Una de las mayores maldiciones del mundo del cine, es la de que no existe autor capaz de llevar su propia novela al cine. No es casualidad, por ejemplo, que Stephen King no se haya atrevido a volver a dirigir después de ponerse detrás de las cámaras para dirigir después de La Rebelión de las Maquinas. Y es que el hecho de ser un gran narrador de historias, no quiere decir que en el cambio de formato puedas desenvolverte con la misma solvencia. Pero Stephen Chbosky parece decidido a romper esa maldición, y es que el escritor, debuta adaptando su novia novela, firmando no sólo el guión, si no poniéndose tras las cámaras también para ello. Y el éxito de Chbosky viene dado debido sin duda a la compresión de que cine y novela son dos formatos distintos. Quizá el mejor ejemplo del cambio que existe entre su novela y su película sea la narración, y es que Las Ventajas de ser un Marginado es una narración epistolar, a base de cartas que el protagonista, Charlie, escribe a un amigo que se suicido. En la película no se suprime del todo este recurso, Chbosky apuesta por una acertada voz en off, pero usada en su justa medida para no resultar agotadora.
Las Ventajas de ser un marginado nos sitúa a comienzos de los años 90. Aunque bien podría ser una década anterior o estar ambientada hoy en día. Sólo cambian pequeños detalles, las maquinas de escribir hoy serían ordenadores, las cintas de casette, hoy habrían sido cds o directamente pendrives, pero el espíritu de una adolescencia perdida en su pequeño mundo podría existir en cualquier momento. Y es por eso que la película se siente tan contemporánea como El Club de los Cinco lo sigue siendo hoy, por que Chbosky, como hacía John Hughes, narra los problemas cotidianos de los adolescentes con madurez, sin ningunearlos. En el mundo de John Hughes no verte aceptado por tus padres podría significar el mayor problema del mundo, era algo así en los 80 y los sigue siendo hoy. Son temas que se suelen abordar desde un prisma adulto, restando importancia al suceso, pero pocos son capaces de ponerse en la piel de ese adolescente herido, de ese problema que es mayor que cualquier otro en el mundo.
Es ésta exactamente la misma fórmula que Chbosky usa, como si de un heredero directo de Hughes se tratase. Es cierto que en su película toca temas más espinosos como pueden ser el suicidio o los abusos infantiles, pero los usa sin caer en el sensacionalismo, observándolos como lo haría ese adolescente que trata de reponerse de ellos. Y es que, aunque quedan relegados a un pequeño rincón de la memoria, teniendo forma siempre presente, en su día a día, los grandes problemas que se presentan es el hecho de saber si podrá entrar en una universidad o que hará cuando sus amigos se vayan. Para esto, y volviendo de nuevo a Hughes, Chbosky traza excelentes personajes adolescentes que vive encerrados en sus miedos, las figuras paternas, aunque sólidas, son casi inexistentes en el centro del metraje, tan sólo el profesor al que da vida Paul Rudd toma algo más de forma, siendo el único contacto de Charlie con el mundo adulto, abriéndoselo a él de manera imaginativa, gracias a clásicos de la lectura americana como pueden ser En el Camino, El Guardián entre el Centeno, Matar a un Ruiseñor o El Gran Gatsby.
Pero la figura más importante en la vida de Charlie, al que da vida un fantástico Logan Lerman, son sus amigos. Sumido en una depresión, aislado en las cartas que le escribe a ese amigo que se suicidó y que le dejo perdido en el mundo, encontrarse con ellos será un nuevo punto de inflexión en la vida del protagonista. La seguridad trasmitida por Patrick, un chico homosexual que debe ocultar su condición por culpa del miedo de su novio, y la candidez transmitida por Sam, de la que Charlie inevitablemente acabará prendido, suponen una evolución constante para él. Las interpretaciones que nos dejan un enorme Ezra Miller, alejado bastante del psicópata al que dio vida con gran talento en Tenemos que hablar de Kevin, y una Emma Watson, decidida a demostrar que hay mucho más en ella que la Hermione de Harry Potter, ayudan a que los personajes planteados por el autor cobren una dimensión especial, creando una complicidad con el espectador que va mucho más allá de lo que suponen para Charlie.
Chbosky acierta de lleno al cambiar las letras por las cámaras, sabe adaptar el lenguaje, y transmitir las bellezas de las imágenes dando además especial énfasis a la música que las acompaña. Así, la maravillosa escena que se produce en un túnel al compás de Heroes de David Bowie, no sólo transmite en las palabras de Charlie una sensación de infinidad, si no que las imágenes hablan por sí solas, gritando sin más ese lema de la película, un “Somos infinitos” que bien apunta maneras de convertirse en un lema generacional. Hacía mucho tiempo que no veíamos un acercamiento a la adolescencia en la gran pantalla como el que vemos aquí plasmado, quizá desde que el bueno de John Hughes nos dejó, pero no cabe duda de que es una película de la que el realizador de Dieciséis Velas se sentiría orgulloso, por que Las Ventajas de ser un marginado, es una película sobre la adolescencia como la habría hecho John Hughes.
Título Original: The Perks of Being a Wallflower Director: Stephen Chbosky Guión: Stephen Chbosky Música: Michael Brook Fotografía: Andrew Dunn Interpretes: Logan Lerman, Emma Watson, Ezra Miller, Mae Whitman, Kate Walsh, Dylan McDermott, Melanie Lynskey, Nina Dobrev, Johnny Simmons, Joan Cusack, Paul Rudd Distribuidora: Aurum Fecha de Estreno: 08/02/2013