Nymphomaniac. Volumen 1 – En busca de la felicidad | La Cabecita

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Tras una correspondiente advertencia de que lo que vamos a ver es una versión más corta y censurada de la obra completa de Nymphomaniac autorizada por el propio Lars Von Trier, Nymphomaniac empieza con un plano en negro, en completo silencio, sólo oímos el ruido de una calle vacía. Así, cierra su trilogía de la depresión empezando de manera distinta a esos epílogos agónicos que tenían Anticristo y Melancolía. Como si ya no quisiera mirar para adelante. Como si no hubiera más a dónde mirar, advirtiéndonos que es el fin, que no hay salida. Y en cierto modo, Nymphomaniac es tan distinta, pero tan coherente con el resto de la carrera de Lars Von Trier, que deja el sabor amargo de la que podría ser la obra final del autor. Dónde aúna a la perfección su espíritu más punk y salvaje de obras como Los Idiotas con el íntimo drama, dónde el director se expone en sus protagonistas de Dogville. Tras este fundido en negro, nos encontramos a Joe (Charlotte Gainsbourg) tendida en la calle tras haber recibido una paliza. Un hombre, llamado Seligman (Stellan Skarsgård), aparece, mientras que suena con fuerza la música de Rammstein. Estamos a punto de entrar en un mundo salvaje, y el danés arranca con una clara proposición de intenciones.

Así Seligman se lleva a su casa a Joe, y ésta, convertida en la Sherezade de Las mil y una noches, pasa a contarle la historia de su vida. Tienes que conocer todo para saber cómo he llegado hasta aquí, le dice. Y empieza una historia que en sus propias palabras será larga y moral. Joe empieza a contarle su vida, su condición de ninfómana, como esa ninfa que es la mosca que sirve de cebo en la pesca y con la que Seligman la relaciona en su primera historia. «A los dos años descubrí mi coño», no hay pelos en la lengua, no hay lugar para medianías, Joe es clara y no se anda con rodeos, y es algo de lo que advierte desde el principio. Dividida en ocho capítulos, en Nymphomaniac. Volumen 1 asistimos a los cinco primeros, dejando los tres siguientes para la segunda parte que podremos ver en apenas un mes. Asistimos de este modo al despertar sexual de Joe. Pero también con ello a su forma de intentar entender la vida a través del sexo durante todo el periodo de su adolescencia y su juventud.

Existe en Joe una sensación pecaminosa por sus acciones, ni siquiera es creyente, algo que Seligman le recrimina, por quedarse sólo del cristianismo con la interpretación del pecado. En cierta forma, Seligman no actúa sólo como oyente interesado, si no que a todos los niveles, es un espectador más, buscando la retroactividad y con ello la interpretación intelectual de todas las acciones de Joe. Ya sea conectando sus actos de manera religiosa, con la sucesión de números de Fibonacci, las composiciones de Bach o el arte de la pesca. Pero la necesidad de su personaje va más allá. En este viaje a través de su vida sexual que realiza Joe, intentando encontrar un comportamiento a sus actos, con vistas a llegar al punto en el que quedó tendida en medio de la calle, existe también en ella una sensación de castigo. No conocemos el motivo de la paliza que la ha llevado allí, pero si sabemos que no quiere llamar a una ambulancia, y que no le importa convivir con el dolor, como un pecador que tiene que convivir con su merecido castigo. En todas las vivencias de Joe, que va comentando dialécticamente con Seligman, asistimos a una notoria sensación de culpabilidad, pero también observamos el perdón de Seligman, la completa expiación de sus pecados.

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Y en cierto modo, como suele hacer Lars Von Trier en todos sus personajes femeninos hay mucho de él en el personaje de Joe. Imprimiéndose completamente tanto psicológica como emocionalmente. Y hay, al igual que con Joe, una necesidad de encontrarse a sí mismo, saber en qué punto de su vida está y que le expíen todos los pecados que haya cometido. Porque no es casualidad que Nymphomaniac sea la siguiente película del director tras el que posiblemente haya sido el capítulo más negro de su vida pública, tras tener que soportar un linchamiento por parte de los medios tras decir en el festival de Cannes que comprendía el comportamiento Hitler. Porque existe en la persona de Lars Von Trier, al igual que ocurre con su cine, dos comportamientos muy distantes, y a su vez complementarios. Está por un lado su necesidad por la provocación, pero existe también un Von Trier frágil y humano, completamente inseguro, con un miedo atroz a la incomprensión de la vida y con el que siempre ha respondido desde sus películas.

