Debido a la complejidad de la propia película y el simbolismo que tienen muchas de sus escenas he considerado interesante hablar de partes concretas de ella así que no recomiendo leerla si no se ha visto todavía la película.
El género de ciencia ficción ha estado marcadamente dividido a lo largo de la historia del cine pero no fue hasta la segunda mitad del siglo XX cuando la ciencia ficción tal y como la conocemos ahora explotó en múltiples frentes y subgéneros: Solaris, Blade Runner, Alien, El Muelle, Star Wars (si se le puede considerar ciencia ficción) y… 2001: Una odisea del espacio.
Nacida en una década en la que la ciencia ficción moderna estaba dando sus primeras pataditas, 2001, junto a títulos como Farenheit 451 o El planeta de los simios abanderaría un cambio que se vería completado en las prolíficas décadas de los 70 y los 80. Pero hasta llegar a esa época de consolidación fue necesaria la reunión de talentos mayúsculos para evolucionar un género ni mucho menos malo pero sí poco reconocido y bastante estancado.
Centrándonos ya en 2001: Una odisea del espacio, fue necesaria la unión de uno de los mejores directores de cine de la historia, un Stanley Kubrick pletórico que venía de dirigir ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú y Arthur C. Clarke, uno de los grandes novelistas de ciencia ficción que aparecieron a mitad del siglo X. Clarke partió de su cuento corto, El centinela para posteriormente escribir tanto la novela de 2001: Una odisea del espacio como el propio guión de la película junto a Stanley Kubrick.
2001: Una odisea del espacio está dividida en 4 actos claramente diferenciados y aunque los dos últimos comparten protagonista no se la puede considerar una película de actores, quizá ni una película coral sino una experiencia casi puramente visual y vital. En ella recorremos la evolución del ser humano desde sus antepasados homínidos hasta el futuro más incierto orquestada por una inteligencia extraterrestre superior.
En el primer acto de los cuatro, mi favorito por el mito que ha creado y su simbolismo, un grupo de primates con serias dificultades para sobrevivir quedarán marcados por la aparición de un enigmático monolito negro que provocará la evolución de sus cerebros permitiéndoles utilizar herramientas primitivas para defenderse y cazar, sobrevivir y evolucionar en el tiempo hasta lo que somos hoy. Toda esta secuencia de 18 minutos de duración es una de los mejores ejemplos de lo que debe ser el cine mudo que se han rodado nunca, todo está meridianamente explicado con el simple uso de la imagen y la atronadora partitura de Así habló Zaratustra.
La música y el sonido son un componente importantísimo en 2001: Una odisea del espacio. Junta a la ya mencionada pieza de Richard Strauss hay que añadir, entre otras, el Danubio Azul de Johann Strauss hijo que acompaña multitud de escenas como la del ataque de la lanzadera en la estación espacial en la que la nave coordina su rotación con la de la propia estación creando una especie de danza entre ambos elementos de una belleza arrebatadora. Los montajes musicales se suceden durante toda el metraje de forma muy armónica. Sin embargo, el silencio es también protagonista en la película. Stanley Kubrick siempre deseó que su película fuera lo más exacta posible a la realidad y tanto la gravedad como el sonido o la ausencia de él en el vacío están representados de forma muy fidedigna, o al menos lo más fidedigna posible con los medios de la época a como son en la realidad. Quizá con el cine de efectos digitales que vivimos ahora (cine de rayos y truenos que lo calificaría cierto crítico cinematográfico de renombre) y más aún con el recuerdo de Gravity tan cercano en el tiempo, las escenas de astronautas en el espacio ubicadas en el tercer acto de la cinta (la nave que se dirige a Júpiter) no sean muy impactantes pero su efecto en el espectador se mantiene intacto al día del estreno transmitiendo el miedo y la soledad de los paseos espaciales.
