Vivir deprisa, amar despacio – El desasosiego de vivir | La Cabecita

Tras su paso por el Festival de Cannes y más recientemente el D’A Film Festival de Barcelona, Christophe Honoré nos trae su última cinta Vivir deprisa, amar despacio (Plaire, aimer et courir vite), un drama ambientado en la Francia de los años 90 y que narra el apasionado romance entre Jacques Tondelli (un fantástico Pierre Deladonchamps), un escritor desencantado y Arthur Prigent (Vincent Lacoste), un estudiante impulsivo y lleno de vida. Con claras resonancias de uno de los últimos monográficos sobre el sida, 120 pulsaciones por minuto, Honoré deja de lado el componente reivindicativo y político de Robin Campillo y decide centrar su atención en la relación de dos hombres con puntos de vista muy diferentes, pero a los que el desasosiego de la vida termina por unirles. Entremedio, un auténtico cóctel que mezcla la mejor esencia de la Nouvelle Vague, una banda sonora digna de mención y un gusto exquisito por la misé en scéne, donde la fotografía lo cubre todo con un bucólico tinte de color azul.

Francia, 1993. Aunque la terrible epidemia de sida que asoló el país a principios de los 90 parece haberse estabilizado, en parte también por los avances médicos y sociales, en el ambiente se respira un cierto halo de desaliento. En un acogedor apartamento de París encontramos a Jacques Tondelli, un escritor de éxito en sus treinta que vive con su ex amante y enfermo de sida, Marco (Thomas Gonzalez), y el hijo de este. Aunque parece tenerlo todo, Jacques se siente desdichado, vacío, como si su existencia careciera de sentido. Un buen día conoce a Arthur (Vincent Lacoste) en un pase de la película El Piano (The Piano). La química entre ellos es innegable. No obstante, su particular visión de la vida les empuja en diferentes direcciones: Jacques es solitario y está más preocupado por cultivar su interés por el arte y la literatura, mientras que Arthur enarbola el carpe diem y todavía está descubriendo su (homo)sexualidad. Todo cambia cuando Marco muere y Jacques enferma, obligándole a replantearse su vida y, por ende, su relación con Arthur. Esta dicotomía, la de vivir en un tiempo prestado y la pulsión que siente por la atractiva juventud y la visceralidad de Arthur, enredan a Jacques en un torbellino de locura sobre el que planea, como no, la muerte y el dolor de la enfermedad.

Honoré, que parece impregnar la cinta de un cierto contenido autobiográfico, esculpe los cuerpos desnudos sobre la pantalla a modo de oasis griego en el que, a pesar de estar atravesado por un aura de pesimismo, hay espacio para la belleza, para el contacto piel con pie, las miradas y los gestos, para las cópulas. Hay cierto encanto en la manera en la que los personajes aprenden a encontrarle el sentido a la vida en un momento social en el que estar vivo es el mejor de los regalos. Por ello, las acciones más banales como un baile, tomar un baño en la bañera o disfrutar de una buena copa de vino adquieren un significado diferente. Ante la conciencia de la muerte, los personajes de Vivir deprisa, amar despacio eligen la vida. Y cómo no hacerlo si quedan tantas cosas por hacer, tantas cosas por disfrutar, tantos cuerpos que disfrutar.

Vivir deprisa, amar despacio busca convertirse en el grito de una generación marcada por la enfermedad y la represión sexual. Honoré cocina su película a fuego lento, dosificando de manera inteligente los momentos de intensidad dramática que desembocan en un final irreversible pero no por ello menos efectivo. Como hiciera Campillo en 120 pulsaciones por minuto, la descomposición del cuerpo, esos cuerpos inmaculados que, sudorosos, se aman sin esperar nada a cambio, sucumben bajo el peso de la enfermedad. Ante este escenario, solo nos queda asistir a la muerte que se avecina, tanto desde el punto de vista del espectador como el del entorno de Jacques. Su gesto final es un puño alzado al cielo, una oda a la vida y un respeto a la memoria de aquellos que si lo intentaron sin éxito.

Título original: Plaire, aimer et courir vite Director: Christophe Honoré Guión: Christophe Honoré Fotografía: Rémy Chevrin Reparto: Vincent Lacoste, Pierre Deladonchamps, Denis Podalydès, Rio Vega,Willemijn Kressenhof, Adèle Wismes, Clément Métayer, Sophie Letourneur,Marlene Saldana, Teddy Bogaert, Adèle Csech Distribuidora: Surtsey Films