Tras el vapuleo a una cinta tan provocadora como divertida como Los Idiotas, con la que posiblemente el realizador con la excusa del Dogma sólo buscaba salirse de todo lo establecido, nace Bailar en la oscuridad, dónde la protagonista acaba siendo víctima de una completa injusticia. De la censura con la que en Estados Unidos recibieron la crítica antiamericana de Bailar en la oscuridad, nace la Grace a la que daba vida Nicole Kidman en Dogville, dibujándose el director sobre ella y teniendo que soportar el castigo a la que le somete ese pueblo. Es por eso que no es de extrañar que el viaje de Joe, convertido en sexual por provocación, pero jamás explicito, ni gratuito, sea el mismo que ha tenido que realizar Von Trier para encontrarse a sí mismo. Porque existe una duda constante en el personaje de Joe, y es la de saber cuál es la necesidad que le impulsa a hacer lo que hace, y en cierto modo, Von Trier se siente así tras sus declaraciones, como si no comprendiera demasiado bien el motivo de sus actos.

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Joe rechaza por completo las relaciones, no quiere creer en el amor como medida preventiva al daño que le pudieran producir. El sexo va desde el descubrimiento en su primera etapa, a su rechazo tras perder la virginidad con un motero, que actúa de manera completamente mecánica, sin saber nunca que botón debe tocar, en uno de las metáforas más divertidas de la película (e interpretado por un Shia Labeouf que no muestra problemas en salir en pantalla desnudo y erecto). De ver el sexo como un juego de competición a bordo de un tren, al miedo a elegir a alguien con el que establecer un lazo de efecto. O incluso a comprender el significado de la familia, desde la desestructura que provoca ella misma en el negrísimo capítulo protagonizado por Uma Thurman, cuyo sentido del humor recuerda al de la primera mitad de Melancolía (y a su vez al de Celebración) a un espléndido «delirium» en blanco y negro, dónde la muerte y el caos se siguen tiñendo de sexo. La necesidad sexual de Joe se despierta desde el sentimiento de soledad que ella misma reconoce tener, pero es incapaz de establecer una relación con nadie, ni siquiera con B, su mejor amiga, la cual desaparece de su vida al rechazarla por unirse a alguien de la misma forma que ella evita hacer. Así que decide focalizar todo en esa adicción que considera culpable pues ella misma la desea, en busca de la explosión y también del calor humano, buscando la forma de llegar a la felicidad.

Aunque bien es cierto que Nymphomaniac acaba en un momento muy sensato para dar pie a su segunda parte, donde una increíble debutante como Stacy Martin que lleva de manera magistral todo el peso de la película, dejará paso a Charlotte Gainsbourg, queda en Nymphomaniac la impresión de que es una obra que jamás se debería haber divido. Por un lado nos topamos con la sensación de que no estamos ante un todo. Que es un viaje largo, pero que como se dice al principio, hay que conocerlo todo para entenderlo. Y por el otro se siente como si realmente no hubiera importado ver las cuatro horas totales, o incluso las cinco del metraje original. Parece como si el danés tuviera ya desde el principio esta idea en la mente, y dota a la película de una extraordinaria agilidad que deja al espectador pidiendo más. Más allá de su estructura episódica y que cada uno de los episodios tenga un estilo visual distinto, Nymphomaniac no es una obra que se preste a la división como si lo hacía Kill Bill, dónde cada uno de sus episodios tenía una estructura total con desarrollo, nudo y desenlace, además de que Quentin Tarantino se las idease para hacer que cada uno de estos perteneciese a un género completamente distinto. Tendremos que esperar un mes para valorar en su conjunto Nymphomaniac, para entender por completo tanto a Joe como a Lars Von Trier. El camino desde luego ha sabido comenzar de manera hipnótica y dirigiéndonos a una línea de meta que aunque el danés ponga demasiada alta, sólo él es capaz de escalar.

4.5_estrellas

Ficha Técnica:

Título original: Nymphomaniac. Volume I Director: Lars von Trier Guión: Lars von Trier Fotografía: Manuel Alberto Claro Interpretes: Charlotte Gainsbourg, Stellan Skarsgård, Stacy Martin, Shia LaBeouf, Connie Nielsen, Christian Slater, Nicolas Bro, Jesper Christensen, Uma Thurman, Jean-Marc Barr, Caroline Goodall, Kate Ashfield, Saskia Reeves, Jens Albinus, Sophie Kennedy Clark, Mia Goth, Omar Shargawi, Severin von Hoensbroech Distribuidora: Golem Fecha de estreno: 25/12/2013