Blancanieves – Fábula flamenca | La Cabecita

Es curioso como muchas veces el azar une proyectos cinematográficos que no tienen nada que ver, pero simplemente aparecen a la vez por puro azar. Es esto lo que le ha pasado a la Blancanieves de Pablo Berger, un proyecto que ha visto como antes de ella, llegaba de una forma abrumadora The Artist el pasado año. Por si fuera poco, también han llegado multitud de proyectos acerca de Blancanieves que se han estrenado este año. Proyectos enormemente distintos entre sí y que demuestran de una forma clara la magnitud que tenía la obra de los hermanos Grimm, abierta a múltiples interpretaciones de lo más distintas. Pero lejos de verse eclipsada la obra de Berger emerge con una fuerza increíble, que la hacen sentirla como un proyecto muy distinto, único, que nada tiene que ver con el homenaje que era The Artist, si no como una necesidad de expresión en cine mudo. Si The Artist nacía de las entrañas del cine americano, aquí residen de forma casi inconsciente mucho expresionismo alemán, un tono muy gótico, y sobre todo muchísimo Neville, cambiando el sainete madrileño del escritor de La Codorníz, por una fábula flamenca agitanada de estilo puramente español.

Blancanieves es una película completamente única, no admite comparaciones con la de Hazanavicius y no se debe tender a compararlas. Aún así también resulta bastante curioso que dos directores cuyos trabajos anteriores eran de la más dudosa calidad, ya que el debut de Berger, Torremolinos 73, también una mirada al pasado, pero con un sentido del humor nefasto y más propio de la época del destape, hayan sido los que hayan devuelto al cine a sus orígenes. Además ambos lo han hecho de una forma muy sincera y accesible para el espectador, lejos de cualquier tipo de pretensiones artísticas que se superpongan al cine en su faceta de entretenimiento. Esto quizá haya sido lo más importante para acercar estos origines del cine a la gran pantalla, y si en algo debe mirar Blancanieves a The Artist es simplemente para aprovechar el camino que ésta abrió para llegar al gran espectador.

La historia de Blancanieves, es de sobra conocida por todos, esta vez trasladada a la Andalucía de los años 20, un torero es pillado por un toro el mismo día que su mujer muere al dar a luz. La enfermera se casará con el torero, ahora invalido, y hará la vida imposible a la pequeña Carmencita. Pocas variaciones en la línea argumental se encuentran con el cuento original, dónde también tenemos a los enanitos, esta vez también toreros, y por supuesto la manzana. Pero todo se siente castizo, como una película de pura raza española, a su tono que avanza a ritmo de copla y flamenco, hay que añadirle su sangre gitana, que salga a relucir con pasión en esa preciosa comunión y sobre todo una pasión inmensa por el toreo. Berger filma cada corrida como un pintor que hace un cuadro, con un mimo y un tesón extraordinario, y además recreándose siempre en la parte artística del toreo, procurando evitar la más sanguinolenta en la medida que le es posible.

Pero nunca se olvida del cuento, y el cuento forma vida por completo. Es cierto que quizá la primera parte de la película sea la mejor, toda la infancia de Carmencita es una obra maestra sin paliativos. Berger mira a la maldad con sarna y mucha mala uva, pero sobre todo cree en la inocencia, aunque sea una inocencia rota. La imagen de una madre muerta, un padre desaparecido, carcome a una niña que pese a todo consigue ser feliz gracias a su abuela. El momento de la partida, marcado por un plano hermosísimo que tiñe un vestido blanco al negro, un tinte de luto, metáfora de la vida que le depara a esa pequeña. Pero aún teniendo todo en contra, la infancia florece, consigue salir por mucho que la hundan, ante una maldad codiciosa y que siempre gana, una maldad que lucha por el poder y que cuando lo tiene, busca mantenerlo le cueste lo que le cueste y que se exprese de muchas formas. Berger usa la maldad para lanzar un mensaje político a la situación de la España actual, por mucho que queramos creer que las cosas no han cambiado, realmente no lo han hecho tanto.

Y cuando Blancanieves crece el cuento aparece. Como si Berger consciente de ello hubiera decidido partir la película en dos partes, liberarla de la fuerte tensión dramática de toda su primera mitad y aligerarla en búsqueda de impactar con un desgarrador tramo final que el espectador ya espera de antemano pero nunca consigue estar lo suficientemente prevenido. La llegada de los enanitos dan a la película un relax y un desenfado, la hacen mucho más divertida en este tramo y la película conecta más aún con la obra de los hermanos Grimm. Todo como un falso telón, en busca de que el espectador se relaje antes de que Carmencita, ahora ya convertida en Blancanieves, tenga que enfrentarse directamente con su pasado.

Berger sorprende, emociona y nos hace disfrutar de una película que siente la necesidad de expresarse sin palabras, que siente que la música que acompaña a sus imágenes es de una importancia mucho mayor a cualquier diálogo. Además nos muestra a una Maribel Verdú increíble, portentosa, uno de los papeles más enormes de toda su extensa carrera y nos descubre a una frágil y dulce Macarena García que tiene una mirada que nos recuerda irremediablemente a Penélope Cruz y que irradia la misma pasión que la de la actriz de Alcobendas. Blancanieves es una película con mucho pedigrí, una película de pura pasión española, que bebe y nace desde nuestra cultura y nuestro cine y que no busca espejos ajenos donde mirarse. Una obra genuinamente original, y que destila pura pasión y raza.

Título Original: Blancanieves Director: Pablo Berger Guión: Pablo Berger Música: Alfonso de Vilallonga Fotografía: Kiko de la Rica Interpretes: Maribel Verdú, Ángela Molina, Macarena García, Daniel Giménez Cacho, Pere Ponce, Josep María Pou, Sofía Oria, Macarena Garcia, Inma Cuesta Distribuidora: Wanda Visión Fecha de Estreno: 28/09/2012