Apenas faltan unos días para uno de los acontecimientos cinematográficos del año. El estreno de la última parte de la saga de El Caballero Oscuro de Christopher Nolan y de la que os ofreceremos la crítica en unos días. El alcance actual de la saga es espectacular, de hecho, los lectores de La Cabecita elevasteis a El Caballero Oscuro a la novena posición en la lista de las mejores películas de la historia. Anticipándonos a tan esperado estreno hemos realizado un minucioso análisis de lo que ha sido el Batman de Nolan en Batman Begins y El Caballero Oscuro, ni que decir tiene que el texto está cargado de spoilers de estas dos películas.
LA CREACIÓN DE BATMAN
Resulta bastante obvio que el Batman de Nolan es distinto a cualquier otro superhéroe y esa diferencia nace desde la creación del mismo. Son muchos los superhéroes que han nacido tras una trágica pérdida, Matt Murdock y Peter Parker veían como caían su padre y tío respectivamente y era esto lo que les llevaba a una sensación de venganza que transmutaba en una sensación de responsabilidad y necesidad de hacer el bien librando a la ciudad de malhechores y creando con ellos a los héroes enmascarados, Daredevil y Spiderman. El origen de Batman como ocurría con estos es el mismo, un delincuente de poca monta mata a sus padres ante los ojos de un pequeño Wayne que nada puede hacer, pero Nolan no usa ese punto de partida para crear al héroe, si no para crear al tipo que hay debajo de la máscara y usa todo el primer tercio de Batman Begins (Quizá la mejor parte de ambas películas), paraa mostrarnos como es este hombre, en el que no sólo ese acto de la infancia repercute en la creación de su personalidad, si no toda una relación paterno-filial que se convierte de vital importancia para entender las pretensiones de su personaje.
La primera escena de Batman Begins, tras un breve prólogo haciendo hincapié en el temor de Wayne desde pequeño hacia los murciélagos, es muy sorprendente. En ella nos encontramos con un Bruce Wayne hecho polvo y entre delincuentes. Esto nos aleja mucho del Wayne que hasta entonces habíamos conocido y no cabe ninguna duda de que las intenciones de Nolan con ello es cambiarle el chip al espectador desde el principio y renegar de sus predecesoras, y es que con el Batman de Schumacher el personaje cinematográfico había quedado demasiado muerto y sin posibilidad de recuperarse. Desde aquí la película toma dos vías que se van narrando en paralelo, por un lado el nacimiento de la persona y por otro lado el entrenamiento del héroe, un entrenamiento que va más allá de lo físico y llega a lo espiritual y a controlar todas esas emociones y temores que existen en Wayne desde niño.
En el Wayne niño nos encontramos con un niño miedoso y que además debe aguantar la culpa que siente por la muerte de sus padres. Una culpa que le ha consumido del todo y que sólo ha sabido ocultarla canalizándola en ira. Pero no sólo hay temor y culpabilidad en Wayne, el legado de su padre en él es importante, y los valores de justicia y necesidad de ayudar al que menos tiene quedan grabados en su personaje desde pequeño. Su vuelta de la universidad años más tarde llega con el único cometido de asesinar al hombre que acabo con la vida de sus padres tras su salida de la cárcel, un acto que corresponde a la única forma de la que Wayne es capaz de sentir algún tipo de satisfacción personal. Es tan sólo el personaje de Rachel, que lejos de ser amante, cumple aquí con las funciones de madre al igual que Alfred hace con las de padre, el que es capaz de hacerle darse cuenta de que esa satisfacción no valdrá para nada y que tan sólo la justicia es lo que llegará a dejarle en armonía. Tras un careo con el criminal Falcone y a la vista de una ciudad sumergida en el caos decidirá, también como medida de protección para los dos únicos seres que le quedan, desaparecer en busca de conocer que es lo mueve a un delincuente.
Este camino de siete años termina en lo alto de la montaña entrenando junto a la liga de las sombras. Allí Bruce no sólo conseguirá un entrenamiento físico espectacular que le permitirá crear a Batman, si no que también le permitirá canalizar todas esas emociones en la perfecta armonía que le llevará a la justicia. En encontrar una compasión que será el único punto que le diferencie del delincuente y le recuerde siempre quien es él.
