Creative Control es la segunda obra de Benjamin Dickinson y la que más éxito y reconocimiento ha tenido hasta el momento. La película se sumerge en una especie de futuro indeterminado que nos lleva ante los dilemas de la tecnología, del avance de ésta y de la relación humana con tal progreso. Dickinson acaba formando una masa informe sobre los tiempos modernos que acaba resultando en una sucesión de golpes similares a los que sufre Charles Chaplin al probar aquella moderna y confusa máquina nueva que llevan a la empresa donde él trabaja.
Por una parte, entiendo su proposición como pura ambigüedad, no queriendo definir el campo en el que se sitúa primordialmente (la progresión tecnológica que es progresión en cuanto su semejanza a las características humanas: su emulación, su simulación, su comprensión, la copia) en términos éticos, ni, mucho menos, en términos de distopia/utopía, lo cual hace surgir su costado más analítico. El problema de este “método”, si se quiere llamar así, son los valores que conlleva. Nombra y presenta todas las posibles divisiones, pero olvida el camino hacia ellas.
Voy a profundizar en aquello posteriormente, pero lo importante es entender que se producen una serie de dualidades, de confrontaciones, una más obvia que la otra, y realizando, en múltiples ocasiones, el famoso juego de la “oposición invisible”, aquel parangón opuesto a lo enseñado que ya no se sitúa fuera de campo, que ya no es una oposición real en el marco del filme, sino que es producto del prejuicio (Si X es comprendido, en un sentido popular o en un sentido de sesgo cognitivo, como contrario o alternativo a Y, hace falta mostrar a X y solo a X para entender que se posiciona en las antípodas de Y). Estas dualidades son, por ejemplo, la frialdad del protagonista en oposición a ciertas “virtudes” como la empatía o la generosidad, producto de otra dualidad como la sociedad capitalista y alienada en contra de una sociedad provista de más “virtudes” como la afabilidad y comunión, como también aquella dualidad en las que estas dualidades conectan, como la tecnología, representando ese lado frío y egocéntrico, contra la realidad, la cual, al verse descuidada, se pierden los valores que ésta es capaz de impartir. Se esté de acuerdo o no con estas dualidades y se piense o no que son simplistas (quien ahora escribe lo piensa), es inevitable observar la presencia de estas oposiciones en el film.
No es que las dualidades o la reducción de “las reglas del juego” a dos sea una operación simplista en sí misma, pero sí lo puede ser el desarrollo de ese proceso o el camino tomado por éste. Es cierto que, como ya se ha dicho en referencia a Creative Control, se producen unas múltiples ironías en esas capas que la película presenta, pero, ¿Qué es esa virtud acuñada a la ironía como salvadora de los procesos simplistas? Que Dickinson quiera representar “irónicamente” (término cada vez más abstraído) aquellos personajes estereotipo, incluso los estereotipos de las dualidades, no salva que su caminar hacia ellos rescate el vicio de la simplicidad o, peor vicio, aquel que asume y no pregunta. Dickinson utiliza un supuesto humor subterráneo para confundir aún más lo que obviamente no está claro, pero el desea presentar como claro, olvidando cuestionar lo que presenta. Se ha llegado a confundir gravemente la ambigüedad con el proceso de reflexionar, de preguntar.
No entiendo la idea de que con el alejamiento de lo tratado, en un sentido más conceptual, se alcance de manera más “objetiva” esa pretensión analítica que resultará en la verdad de lo observado. La veo válida como visión, pero, ¿Se la cuestiona? Y no es un cuestionar en cuanto a “desmitificarla”, es un cuestionar concerniente a la pregunta, a descubrir las razones que guían a los puntos de vista. Es por ello que la comparación con Antonioni, la cual se ha realizado bastante respecto a esta obra de Dickinson, falla, al menos en principio. En el director italiano se da un movimiento, aquello que va y vuelve, aquello prometeíco, donde hay alejamiento pero luego acercamiento, donde hay análisis, pero también empatía, donde hay tensión, pero también revelación. En Antonioni hay movimiento, un movimiento no sé si fílmico, pero sí aquel que permite la dualidad al mismo tiempo que se pregunta por ella.
El fallo de Creative Control reside, justamente, en su operación de crear, no tanto en la creación finalizada. Trata de la alienación alienándose a sí misma al no poseer curiosidad, al no haber misterio (ni siquiera lo hay en el pobre juego de “realidad en blanco y negro y tecnología en color”). Por lo demás, se enmarca en el ya famoso cine “independiente” contemporáneo norteamericano que tanto ha luchado por descubrir los entresijos más desagradables de la cotidianidad del nuevo milenio, olvidando por el camino demasiadas virtudes que este arte ha demostrado ser posible de representar.
ítulo original: Crative Control Director: Benjamin Dickinson Guión: Micah Bloomberg, Benjamin Dickinson Música: Drazen Bosnjak Fotografía: Adam Newport-Berra Reparto: Benjamin Dickinson, Nora Zehetner, Dan Gill, Meredith Hagner, Gavin McInnes, Jay Eisenberg, Sonja O’Hara, Jessica Blank, Austin Ku, Reggie Watts, H. Jon Benjamin, Alexia Rasmussen Distribuidora: Festival Films Fecha de estreno: 20/10/2017