Resulta difícil afrontar el comentario de una película como Silencio debido a la magnitud de un proyecto que su responsable, Martin Scorsese, lleva queriendo hacer a lo largo de décadas. Su nueva obra, que rompe por completo con el tono desenfadado y ritmo desenfrenado de El lobo de Wall Street, nos cuenta la historia de dos jesuitas portugueses, Rodrigues y Garrpe, que viajan al Japón feudal en busca del Padre Ferreira, un misionero que aparentemente está preso bajo las garras de un país que se niega a adoptar el cristianismo.
Podríamos dividir el relato en dos: la primera parte, condensada en un viaje a través de aquellas tierras lejanas en las que nos introducimos junto a los dos jesuitas, descubriendo la situación de la gente que lucha por sobrevivir, las pequeñas poblaciones que sí abrazan la mencionada religión occidental, todo bajo la manta de la grandiosas de paisajes repletos de naturaleza, de lluvia y de barro; y luego está la segunda parte, más dilatada en el tiempo y con la separación de los dos extranjeros, que nos sumerge de forma más profunda ya no solo en las consideraciones de los poderosos y en la fragilidad de la voluntad humana (con distintas traiciones de por medio), sino también en la psicología del personaje protagonista, Rodrigues, que encapsulado en esa atmósfera de extrañeza e impotencia empezará a cuestionarse incluso la existencia de aquello a lo que ha entregado su vida. Así, contamos con una primera hora más centrada en la “aventura”, sirvan las comillas para relativizar el término, y con el resto del metraje virando cada vez más hacia la introspección y el discurso sobre la fe.
No creo que pille por sorpresa a nadie la postura de Scorsese respecto a los temas que trata la película; su educación católica le delata, para bien o para mal, y algunos temas desarrollados en la mencionada segunda mitad, como la propia existencia de Dios, son resueltos con la postura del creyente convencido e, incluso, con un recurso algo ridículo y poco coherente que no definiré por no destripar nada, que apunta a que sí, hay alguien allí arriba velando para que se haga el Bien. Aunque realmente, a pesar de ser un espectador que no cree en Dios, no considero que dicha postura perjudique a la película; tampoco la beneficia, supongo que es cuestión del punto de vista, pero el caso es que está ahí y, sobre todo en el tramo final y en el plano que cierra el filme, queda resumida la lente por la que se está narrando esta historia.
Más allá del relato, lo más destacable de Silencio es la mano que tiene Scorsese para dirigir, en algunos momentos con absoluta maestría. Se sirve de los bellos y húmedos paisajes para componer algunos planos de tremenda belleza, al igual que utiliza los elementos naturales para narrar algunas escenas de una tensión que se alarga en el tiempo gracias a un montaje que aboga por planos sostenidos de duración considerable (destacar el momento con las cruces y las olas, por ejemplo). O cómo utiliza elementos como los barrotes de una jaula para reencuadrar a personajes y narrar escenas mediante travelling laterales, en un ejercicio de contención y sutileza que concuerda con el espíritu de la narración. Por eso señalaba al inicio que estamos ante una obra antónima a El lobo de Wall Street, siendo Silencio una película pausada, que parece beber del ritmo de cierto cine japonés al que Scorsese homenajea (especialmente en la segunda mitad) y con el que se funde. Además, cuenta con unas interpretaciones comedidas por parte de unos Adam Driver y Liam Neeson que se les echa algo de menos en buena parte de la película, especialmente al primero, que parecía que iba a ser co-protagonista y no ha sido así, y sobre todo un genial Andrew Garfield, protagonista absoluto, que se echa la cinta a las espaldas en más de una ocasión.
El principal problema de Silencio es, como ocurre en otras obras de la filmografía de Scorsese, su duración. Las dos horas y cuarenta minutos bien podrían haber sido menos; se entiende el metraje tan extendido ya que se narra la evolución psicológica de una personaje, pero en su tramo final se notan signos de desidia, como si ya supiéramos lo que nos va a contar y tuviéramos que presenciarlo durante media hora, larga, pesada, densa no por lo que cuenta, totalmente accesible, sino por cómo lo cuenta, con una lentitud que, a esas alturas de la narración, solo parece dañar al resultado final. En el momento en el que estoy escribiendo estas líneas no concuerdo en que Silencio sea una obra maestra, como ya he leído por ahí, pero sí una película contundente y enorme que, por lo menos para mí, es difícil deconstruir tan rápido y sin más visionados; por lo tanto, y dicéndolo como una característica positiva, estamos ante un filme que necesita reflexión y revisitaciones. Las tendrá.
Título original: Silence Director: Martin Scorsese Guión: Jay Cocks, Martin Scorsese Música: Kim Allen Kluge, Kathryn Kluge. Fotografía: Rodrigo Prieto Reparto: Andrew Garfield, Adam Driver, Liam Neeson, Ciarán Hinds, Tadanobu Asano,Shin’ya Tsukamoto, Ryô Kase, Sabu (AKA Hiroyuki Tanaka) Distribuidora: DeAplaneta Fecha de estreno: 06/01/2017