Ese miedo está representado además en ese tramo de la cinta por la figura de HAL 9000. HAL es una supercomputadora con conciencia que asiste a los astronautas en su periplo hacia Júpiter realizando labores de mantenimiento, asesorando y, en definitiva, velando porque la misión llegue a buen puerto. Y es ese interés por velar por el futuro de la misión, que es casi una necesidad debido a la programación de HAL, lo que provocará que el ordenador, infalible en palabras de sus creadores, falle de forma catastrófica. Este es otro de los puntos más importantes de la película, el análisis del comportamiento de una inteligencia artificial como es HAL en una situación límite para su lógica interna. Kubrick sabe evolucionar la propia secuencia de la nave desde una relativa calma en la que todos los astronautas realizan sus labores rutinarias sin mayores sobresaltos hasta un clima de tensión casi asfixiante con el que finaliza todo el acto, un clima que avanza de acuerdo a la evolución de la “locura” de HAL 9000. Y toda esta evolución es también una evolución visual en la que se pasa de la luminosidad y amplitud de la sala principal de la nave, esa suerte de rueda para hámster que rota para crear gravedad artificial y que, en cierto modo, sirve de metáfora de la propia situación de los astronautas, a los pasillos estrechos y bajos, rodados en esa perspectiva en punto de fuga central tan propia de Kubrick y a los interiores de las enanas cápsulas de mantenimiento. Este desarrollo lleva al espectador hasta la claustrofobia que sienten los propios astronautas y que es acrecentada por la voz de HAL, doblado por Douglas Rain de forma magistral (no nos hacemos responsables del resultado de los doblajes en la versión en castellano) hasta llegar a crear escenas de puro terror. Realmente 2001: Una odisea del espacio es la primera película que consiguió mostrar el espacio tal y como es, un lugar terrorífico. Es imposible no recordar el momento en el que HAL prohíbe entrar de nuevo a la nave al astronauta protagonista, Dave con la ya mítica frase “I’m sorry Dave, I´m afraid I can’t do that”, momento que confirma el temor del astronauta: HAL ha enloquecido.
El inevitable fin de HAL y clímax de este acto es una de las escenas más hermosas y extrañas que ha dirigido Kubrick. En ella, mientras Dave le desactiva, HAL se retrotrae al pasado y canta una canción que le enseñó su creador. HAL, la supercomputadora, se transforma en algo casi humano contradiciendo la propia narración de la película que no es más que la evolución de la humanidad. Aquí HAL de algún modo involuciona desde una supuesta perfección hasta su propio origen, donde no es más que el resultado del trabajo de un humano. Nunca el primer plano de una cámara, un objeto inerte, pues el “ojo” de HAL no es más que eso, dio tanto miedo y tanta lástima.
En 2001: Una odisea del espacio los planos y las perspectivas juegan un importantísimo papel. Es totalmente increíble como Kubrick juega con el arriba y el abajo pivotando de mil maneras el punto de referencia del espectador creando la sensación de que no hay gravedad o que todo depende del punto de vista tan sólo jugando con la propia cámara. Sin duda éste es uno de los trabajos de dirección más fascinantes que se han llevado a cabo y demuestran el rebosante talento de Kubrick para dominar no sólo multitud de géneros cinematográficos sino multitud de aspectos menores del cine de manera completamente virtuosa. Es algo apabullante en tantos aspectos que asusta, está tan adelantada a su tiempo (incluso a la actualidad) que no hay posibilidad de no rendirse ante ella. Dicen de 2001: Una odisea del espacio que es una película fría y distante. Si lo es, es por estar ambientada en el espacio, nada más. No hay más que humanidad en esta película.
No puedo terminar este texto sin hacer mención al final de la película que ha sido motivo de mucha controversia por su aparente complejidad. Quizá se le busca un sentido más terrenal que el que tiene pero Kubrick volvió, al igual que con el principio de la película, a renunciar al diálogo o la explicación y volver a mostrar la evolución. Con otros términos y otros resultados, sí, pero Kubrick vuelve al principio, comienza al igual que termina. Nunca muestra a los artífices de los monolitos, nunca responde a los muchos porqués de la película, tan sólo muestra y cuenta la historia que Arthur C. Clarke escribió en 2001: Una odisea del espacio. A pesar de ser ciencia ficción, realmente cuenta nuestra historia, la historia de la humanidad. No existe historia más grande para ser contada y no existe mejor maestro de ceremonias para hacerlo que Stanley Kubrick.