Pero si la compasión es lo que les separa, es el temor lo que le une y le ayudará en su misión como justiciero “Quiero que mis enemigos compartan mi miedo” es así como Bruce decide que ese símbolo, tan importante para crear temor, sea también un lazo de unión infranqueable. De nuevo su padre vuelve a aparecer en escena en la creación del héroe, mientras todos los gadgets son una herencia directa de su padre, la creación de toda la parafernalia alrededor del héroe las realiza brazo a brazo con Alfred, como el niño que simplemente busca lograr su sueño al lado de su padre y siendo él la única persona en el mundo a la que aferrarse tras un problema, tal y como hace tras el ataque de El Espantapájaros en la que llama a esa figura paterna al igual que un niño en apuros busca el consuelo en el padre y es que Bruce realmente nunca deja de lado la fragilidad infantil a la que se ha visto expuesta y a la que abraza en esa escena en la que deja un recuerdo a un niño al pasar a su lado.
Es cierto que durante el último tramo de la película, Nolan da un carpetazo mayor al personaje de Batman en beneficio de la acción, esto no supone ningún problema ya que todas las pautas han quedado perfectamente narradas para salir a la palestra cuando tiene que enfrentarse al que fue su maestro para demostrarle como ha sabido superar sus enseñanzas y crecer como persona. Pero lo que en este trayecto aprende Bruce es mucho más importante, y es que este enfrentamiento con Ra’s al Ghul le lleva a darse cuenta de que hace tiempo que sus miedos desaparecieron, por eso mismo cobra vital importancia esa escena en el epílogo final en la que Bruce cierra el pozo en el que comienzan todos sus miedos al caerse en él al inicio de la película. Ya no existe el miedo en él, es un agujero que ha conseguido cerrar.
Es vital que los miedos dejen de existir a la hora de afrontar esa segunda parte, como le dice Rachel al final de Batman Begins, el verdadero Bruce es el que lleva la máscara, el otro Bruce Wayne es sólo una pequeña cubierta, la verdadera máscara tras la que se oculta el héroe. En El Caballero Oscuro vemos como se acaban por completo las fronteras entre el héroe y la persona, como Batman rechaza por completo las limitaciones que le supone ser Bruce Wayne a sabiendas de que como Batman no tiene nada que le limite. Pero Batman no puede subsistir sin un alter-ego al que aferrarse, algo que encuentra en ese Caballero Blanco que es Harvey Dent y con el que comparte una vida similar, no sólo a la hora de defender el bien de la ciudad, si no en la figura de una Rachel, que ya sin los miedos, pierde esa capa maternal de la primera entrega para convertirse en el objeto del deseo de las dos partes del héroe de Gotham.
Tanto Dent como Batman saben de la importancia que tiene el otro para la ciudad en la lucha contra el mal, ya sea como el visible rostro de la esperanza o el símbolo que realiza esa lucha que la ciudad necesita. Sus acciones van cogidas de la mano en todo momento, así Dent decide sacrificarse presentándose como Batman y confiando ciegamente en él aún sin conocer quien se oculta tras la identidad del enmascarado. Una acción a la que Batman contestará al final de la película, convirtiéndose en un ángel caído para proteger la esperanza de la ciudad, siendo un villano que desde luego hará que el comienzo de la tercera entrega nos presente una situación radicalmente distinta a la que hemos visto en estas dos primeras entregas, pero dejando que Dent pueda morir como el héroe que la ciudad necesita.
LOS VILLANOS
Uno de las partes más renqueantes que podemos encontrar en Batman Begins es la de unos villanos que no podían hacer frente ante un Batman tan cuidado y bien tratado. Sin fuerza y desdibujados no permitían a la película alcanzar cuotas mayores. Si en el primer acto se presentaba a Gotham sucumbida ante el terror mafioso de Falcone, éste era rápidamente eliminado y sin posibilidad de desarrollar a ese aterrador mafioso sin escrúpulos que parece esconderse tras él. La marcha Falcone se debe a la necesidad de acercar a la película un mafioso mucho más caricaturesco y típico de comic como es el Espantapájaros, el problema aquí vuelve a ser es que nos encontramos a un tipo sin más pretensiones que las monetarias, ni siquiera el hecho de adquirir poder parece preocuparlo ya que simplemente se limita a seguir ordenes. La entrada del espantapájaros es lógico y ya que con su gas que saca a luz los mayores temores de las personas que se ven expuestos a él, sigue toda la estela de la primera película en relación al terror, pero más allá de eso y pese a la brillante actuación de Cillian Murphy no se llega a justificar para nada su presencia, ni aquí, ni en la segunda parte en una prescindible escena que sólo sirve para conectar de manera más evidente a las dos entregas.
