En 1984 Joe Dante dirigió la que seguramente sea una de esas cintas que no pueden faltar en cualquier lista o conversación sobre películas ambientadas en épocas navideñas. Al menos no en una que se precie. Escrita por Chris Columbus y con el nombre de Steven Spielberg también implicado en el proyecto, estamos ante una comedia de terror que con el tiempo se acabaría convirtiendo en una obra de culto de la década de los ochenta y también del género juvenil.
La historia está ambientada en una pequeña localidad de Estados Unidos en la que en vísperas de Nochebuena un joven recibe un regalo muy especial, se trata de un Mogwai (que enseguida pasa a llamarse Gizmo), una entrañable pero también extraña criatura que debe estar siempre bajo el cuidado y cumplimiento de tres importantes reglas: no darle de comer después de medianoche, no mojarlo y evitar exponerlo a cualquier tipo de luz y especialmente la del sol. Por supuesto estas reglas serán incumplidas y desencadenarán una serie de incidentes a cada cual más arriesgado que pondrá en peligro las vidas del pueblo.
La película funciona como una mezcla de terror y comedia apoyada por muchas referencias y guiños cinéfilos que hacen las delicias del espectador más entregado. Pero sobre todo es la capacidad de Joe Dante de darle ese tono de humor y autoparodia constante la que hace que la cinta por momentos sea capaz de aterrar y divertir casi a partes iguales. Una combinación exquisita de a veces humor muy negro y terror. Y esto lo podemos comprobar en varios momentos: una de las primeras escenas y de las más memorables, es el asalto de los Gremlins a la cocina con la madre del protagonista, en la que ella se enfrenta a las criaturas con las armas de las que dispone: los electrodomésticos. Más adelante ocurre algo parecido en el bar donde trabaja la chica, con las criaturas en plena juerga: fumando, bebiendo, destrozando el mobiliario del bar, gritando… si no fuera por su horrible aspecto de reptil cualquiera podría pensar que no hay mucha diferencia entre ellos y nosotros. Y probablemente la culminación de sus locuras más gamberras sea la que sucede en la casa de la anciana y Sra. Deagle que implica una silla motorizada y una ventana. Tan exagerada como divertida.
Pero las referencias cinéfilas no se quedan atrás y en todo momento son capaces de esbozarnos una sonrisa. Empezando por la madre viendo Qué bello es vivir al principio de la película cuando todavía no reina el caos posterior, y más adelante la entrañable criatura Gizmo que alucina con Indianápolis en televisión, soñando que él mismo conduce un automóvil; detalle que recogerá la película en su tramo final. También vemos en otra pantalla La invasión de los ultracuerpos, el clásico de ciencia ficción dirigido por Don Siegel. Y no nos podemos olvidar de Blancanieves y los siete enanitos, que sirve de pretexto para una de las mejores escenas de la película, con todos los gremlins ya evolucionados y más gamberros que nunca, abstraídos mirando la pantalla sin darse cuenta que el protagonista y la chica están trazando un plan para deshacerse de todos ellos. Y es que a medida que pasa el metraje todo va adquiriendo un tono más oscuro que culmina en un acto final en el que uno llega a temer de verdad por la vida del protagonista.
Con Gremlins Joe Dante no se limitó únicamente a homenajear y parodiar algunas películas y/o géneros sino que también influenció en el cine posterior, dando pie a otras cintas de terror con monstruos malvados. Es más, quién no puede pensar en Toy Story 2 con la escena de Gizmo conduciendo un coche de juguete por la tienda igual que harían los muñecos de John Lasseter. O quién no se puede acordar de cierta película de Tarantino cuando los Gremlins son encerrados y dinamitados en la sala de cine mientras ven una película. Son recuerdos, son momentos que han perdurado en la memoria de muchos de nosotros y que han sido recogidos posteriormente por algunos.
La partitura de Jerry Goldsmith funciona perfectamente con esa melodía electrónica y pasada por el sintetizador que acompaña a la película en los momentos clave para ir siempre asociada a las criaturas y sus travesuras. Melodía que también se encarga de cerrar la película justo después de que la voz en off del narrador nos advierta que en cualquier momento de nuestra vida cotidiana podría aparecer un gremlin. Un último motivo para sonreír en la mítica cinta de Joe Dante.