con la total seguridad de que la extenuación de esta carrera en la que se ha dejado literalmente la piel, le había merecido la pena, pero no Glenn, esta vez la Academia ha decidido ser justa e imparcial en la única categoría en la que a nadie le importaba que no lo fuese.

 

Estos Oscars que han decido empezar la gala con una actuación que los Mtv conocen como “Special Presentation” con la banda Queen + Adam Lambert haciendo o intentando las veces y las voces de Freddie Mercury cual gala de premios musicales de segunda, han dejado escapar cualquier razón para mantener despierta a su audiencia. Ni los Vengadores aparecieron para presentar un bloque de premios tal y como se llevaba rumoreando desde hace meses, ni Whoopi Goldberg apareció como presentadora sorpresa. En su lugar lo que tuvimos fue un sin fin de entregadores de premios de múltiples etnias y razas para recordar al mundo que la Academia es tonta y clasista pero no racista. Las rebajas empezaron en unos Oscars en los que resultaba asombrosamente difícil adivinar quienes eran los entregadores que por el escenario aparecían. El único rastro de lo que un día fueron los Oscars se reservó para el último premio de la noche, el de mejor película que presentaría una leyenda viva como es Julia Roberts y que tuvo que entregar el premio a una película tan antigua como Green Book, que hasta en los 90 hubiese resultado una ganadora conservadora.

Lo demás fue una épica actuación a cargo de Lady Gaga y Bradley Cooper en “Shallow”, que nos recordó que era la mejor canción del año y que si hubiera una categoría en los Oscars a la mejor pareja sobre un escenario ellos se hubieran llevado  hasta el Nobel de química. Ha nacido una estrella merecía más, mucho más, pero aún así ellos fueron mucho más generosos que la Academia y nos regalaron el único momento destacable de una gala de 3 horas que pareció que duró tres días.