La aparición y el sorpresivo desvelo de identidad de Ra’s al Ghul en el último tercio vuelve de nuevo a decantarse en exceso por el peso de Batman, sintiéndose nimio el enfrentamiento entre alumno y profesor y es que aunque resulta vital para terminar la creación de Batman, no parece que este enfrentamiento conteste a más razones. Aún así Ra’s al Ghul resulta mucho más interesante que el resto de los villanos de la película, y esa liga de las sombras que ha perdido por completo la fe en el ser humano, se une también a la forma de ver la vida que tiene el Joker en la segunda entrega, pero se ve mermada por el poco tiempo del que dispone el personaje para desarrollarse. La sensación que nos deja Batman Begins al terminar es excesivamente desequilibrada, tres pequeños villanos no son suficientes para igualar el desarrollo del héroe protagonista, y ninguno parece una amenaza suficiente como para justificar la creación de Batman.
Por suerte en la segunda parte esto se soluciona reduciendo el número de villanos tan sólo a uno, la portentosa figura del Joker. Por que aunque nos encontremos de nuevo a Gotham corrompida por el poder de un capo mafioso, en esta ocasión el Maroni de Eric Roberts, en ningún momento queda patente en el espectador la sensación de que éste sea el verdadero poseedor de la ciudad al contrario de lo que ocurría en la primera entrega con Falcone. Tampoco podemos hablar de Dos Caras como un villano, ya que pese a su comportamiento no deja de ser una simple herramienta, aunque a ello llegaremos más adelante.
La espantosa figura del Joker domina la película desde su sorprendente prólogo, dónde ya aparece con un hombre sin ningún código de conducta y que no responde a nadie ni a ningún tipo de honor. Al contrario de lo que ocurre con Batman, del que conocemos a la perfección a que responde cada uno de sus comportamientos, del Joker no conocemos absolutamente nada. Su rostro esconde tras el maquillaje y las cicatrices un pasado del que nada conocemos, pero tampoco conocemos su presente ni que le impulsa más allá de toda la locura y la desaparición de la fe en la raza humana.
Sin ningún otro deseo que el de sembrar la semilla del mal haya por dónde pisa, despreciando todo lo material como muestra en la escena en la que quema una montaña de dinero, el Joker es en todo momento la antítesis de Batman, del traje rígido de Batman pasamos a la apariencia andrajosa del Joker, del negro de la armadura de uno al blanco de la cara del otro. Un blanco que no es suficiente para tapar toda la oscuridad del personaje, y en la que acaba sumergiéndose en el primer encontronazo con el comisario Gordon, donde la iluminación desaparece por completo mostrándonos únicamente su blanco rostro en el centro de la pantalla.
No hay nada material ni humano que mueva a un personaje en el que todas sus consecuencias en el último acto hacen que la acción se vuelva terrorífica y a partir de la explosión del hospital las acciones del Joker cobran un aire de imprevisibilidad que la misma proclama como única manera de sembrar el caos. Pero es posiblemente la incógnita de quién se oculta tras el maquillaje, las cicatrices y esa aterradora sonrisa lo que acaba por ser más aterrador en el Joker, un psicópata que parece salido de una cinta de terror y que por supuesto se ve ayudado por la intensa forma de la que Ledger se mete dentro de él, una de las interpretaciones más apasionantes del malogrado actor junto aquel pasional Ennis del Mar de Brokeback Mountain.
Al no haber nada cercano a ese ser carente de identidad, no hay ningún punto débil dónde flanquearle, no hay posibilidad de herirle, en cambio él conoce a la perfección a sus enemigos y sabe como herir a Batman haciéndole elegir entre su amor por Rachel y su amistad con Dent. Pero la jugada del Joker no termina ahí, se adelanta sin problemas a la decisión de Batman, usando a Dent para crear un monstruo, para llevar a ese tipo tan integro a lo más corrupto, a poder usarle como ejemplo de que no hay fe en la humanidad. Todas las acciones que Dent ejecuta como dos caras las hace como marioneta de un ser creado por Joker, que se descubra el pastel significaría la victoria automática del Joker y es ahí cuando Batman entiende eso de que o se muere héroe o se vive lo suficiente para ser villano. Y es que el Joker sale siempre victorioso de sus jugadas y tiene todo preparado con antelación, y es tan solo cuando falla en el propósito, cuando no consigue que ninguno de los barcos vuele al otro, cuando se debilita lo suficiente como para perder el enfrentamiento con Batman, cuando el mundo le fuerza a tener un punto flaco visible, un rayo de esperanza en la humanidad que permite que el bien que defiende Batman sea capaz de anteponerse a esas cicatrices que quizá son culpa de un padre o de un amor, pero seguramente no sea de ninguna de las dos.
