Solo en casa 2 – Los McCallister como institución de la Navidad | La Cabecita

Todos aquellos que nacimos después de 1984 y que por tanto vivimos nuestra infancia y adolescencia durante la maravillosa década de los ‘90s, tuvimos la suerte de crecer con un cine que crecía y maduraba a la vez que nosotros. Los ‘90s fueron una década en la que había cabida para prácticamente todo (cinematográficamente hablando). El cine se entendía como un entretenimiento colosal dentro del cual se encontraban películas pensadas básicamente para representar cada sentimiento y estación del año, algo en lo que por supuesto la Navidad tenía su propia denominación de origen.

Eran unos años en los que las películas en pro del verdadero entretenimiento se atrevían con todo, incluso con las secuelas – y lo más sorprendente de todo es que en su mayoría eran bastante dignas y en ocasiones alguna de ellas de forma extraordinaria eran exponencialmente mejor que sus predecesoras – lo que nos lleva hasta Solo en Casa 2: Perdido en Nueva York, una cinta que dignificó el concepto de las segundas partes y que dinamitó en su totalidad ese refrán cinéfilo (entonces  tan poco acertado y hoy tan cierto) de  “segundas partes nunca fueron buenas”.

Solo en Casa 2 eleva la premisa de su predecesora y la explota de todas las maneras posibles sin perder un ápice de su encanto original, convirtiéndola en un modelo institucional de segunda parte perfecta.

Su director el entrañable (a él no le conozco, pero por todas sus películas es la impresión real que me da) Chris Columbus logró un éxito descomunal con Solo en casa (1990), razón más que justificada para que solo dos años después se las ingeniara para repetir éxito con su secuela, que esta vez se desarrollaría en Nueva York. Porque si hay un lugar en el mundo que rebosa Navidad por cada uno de sus puntos cardinales ese es NY, y la cinta consciente de ello lo aprovecha hasta sus últimas consecuencias. En la película la Navidad se siente, se respira e incluso se mastica con cada uno de eso atracones a chucherías que se mete  entre pecho y espalda su protagonista Kevin ¿por que acaso hay algo más representativo de una buena Navidad que un atracón en el sofá junto a la chimenea viendo viejas pelis mientras afuera nieva? No, no lo hay y si lo hubiese estaría representado en esta película.

La delirante (y reconozcámoslo perversa) premisa de Solo en casa (1990), en la que un niño logra por un pequeño periodo de tiempo, aquello que todos los niños ansían que es convertirse en adulto, fue la baza no solo de esta producción sino de muchas otras películas apeladas como familiares durante toda la década de los ‘90. Pero fue Solo en casa la que con su secuela consiguió un hito por el que todavía hoy día se la conoce, algo que en palabras del periodista Juan Sanguino se resume como “el clásico navideño oficial de nuestra generación”, una generación que era capaz de emocionarse cuando Kevin se reencontraba con su madre junto al árbol de Rockefeller Plaza y de reirse cual hijo de una hiena con cada una de las programadas palizas que le propinaba a los ladrones, o como a ellos les gusta que les llamen “cacos pegajosos”.

La Navidad no es una fecha ni un día señalado en el calendario, la Navidad durante al menos un tiempo era un sentimiento evocador que nos recordaba que por muy desastrosa o particular que fuese nuestra familia, era nuestra familia, y mientras la tuviésemos cerca estaríamos a salvo y sería Navidad en nuestros corazones. Un elemento muy habitual en el cine de Columbus que marcó no solo su filmografía, sino a toda una generación de niños que crecimos sintiéndonos identificados con sus personajes. Unos personajes que pese a sus muchos defectos e imperfecciones, se querían y hablaban más de nosotros de lo que lo ha hecho nunca ninguna otra familia retratada en el cine desde entonces.

Solo en casa 2: Perdido en NY explota esa esencia única tan propia del cine de aquellos años en los que lo más importante era la fe, no la fe en Dios o la religión como baza para la vida, pero sí  la fe como elección de querer creer en aquello que real o irreal nos hacía sentir feliz. Del mismo modo en que la premisa de Casper (1995) utilizaba como eslogan aquella frase “ver es creer”, como baza para poder creer en lo paranormal, Solo en casa 2 hace la misma referencia para creer en la Navidad. Las referencias a la creencia en lo mágico o lo divino están representadas en la película en el personaje del Señor Duncan (dueño de la juguetería), un hombre “que vive por y para los niños”, que es evidentemente la mismísima encarnación de Santa Claus, y que su referencia es tan evidente que ni tan siquiera reparamos en pensar que es a propósito. Simplemente lo vemos y queremos creer que existen personas así de buenas, porque en los tiempos que corren creer en eso es tan difícil como creer en la existencia real de un señor que recorre el mundo entero en una sola noche en un trineo tirado por renos voladores.

Lo mismo ocurre con la metáfora del adorno navideño en forma de pareja de tórtolas  que el señor Duncan regala a Kevin, para que él guarde una y le dé la otra a aquella persona que que él quiera en señal de amor y amistad “porque mientras cada uno de ellos tenga su tórtola serán amigos para siempre”. Kevin nos regala el momento más emotivo y lacrimógeno de la película cuando decide darle esa tórtola a esa buena señora de las palomas del parque (que aunque nos duela es una sin techo y a la vez una de las personas más entrañables del mundo) mientras le dice “que nunca la olvidará”, ni tú ni nosotros. Porque desde ese preciso momento nunca más pasearemos por un parque con palomas sin pensar en esa señora que nos robó el corazón para siempre.

Porque al final Solo en casa 2 trata de eso, de sentir la navidad en nuestros corazones sea la época del año que sea y estemos donde estemos, porque la Navidad no es una comida en la mesa, ni un motón de regalos bajo el árbol, la Navidad es el amor a la familia y a los amigos y eso se puede – y debe – sentir cualquier día del calendario.

Otras películas navideñas que nos trajeron los ‘90s y que nunca envejecerán:
Eduardo Manostijeras (1990)
Pesadilla antes de navidad (1993)
– ¡Mira quién habla ahora! (1993)
– Vaya Santa Claus (1994)
– Milagro en la ciudad (1994)
– Mientras Dormías (1995)
– Un Padre en Apuros (1996)