Hace veintiún años, un genio nos invitó a atravesar las puertas de Jurassic Park. Corría el año 1997 cuando el parque abrió sus puertas por primera vez. Y, desde entonces, somos muchos los que recordamos en nuestra memoria cinéfila con mucho cariño las ingentes cantidades de adrenalina que liberamos mientras la vida se abría camino y dos adolescentes huían de los mayores depredadores que han pisado nuestro planeta.
Steven Spielberg abrió entonces un nuevo capítulo en el cine de aventuras. Una nueva página que se inscribió de lleno en el subconsciente colectivo y que, a día de hoy, continua concibiéndose como uno de los grandes hitos cinematográficos de finales del pasado Siglo.
Y más de dos décadas después, asistimos ante el Reíno Caído. Una película que no es más que una consecuencia de las idas y venidas de la saga, un intento asfixiante por resucitar algo que ni de lejos recordaba a lo que en su día fue la primera película de la saga.
Después del pobre intento por parte de Colin Trevorrow de intentar hacer renacer el mundo de John Hammond e Ingen, las expectativas sobre el leit motiv del Reíno Caído eran sumamente altas. Y más aún después de la noticia de que J.A. Bayona se situaría tras las cámaras.
En esta ocasión, los dinosaurios se enfrentan, paradójica e igualmente que sus antepasados, a la extinción. Debido al despertar del volcán de la Isla Nublar y el desastroso resultado de Jurassic World como atracción mundial, los dinosaurios son abandonados allí y, los protagonistas de la anterior película, se verán en la obligación moral y emocional de rescatarlos. Quizás la idea es original y podría haberse desarrollado de mejor forma, de no ser por el nefasto y desastroso libreto de Trevorrow. Un guion absolutamente infantil, en el que no se denota ningún tipo de esfuerzo por dar algo de profundidad narrativa en pro de compensar los anteriores fallos de la saga.
En cuanto a la dirección, Bayona decide dar rienda suelta a sus mejores dotes tras las cámaras (muestra de ello es la impresionante secuencia inicial), dando lugar a grandes momentos que acarician esa nostalgia latente y esperanzada de todos los que crecimos con el nuevo mundo que creó Spielberg, pero no es suficiente para poder tapar los agujeros de una historia que se cae por sí sola: Demasiadas historias inconexas, un pobre desarrollo de los personajes, la misma polarización del ser humano (el filántropo y el capitalista extremo)… De alguna forma se denota un poderoso interés por parte de Bayona de homenajear la primera película, de situar al espectador ante el temor de los dinosaurios, pero todo se queda en meros espejismos. En ecos de un ejercicio cinematográfico que podría haber sido infinitamente mejor.
Para bien o para mal, parece que la saga de Jurassic Park (ahora rebautizada como Jurassic World) está condenada a la extinción, al igual que sus protagonistas. Pues, por muchas más películas que aparezcan bajo este nombre, cada vez queda más lejano aquél rugido del Rex. La vida continuará abriéndose camino, pero jamás volverá a hacerlo de la misma forma.
Título original: Jurassic World: Fallen Kingdom Director: J. A. Bayona Guion: Colin Trevorrow, Derek Connolly Música: Michael Giacchino Fotografía: Óscar Faura Reparto: Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, James Cromwell, Rafe Spall, Toby Jones, Justice Smith, Daniella Pineda, Ted Levine, Geraldine Chaplin, Jeff Goldblum, B.D. Wong Distribuidora: Universal Pictures