BATMAN EN LA ACTUALIDAD Y LAS DIFERENCIAS CON BURTON
El Batman de Nolan no sólo se ha alejado por completo de lo que habíamos visto hasta la fecha del personaje, si no que ha dado una vuelta de tuerca al género de superhéroes acercándolo hasta un realismo que no era habitual en ninguna producción de este tipo, y a la que tampoco se han procurado acercar demasiado, con la salvedad quizá del nuevo Spider-Man, aunque los resultados sean bastante distintos. Desde luego ha hecho de este acercamiento, que bebe no sólo del cine de mafias de los años setenta que se origino a raíz del padrino, si no también del clásico cine negro, su principal seña de identidad ha sabido trabajar con ello sacando a los héroes y villanos de lo caricaturesco del cómic a un ambiente mucho más real y tétrico que el gótico Gotham presentado por Burton.
La estética de la película de 1989 bebía directamente del cómic, Burton metía por un lado la oscuridad propia del personaje y que siempre han tenido sus films, planteaba una Gotham con influencias directas del expresionismo alemán que difiere directamente con el cielo de rascacielos neoyorquinos que hay en las películas de Nolan, y lo fusionaba con una explosión de color nacida directamente de las viñetas y que creaba un estilismo muy identificable y que le sentaba muy bien a lo allí creado. Por supuesto, allí nunca se renunciaba a lo caricaturesco, y aunque también se presentaba algo turbio sobre el Wayne que interpretaba Michael Keaton nada tenía que ver con el Wayne que encarna Bale.
Nolan se enfrenta con un problema bastante evidente y es el de acercar a un mundo real la figura de ese vengador disfrazado de murciélago, algo que desde luego no suponía un problema en la película de Burton, al igual que no lo hace en otras adaptaciones mucho menos radicales que la de Burton pero que nunca renuncian a la estética cómic como pueden ser todas las realizaciones directas de la Marvel. Es cierto que en algún momento el personaje puede pecar e incluso de ridículo, como ocurre con ese modulador de voz tan exagerado y prescindible, pero resulta increíble la solvencia con la que Nolan acerca al personaje al espectador y convierte al justiciero en algo creíble y real.
No es difícil ver también en su Batman muchas situaciones del mundo contemporáneo, el hecho de que tan sólo cuatro años después del ataque del once de septiembre se estrenase Batman Begins, hace ver en ella y en esa ciudad tan corrompida por el mal hay muchas reminiscencias y sensaciones de las que albergaba Nueva York en aquella época. En este caso la maldad es algo mucho más visible que lo puede ser el terrorismo, tiene nombres y apellidos aunque nadie puede hacer frente y ha corrompido por completo a la gente a base de miedo. Un miedo bastante evidente en todos los personajes “Mi jefe lleva dos días desaparecido, en esta ciudad eso significa que hay que buscarte en el fondo del río” dice en un momento Rachel, y es un miedo que evoca bastante a la sensación de pánico generalizada que se vivía en Nueva York tras los ataques al once de septiembre. Al igual que ocurre con esa amenaza que es el Joker, una amenaza que no sabemos por dónde viene y que no tiene problemas para atacara a una ciudad herida.
CONCLUSIONES
Los principales fallos de la saga nos los encontramos en Batman Begins, el ya comentado problema con los villanos, así como bastante ineptitud por parte de Nolan al rodar escenas de acción, algo que vemos especialmente en dos secuencias, la de la persecución y la final. Nolan se pierde, nunca sabe dejar claro dónde está la acción, no deja constancia de lo que existe fuera de plano y la amenaza nunca se siente por encima. Por suerte, de cara a la segunda entrega, que además contiene muchas más escenas de acción que Batman Begins este ha sido uno de los problemas que mejor se han solventado, y aunque no podemos decir que Nolan se convierta de la noche al día en un gran director de acción, una más que correcta realización, sumada a la intensidad del guión, hace de varias de ellas secuencias realmente espectaculares.
Pocas pegas podemos ponerle realmente a El Caballero Oscuro, pero sería imposible que la película funcionase tan bien si no fuera por la elaboración del personaje existente en el primera entrega y aunque encaje a la perfección dentro de la trilogía, si muestra ciertas carencias a la hora de valorarla como una película individual, ya que si en la primera nos quejábamos del poco desarrollo de los villanos, aquí casi todas las acciones de Batman llegan de lo creado en la primera parte pese a la pequeña evolución que el personaje sufre en esta segunda entrega. Aún así es innegable que estamos ante una de las mejores producciones de Hollywood de los últimos años, pero para un servidor es una auténtica locura hablar de que estamos ante una de las mejores películas de la historia. Ahora sólo nos queda esperar y contemplar como Nolan cierra su trilogía sobre el caballero oscuro, desde luego si Bane se encuentra a la altura del Joker y su Batman sigue evolucionando, volveremos a ser testigos de otra gran película.