BCN Film Fest 2018 – Día 3 | La Cabecita

Un soleado y primaveral domingo acogió el tercer dia de festival, y se notaba en el ambiente más animado por los alrededores en un barrio normalmente ya animado de por si cómo es el de Gracia. Decidí ir al pase de Mary Shelley, de Haifaa al-Mansour. Una directora saudita que, vista su trayectoria profesional y su filmografía donde retrata el difícil papel de la mujer en ese país, es probable que se sintiera más que identificada con Mary Shelley y con el hecho de haber de desenvolverse y lograr ser respetada cómo autora en una sociedad llena de restricciones y prejuicios por razón de género. No en vano al-Mansour fue la primera mujer en dirigir una película en Arabia Saudí.

Por consiguiente, resulta indesligable en Mary Shelley su naturaleza de biopic con la del mensaje feminista, tanto por cómo era el personaje y su época, cómo por la trayectoria de su directora y coguionista. La historia parte con una Mary Wollstonecraft Godwin (Elle Fanning) aún adolescente, 16 años, que ya se muestra rebelde e inquieta, inspirada por igual por el peso del legado literario e intelectual de una madre de la que heredó el nombre y a la que nunca llegó a conocer, y por un padre, William Godwin (Stephen Dillane), también escritor e intelectual, que se debate entre animarla a encontrar su propia voz o aplacarla para evitarle los mismos sufrimientos que padeció su difunta madre. El hecho de conocer y enamorarse del poeta Percy Shelley (Douglas Booth) actúa de catalizador para que esta huya con él, emprendiendo así un largo y amargo camino a través de una relación tortuosa que desembocará en la creación, un par de años, más tarde, durante la famosa apuesta literaria que realizaron junto con John Polidori (Ben Hardy) y Lord Byron (Tom Sturridge) en su casa de Suiza ,de su criatura más famosa e inmortal: el monstruo de Frankenstein, protagonista de Frankenstein o el Moderno Prometeo. Indiscutiblemente, aún hoy, una de las obras más importantes del terror gótico y el género fantástico en general.

Lo más acertado del film, aparte del tratamiento de su componente feminista, es como plantea el lento proceso creativo, desde una Mary que intenta hacerlo a base de imitar a otros hasta la toma de conciencia de su propia verdad interna, y como esta cristaliza en una voz propia y única, siendo el dolor del monstruo, esa angustiante sensación de abandono,  la suya propia. Todo este camino que la llevó hasta la creación de la obra que la haría célebre se va insinuando a través de su periplo vital, con acertadas sugerencias visuales desperdigadas aquí y allá, resultando más estimulante cuando más implícito permanece, pero siendo malogrado, inexplicablemente, en una parte final que abusa del subrayado y la sobre explicación sobre todo lo que antes ya se había dado a entender de manera estupenda.

La película cuenta con un gran trabajo visual y una impecable recreación de la época, aunque sufre de algunos altibajos narrativos que lastran su ritmo en algunos momentos, probablemente algo menos de metraje la habría beneficiado en este aspecto. Por otro lado, destaca la excelente labor interpretativa de Elle Fanning y Douglas Booth que, pese a su juventud, logran impregnar por igual de energía creativa, pasión y dolor a sus personajes protagonistas, bien acompañados por un elenco de secundarios a la altura. Resulta una verdadera lástima que esos problemas de ritmo mencionados, junto a la falta de confianza final de la autora en su capacidad de haber transmitido con claridad su mensaje de manera más sutil, ensombrezcan en parte una película tan notable.