Blackthorn (Sin Destino) – Un hombre sin destino | La Cabecita

Doce años han pasado desde la primera vez que Mateo Gil se puso detrás de las cámaras para rodar su primera película, ‘Nadie conoce a Nadie’, un thriller con pretensiones hitchconianas, ambientado en la semana santa sevillana, una película que no funcionaba mal, pero resultaba bastante irregular, aunque nada que reprochar para una ópera prima. En este largo hiato entre sus dos películas, lo cierto es que Mateo Gil no ha dejado de trabajar, escribiendo guiones como los de ‘Mar Adentro’, ‘Ágora’ o ‘El método’. Cosa que no es poca.

Blackthorn es una película que desprende una gran cinefilia, se aleja totalmente de ese spaguetti-western rodado en Almería, que se nos viene a la cabeza cuando juntamos western y español en la misma frase, y esa acerca más al espíritu del viejo western americano de los años 40 y 50.

El atrevimiento de esta película no está solo en el género que toca, si no en la figura en la que se basa, un Butch Cassidy que llega a la memoria de todos con el rostro de Paul Newman en ‘Dos hombres y un Destino’, quizá la imagen tan fuerte que dejo de él la película de Roy Hill, ha hecho que el mundo del cine no se haya querido acercar a un personaje tan interesante como este.

Mateo Gil lo hace desde el respeto, contándonos una historia que se basa en las leyendas que dicen que realmente Cassidy no murió en aquel tiroteo en San Vicente en 1908, si no que siguió viviendo plácidamente en Bolivia, durante varios años más. Y son 20 años después de este tiroteo dónde se sitúa la película, en la que nos muestra un Butch ya sexagenario, y con suficiente dinero ahorrado para volver a EEUU y conocer al hijo de Sundance ¿O quizá el suyo? Que importa… Pero se cruzará por su camino un español que acaba de dar un golpe y al que le ayudará a huir de los que le intentan capturar.

Después de una breve introducción para presentarnos la condición actual del personaje de Cassidy, la película arranca con una preciosa escena en la que Sam Shepard cabalga llevando con él a varios caballos, acompañado por un paisaje que podría haber filmado Ford en cualquiera de sus westerns, y a ritmo de una versión preciosa versión de “Ain’t no Grave” de Johnny Cash. Desde ahí se convierte en toda una declaración de intenciones. Y no solo eso, si no que el espectador queda rendido a sus brazos, expectante ante lo que pueda llegar.

Y pronto llega Noriega y con él entramos directamente a la historia, un clásico del western, una huida que en cierta forma guarda sus paralelismos con la de Dos hombres y un destino, pero aquí se le suma un factor muy importante como es el contraste de edad entre sus protagonistas, una diferencia generacional con la que se juega muy bien durante toda la película.

Uno de los puntos fuertes de la dirección de Mateo Gil sin duda, es lo bien filmada que está esa huida, siendo constante la sensación de agobio en el espectador, pero no solo en esto destaca el director, que nos regala además unos cuantos planos preciosos ayudados por la maravillosa fotografía de Anchía, y escenas excepcionalmente ejecutadas como la llegada de las dos mujeres. A todo esto hay que sumarle un guión muy interesante que además regala al espectador un inesperado y fascinante giro final.

Poco a poco el western va resurgiendo de sus cenizas y esperemos que acabe volviendo con la importancia que un género como este debe tener, pero también esperemos que el cine español se siga acercando a géneros que no ha tocado nunca demasiado, pero sobre todo que lo siga haciendo con el talento con el que Mateo Gil rueda esta película.

3.5_estrellas