Mikael Persbrandt aparece en el póster de En un mundo mejor abrazando a Trine Dyrholm. En Alguien a quien amar vuelven a coincidir como compañeros de reparto, pero esta vez Persbrandt ya no la abraza a ella, sino a Sofus Rønnov en quien aguarda la referencia del título. Porque la necesidad de amar no siempre ha de ser romántica, y la directora danesa de esta cinta, Pernille Fischer Christensen, ha decidido contar una historia centrada en el encuentro y el enamoramiento fraternal recíproco -que no romántico- de un abuelo hacia su casi desconocido nieto.
Pernille Fischer Christensen es una directora que, sobre todo, ha tenido buen reconocimiento en el Festival de Berlín, con su ópera prima En soap consiguió el gran premio de la crítica en este mismo festival. Con Dancers, su segunda película, no tuvo tanta suerte. Pero en 2010 presentó Una familia, con la que volvió a conquistar a la crítica de Berlín. En Alguien a quien amar nos encontramos con Thomas Jacob, un cantautor solitario que reside en Los Ángeles y vuelve a Dinamarca después de un tiempo para grabar un CD. Allí se encuentra con su hija con la que apenas mantenía el contacto y también con su nieto Noa, de 11 años. Por ciertas circunstancias que no es necesario desvelar, Thomas se ve con la obligación de hacerse cargo del niño. A partir de aquí brotará una conexión entre ellos que cambiará el curso de sus vidas.
Mikael Persbrandt se encarga de la interpretación del personaje principal, Thomas Jacob. Sin lugar a dudas confluye con el personaje que lleva a la pantalla y asume casi toda la carga interpretativa de la película, muy creíble y destacable. Aunque su responsabilidad queda reflejada con la de un tipo frío y solitario, se le ajusta magníficamente a su apariencia física y a la gesticulación que le atribuye. Cuando Thomas recibe la noticia de su vuelta a Dinamarca su reacción es afín a la contestación que le da a su mánager, Kate: “Dios me salve”. Minutos después de la situación plasmada, observamos a Thomas en la soledad de un paisaje nevado íntimamente relacionado con el propio desamparo del personaje. Un espacio tan abierto pero con un reflejo hacia el vacío personal. No sé si a propósito o desinteresadamente la directora utiliza la localización como un modo de conexión y despliegue del personaje, pero a mí me ha servido para entender su progreso. Porque más tarde Thomas aparece en el mismo espacio con Noa, su nieto. Lo que armoniza con la apertura del espacio personal de su abuelo a un nuevo miembro: le deja entrar en su vida. Pero eso no es todo, finalmente la total implicación de la relación casi paterno filial (ya que Noa no tiene el ejemplo de un padre) culmina con la escena en la que gente cercana a Thomas rodea una hoguera, transmitiendo una calidez y tranquilidad codiciosa. Esto acaba de prestar a Noa toda la atención que a su hija le había negado.
Perdonen si me detengo especialmente en el personaje de Thomas pero, por mi parte, es lo más interesante de la película y el que no deja al espectador impasible; en algunas ocasiones quieres comprenderlo y en otras no hay manera de justificar su comportamiento, por eso quizás es (aún siendo el más distante) el más humano. Thomas está marcado por su vocación de cantautor, su música es la vía que le permite expresar y conectar con las otras personas, como se suele decir: la música es el reflejo del alma. Pero, ¿cómo justificamos su alejamiento personal? Por las razones obvias que arrastran la mayoría de personas con esta carencia social, las experiencias pasadas. Su contacto anterior con las drogas ya implica una aturdimiento necesario hacia la realidad que necesita negar por la inconexión que siente hacia ella. Y de ahí que su hija, también problemática, arrastre los mismos problemas: las drogas. Y al final, ¿quién paga con todo? La tercera generación, Noa. Quien siendo solo un niño queda forzado a asumir responsabilidades y madurar de forma más rápida, algo que acabará marcando su carácter fuerte y distante. Y su veloz afinidad con Thomas, alguien que puede tomar como ejemplo evitando sus impulsos, porque todavía quedan secuelas vitalicias.
Seguramente la primera parte de la película al crear una atmósfera más propicia llega con más facilidad al espectador. La música ambienta de manera asertiva y se autoriza a producir sensaciones, aunque ninguna canción llegue a su final (solo con la excepción de la escena póstuma), nos ayuda a entrar en la historia y a empezar a conocer a Thomas mediante sus letras y las melodías inquietantes acompañadas de tonalidades azules. Sin embargo, no siendo mala, la segunda parte decae en comparación a la primera, es donde se condensa el drama y a veces pierde la consonancia con el entorno que se había creado principalmente. Pero la cinta se acaba reajustando y llevándonos al principio, consiguiendo una circularidad y una buena sensación de anclaje para el espectador.
Pese a que contenga momentos de flaqueza y nos muestre unas etapas que ya hemos visto mil veces en las películas románticas (la primera toma de contacto, el surgimiento de una conexión, las primeras diferencias, la reconciliación, etc.) termina por ser una buena historia humana y cercana con unas buenas interpretaciones, (incluso con la aparición de la directora) que no siendo una innovación, se puede valorar la buena ejecución y termina funcionando.
Ficha técnica:
Título original: En du elsker (Someone You Love) Director: Pernille Fischer Christensen Guión: Kim Fupz Aakeson, Pernille Fischer Christensen Fotografía: Laust Trier-Mørk Reparto: Mikael Persbrandt, Trine Dyrholm, Birgitte Hjort Sørensen, Sofus Rønnov Distribuidora: Golem Distribución Fecha de estreno: 24/10/2014