Una nave espacial se dirige a la colonia de un planeta lejano en lo que resulta ser un viaje de cientos de años en el que tanto los pasajeros como la propia tripulación son inducidos en un sueño que les hace no envejecer con tal de llegar en perfectas condiciones a su destino. Sin embargo, tras el tremendo impacto de una tormenta de asteroides, la nave sufre un inexplicable error y despierta a uno de los pasajeros, Jim Preston, que pronto empezará a agotar las posibilidades que las instalaciones le pueden ofrecer y a cansarse de estar solo, momento en el que entra en juego Aurora Lane, una escritora que empezará a entablecer una relación con Jim.
Passengers es una película tremendamente frustrante por la continua sensación de que cuenta con un material interesante en su punto de partida pero que a medida que avanza lo lleva por unos senderos manidos y manoseados. En los primeros compases se plantea una dinámica de náufrago en el espacio, aunque pasando rápidamente del drama que supone el conocimiento de la situación por parte del personaje a la pura comedia, territorio en el que Chris Pratt se maneja bien a pesar de que, de nuevo, vuelve a estar en el mismo registro de los últimos años. Este arranque funciona principalmente por dos cosas: la efectiva representación de la nave y sus diferentes zonas, y la sensación de expectativa ante la promesa de que en algún momento tiene que ocurrir el giro que meta en el juego al personaje de Jennifer Lawrence, que desarrolla una interpretación solvente y más compleja que la de su compañero de reparto.
Sin embargo, una vez aparece ella, la película se empieza a convertir en una historia romántica como tantas hemos visto y con prácticamente ningún punto a destacar. Ellos dos tienen química, pero no se ven respaldados por un guion sólido, sino por uno que no solo recorre caminos conocidos sino que desarrolla a los personajes de la forma más obvia posible, con diálogos bochornosos y un uso gratuito del androide camarero de la nave, Michael Sheen, como factor para hacer avanzar, o explotar, el conflicto. Todo parece avanzar a trompicones, incluida la aparición de Laurence Fishburne, cuyo personaje solo sirve, de nuevo, como complemento y se intenta crear un drama ridículo a raíz de su destino final que no te acaba importando porque no lo han desarrollado lo más mínimo.
En términos formales es muy sosa, con una dirección casi rutinaria de un Mortem Tyldum que no parece tener muy claro qué hace dirigiendo esto; no es que en sus anteriores películas demostrara ser un realizador con personalidad, pero si había algún resquicio de ella aquí se pierde definitivamente en una cinta falta de pulso, de carisma y de cariño. Lo mismo ocurre con la fotografía de Rodrigo Prieto, encargado del look visual de filmes como Brokeback Mountain o la nueva de Scorsese, Silencio, y que aquí no consigue brillar en nada; o bueno, quizá brillar demasiado, con esa luz plana que le aporta a la nave un tono tan blanquecino como insípido. Y es que en general Passengers se podría definir así, como una película sosa, tan previsible que se acaba haciendo aburrida y que no sabe utilizar sus referentes (desde Sunshine a Marte, pasando por Gravity) para llegar a algo genuino o, al menos, solvente. Otro ejemplo más en un año desastroso para las grandes producciones estadounidenses.
Título original: Passengers Director: Morten Tyldum Guión: Jon Spaihts Música: Thomas Newman Fotografía: Rodrigo Prieto Reparto: Jennifer Lawrence, Chris Pratt, Michael Sheen, Laurence Fishburne, Andy Garcia,Inder Kumar Distribuidora: Sony Pictures Fecha de estreno: 30/12/2016