Snow Cake – El hogar es donde está el corazón | La Cabecita

Snow Cake es una pequeña joya del cine independiente. Estrenada en 2006, la cinta de Marc Evans narra la historia de Alex Hughes (Alan Rickman), un hombre atormentado por su pasado que cruza el país para encontrarse con la madre de su hijo, fallecido en un accidente de coche cuando se disponían a conocerse. En medio del viaje tropieza con Vivienne Freeman (Emily Hampshire), una extraña y deslenguada chica de mechas lilas que hace autoestop. Alex se ofrece a llevarla, pero en un cruce de carretera son arrollados por un camión, provocando la muerte de Vivienne en el acto. Conmocionado con el accidente, Alex se ofrece a llevar las últimas pertenencias de la joven a su madre Linda (Sigourney Weaver) que vive en Wawa. Lo que no sabe es que esa mujer le permitirá, no sólo resarcirse de la muerte de Vivienne sino también de la de su propio hijo.

Muchas veces se habla de las películas navideñas en clave de reencuentro, sobre todo familiar e incluso amoroso. Cintas como Love Actually, Solo en casa o Un padre en apuros son parte ya de un imaginario colectivo que ha construido esta época del año, al menos en apariencia, sobre unos cimientos de recurridos clichés: grandes almacenes, paisajes nevados, Santa Claus, el regalo prometido, la ilusión de un niño o el clásico abeto adornado con guirnaldas de colores. Todo ello bien batido y sazonado conforma los ingredientes de la receta perfecta para cualquier cadena que necesita rellenar su parrilla de diciembre. Los espectadores se reúnen juntos frente a la pantalla en busca de una mirada que les devuelva ese mismo aire de optimismo que parece ofrecer la entrada de un nuevo año y la posibilidad de dejar atrás todo lo malo. En Wawa, Ontario, Marc Evans explora esa misma sensación de reencuentro (de renacimiento más bien) pero desde el otro lado: desde el no-hogar. Muchas veces se repite esa conocida frase de “Home is where heart is” que parece venirle que ni pintada al cuentecito de Evans, que explora a través de Alex la posibilidad de reconciliación de un hombre consigo mismo y con un pasado imposible de borrar. Alex, interpretado de manera magistral por Alan Rickman, ha perdido a su hijo, exactamente igual que Linda, una mujer de mediana edad que padece autismo. Su desconexión, que es la misma que padece Alex, es evidente. Pero más allá de subrayar lo que los hace diferentes, Evans se esfuerza en construir una brillante relación que rompe con cualquier estereotipo que hayamos visto en una cinta de tintes navideños. De hecho, lo único de navideño que tiene Snow Cake es el pastel de hielo.

Además de contar con un punto de partida interesante, Snow Cake es una delicia en cuanto a la construcción de su constelación de personajes, que arrastran incapacidades comunicativas evidentes. De hecho, el propio pueblo en si está ubicado en medio de la nada, alejado de toda civilización, y dónde ese propio componente de naturaleza salvaje, al menos para Alex que parece un tipo de ciudad, será clave para la conexión entre los personajes. Otra de las relaciones que merece la pena investigar, dejando de lado la mágica conexión entre el tándem Rickman-Weaver, es la del personaje de Maggie interpretado por una frágil Carrie-Anne Moss. Su acercamiento se basa en una mal entendido, de hecho, Alex abre su corazón ante ella porque es cree que es una prostituta. La frialdad de sus sentimientos, todo el hielo que le rodea, no es más que una coraza inexpugnable que Maggie logra atravesar aunque sea con una fina daga de amor propio. Y el hielo se funde como lo hace la incapacidad de Alex de volver a sentir algo puro, algo tan nimio como un pedazo de tarta de hielo o la libertad de saltar en una cama elástica. Su autocontrol le lleva a replantearse la vida como un nuevo capítulo en el que sacar la basura de Linda y cuidar de ella es suficiente para volver a encarrilar un nuevo horizonte.

Snow Cake es tan sencilla como espléndida. No es una gran historia, pero tampoco aspira a serlo. Es como una anécdota que se explica en el bar de un pueblo y que pasa de manera generacional como un must navideño. Porque su mensaje es puro y verdadero como el pedazo de hielo que Alex escondió en el congelador para Linda. El mensaje del reencuentro no siempre tiene que ser entre una familia o unos amigos, también puede ser entre personas que no se conocen de nada pero que necesitan reconectar con alguien, en navidad o en cualquier época del año. Snow Cake no es Love Actually pero ni falta que le hace.