La quinta jornada del Festival de San Sebastián nos ha provocado sensaciones encontradas. La voz en off ha vuelto a dividir a la crítica, aunque esta vez la valoración negativa ha primado. La que ha causado unanimidad, y no en el buen sentido, ha sido la nueva película de la argentina Anahí Berneri, que se ha llevado la mayor pitada en lo que llevamos del festival (algo incomprensible si tenemos en cuenta la calidad de otras películas ya vistas). Regreso a Ítaca y El amor es extraño han puesto la nota positiva al día ya que sin ser grandes obras, han conseguido conquistarnos.
La voz en off – La sencillez como bandera
La película de Cristian Jiménez ha cosechado no pocas críticas negativas a la salida del pase, que la tachaban de simple, insulsa o sin objetivos. Por esto, La voz en off en cierto modo recuerda a lo que se dijo de The Equalizer, en resumen, que a ambas se las atribuyeron más expectativas de forma injustificada de las que evidentemente tenían.
Me explico, en La voz en off no se intenta nada más que contar un episodio de una familia, encabezada por la brillante Paulina García, episodio que sí, peca de desnortado, como si no se supiera qué nos intenta contar realmente pero que también tiene una gran cantidad de virtudes. Es una historia ligera, muy divertida, con personajes lo suficientemente buenos como para añadir cierto interés a lo que se cuenta y en general, una historia sin pretensiones. Quizá esta premisa no sea la aceptable en un festival de la categoría de San Sebastián, pero es de agradecer la propuesta chilena, rodeados como estamos de cintas dramáticas terriblemente tristes.
La voz en off no aspira (o no creo yo que deba aspirar) a nada más que contar una historia interesante por medio de unos personajes divertidos. A veces no se necesita nada más.
Regreso a Ítaca – Sueños rotos en una azotea de Cuba
A veces se necesita muy poco para hacer una buena película. Regreso a Ítaca, la última película de Laurent Cantet, es un ejemplo de ello. El polifacético director nos traslada en esta película a un tejado de La Habana donde cinco amigos se reúnen para celebrar el regreso de Amadeo, a quien no veían desde hacía dieciséis años. Durante todo el día todos los amigos beben y ríen recordando el pasado, pero pronto empiezan a salir a la luz los aspectos más decepcionantes de su vida.
Si una película que se desarrolla únicamente en un escenario es capaz de absorberme durante todo su metraje significa que ésta ha cumplido con su principal propósito, porque quiere decir que la historia, la base de la película, es buena. Quizá Regreso a Ítaca recalque en exceso las penurias de todos sus personajes, porque es evidente que la película pone demasiado empeño en explicar el drama personal de cada uno de los miembros de este grupo de amigos, pero Cantet no lo hace tomando por tonto al espectador, éste sabe que la intención está ahí pero también es capaz de apreciar la sutileza con la que el francés intenta tocar las historias individuales. Al final Regreso a Ítaca constituye un alegato muy sentido sobre la amistad, los sueños perdidos por culpa del miedo y la necesidad de creer para seguir viviendo. Además la puesta en escena minimalista por la que opta Cantet hace que sea más fácil que el público conecte con lo que se está contando. Por otro lado, Regreso a Ítaca aprovecha que cada miembro representa un drama de distinta índole para incluir una crítica sobre la situación social en Cuba, donde los jóvenes tienen muy difícil aspirar a un futuro mejor sin tener que prostituir su vida e ilusiones.
Cantet aprovecha el limitado espacio de la azotea del edificio para construir encuadres verdaderamente bellos, en los que los personajes se distribuyen en un equilibrio perfecto en el cuadro. Además el francés hace gala de su talento en varias escenas de la cinta, como en ese paneo hacia el final que va pasando de un personaje a otro en plena noche cubana. Esto, la química entre actores y un acertado desarrollo de la historia hacen que Regreso a Ítaca sea totalmente disfrutable.
El amor es extraño – Cuando el amor no basta
El director norteamericano Ira Sachs es notablemente conocido por realizar películas con protagonistas homosexuales siendo la más famosa su anterior trabajo, Keep the lights on. Del tono sórdido y duro de éste, un áspero drama romántico, a El amor es extraño, un drama (que no melodrama, en palabras de su director) ligero en su historia y profundo en la huella que deja.
La historia de dos ancianos gays que se casan y pierden el empleo y por lo tanto la posibilidad de vivir juntos es el eje de una historia muy tierna sobre la pérdida y también sobre la aceptación de una realidad adversa, en este caso unos ancianos que a su ya avanzada edad pierden su hogar. Con toques de comedia alejados totalmente de su anterior película, el drama aparece no de forma dolorosa sino melancólica, en forma de recuerdos y momentos que no vuelven. Es una película triste. Divertida también, pero bastante triste; a esto ayuda una puesta en escena donde priman las emociones de los personajes a todo lo demás como nos tiene acostumbrados el director así como con una banda sonora de piano que acompaña perfectamente a toda la función.
Es muy de agradecer una visión tan tierna de la vejez como la que imprime Ira Sachs en esta película y demuestra que se mueve bien entre dos registros muy diferentes como son éste y su anterior película. Entre ambas forman un díptico genial sobre las relaciones en dos etapas muy diferentes de la vida.
Aire libre – Querer y no poder
Después de disfrutar de Por tu culpa, reconozco que esperaba algo más de Aire libre. La directora argentina Anahí Berneri demostró cosas muy alabables en su anterior película, como ese gran manejo de la tensión en el primer tramo que se debía esencialmente a la inteligencia con la que la directora usaba la profundidad de campo. Su nuevo trabajo, protagonizado por Leonardo Sbaraglia y Celeste Cid, es una película sin importancia que probablemente se olvidará más pronto que tarde, porque aún con sus aciertos, Bernerí maneja muy mal la historia que quiere contar.
Aire libre cuenta la historia de Lucía y Manuel, un matrimonio con un hijo que se emprende en la construcción de una casa con jardín fuera de la ciudad. La pareja vende su apartamento y se instala en el de la madre de Lucía a la espera de que la obra avance, pero Manuel huye y se refugia en el hogar de sus padres donde se siente aliviado.
El mayor problema de la nueva película de Berneri es que se pasa demasiado tiempo sin contar nada verdaderamente importante al espectador, porque no es hasta casi la hora de película cuando la historia principal sale a flote. Es a partir de entonces cuando empezamos a ser conscientes de lo que Berneri quiere retratar en su película: la decadencia de la pareja, el distanciamiento tan brutal que puede sufrir en un lapso más o menos breve de tiempo y sus consecuencias más inmediatas en la gente de su alrededor. Porque la pareja protagonista de Aire libre vive en un continuum quiero y no puedo; ellos saben que no pueden estar juntos pero no pueden evitar sentir la necesidad de unirse de nuevo.
Aire libre es eso, una historia sobre el desencantamiento amoroso, la extrañeza (y casi frialdad) que acompaña al desenamoramiento, pero Berneri lo plantea de tal manera que al final la película acaba resultado pesada.
Crónica escrita por Beatriz Bravo y Guillermo Martínez