Nicolas Winding Refn y Drive; Cary Joji Fukunaga y True Detective; y Denis Villeneuve y su díptico Prisioneros-Sicario. Sin duda alguna, estos son algunos de los trabajos «de encargo» más fascinantes de los últimos años. En el caso que hoy nos ocupa, el de Villeneuve, no sólo se ha consagrado como uno de los directores de encargo con más talento del panorama actual, sino que demuestra la gran cantidad de registros que tiene. Pasando por un thriller de atmósfera Fincheriana, como lo fue Prisioneros, a una obra críptica en la que convivían Cronenberg y Lynch, como lo fue Enemy. Con Sicario, amplía ese abanico y se acerca a una cinta sin paragón alguno, que contiene algún que otro paralelismo con la electrizante ‘La noche más oscura’, pero que posee un lenguaje propio.
Villeneuve sitúa su narración en el límite desbordante de una frontera multifuncional (lingüística, ética, moral…). En Sicario, no tiene cabida el maniqueísmo. A pesar de que su relato habla sobre la guerra del narcotráfico, la verdadera guerra está subyacente, y es la de los intereses. Bajo la perspectiva del personaje de Emily Blunt, su incertidumbre se contagia. No se posiciona en ningún lado, simplemente experimenta la situación de ambos bandos, mientras se va adentrando en tierra de lobos. Además, el director quebequés utiliza a ese personaje de una manera inteligente –y también de una forma un tanto tramposa, todo hay que decirlo– al convertirlo en una mera herramienta complementaria para el desarrollo del personaje de Benicio del Toro, que termina adquiriendo una gran profundidad y una gran repercusión en la trama. Podríamos decir que él es el verdadero protagonista. El rol de Josh Brolin termina siendo circunstancial, aunque realiza un trabajo muy solvente.
Con una grandiosa fotografía asfixiante de Roger Deakins (en la que vuelve a mostrarnos sus maravillosos contraluces), la película convive con un atmósfera árida, individualizando a Emily Blunt, sumergiéndola en un territorio podrido y corrupto.
Sorprende el cambio de registro de Jóhann Jóhannsson. Si en la anterior colaboración con Villeneuve, Prisioneros, compuso una melodía melancólica, pesimista y totalmente desesperanzadora, que acompañaba a la película en su totalidad, variando según el curso del relato, en Sicario hace un proceso similar, pero se apoya en sintetizadores para crear una potentísima banda sonora, que resulta ser un maravilloso refuerzo para el director canadiense.
Su final es tremendamente inquietante. La obra adquiere un carácter elíptico, nos muestra la turbadora y peligrosa reiteración de la figura a la que da título la película a lo largo de los años. Algo que está destinado a existir para la eternidad.
Desde su concepción narrativa, Sicario es un thriller atípico. Villeneuve demuestra el nervio que tiene en secuencias milimetradas y perfectamente orquestadas, como en la de ciudad de Juárez. Sólo queda una pregunta por plantearse y trata sobre el futuro de este talentoso director. Ya hemos visto su capacidad para amoldarse a guiones con distintas temáticas y requisitos. ¿Será capaz de salir invicto del reto que supone la secuela de Blade Runner? Supondrá un punto de inflexión decisivo para su carrera. A nivel personal, y viendo que volverá a tener el inconmensurable talento de Deakins en sus manos, decido confiar en él. No me falles, Denis.
Crítica escrita por Brian Garrido
Ficha técnica:
Título original: Sicario Director: Denis Villeneuve Guión: Taylor Sheridan Música: Jóhann Jóhannsson Fotografía: Eduardo Serra Reparto: Distribuidora: eOne Fecha de estreno: 13/11/15