Monstruos de Universal: El hombre lobo, de George Waggner | La Cabecita

A diferencia de otros monstruos clásicos como Dracula o el monstruo de Frankestein, que partían de un origen literario, el Hombre Lobo, tal como se evoca su figura en la imaginería moderna, es una criatura puramente cinematográfica.

Si bien es cierto que las referencias a la licantropía, como al vampirismo, están presentes desde hace siglos en el folclore y las leyendas de multitud de culturas, el mito, el arquetipo del monstruo tal como conocemos hoy en día, se originó en esta película. En ella se convirtieron en canon aspectos esenciales que anteriormente no se encontraban en el folclore como la necesidad de la plata para matar a la bestia, su transmisión como una enfermedad por la mordedura de un hombre lobo, su asociación con la luna llena, su aspecto antropomórfico…

Es verdad que tampoco fue la primera película sobre el monstruo, la obra fundacional, también de Universal, fue “El lobo humano” (Werewolf of London), de Stuart Walker (1935), pero sí que fue la que estableció el arquetipo definitivo y permanece en la memoria colectiva, mientras que el film de Stuart Walker es desconocido para la mayoría del público, una rareza que además no introduce aún elementos importantes como la plata. Se podría decir que sirvió más como un prototipo para forjar el mito definitivo.

Ya que en este caso no hay ninguna base literaria de sobras conocida sobre la que se edifique la película, la sinopsis de manera resumida sería la siguiente: Tras años de ausencia en Estados Unidos y tras la muerte de su hermano mayor, Larry Talbot, el hijo de un noble, regresa a la mansión familiar en un pueblo de Gales. Allí conoce a Gwen, la hija del anticuario, a la que comienza a cortejar, mientras, una feria gitana llega al pueblo y durante la noche es atacado por un lobo al que consigue matar, no sin ser mordido por él antes. A partir de ese momento empiezan a sucederse los ataques de una extraña criatura nocturna a los lugareños.

El protagonista absoluto es Lon Chaney Jr., que además de aportar una notable envergadura y presencia física a su personaje, hace una labor más que correcta en medio de un buen reparto que incluía a nombres como Claude Rains como el patriarca Talbot, o Bela Lugosi en un breve papel como “Bela”; y donde establece una buena química en pantalla con la protagonista femenina interpretada por Evelyn Ankers, pese a los rumores que no se llevaban demasiado bien en el plató.

Lo más destacable del film es la lograda y sugerente atmósfera que logra crear que le confiere una cierta tonalidad de cuento de hadas fantástico, una historia para no dormir ideal para contar entorno de una fogata nocturna en un bosque rodeado de niebla como los que brillantemente se muestran en el film. La realización, sin ser excepcional, es lo suficientemente hábil para que la historia fluya con agilidad y los efectos especiales eran  más que aceptables para esos años y donde, probablemente, haya más que achacar a la censura de la época que a la falta de visión y habilidad de los responsables el hecho que no se explayen demasiado en las transformaciones y los ataques de la bestia. El maquillaje para crear al Hombre Lobo, por otro lado, se nota cuidado y el aspecto definitivo logrado influenciaría a las obras posteriores de una manera u otra.

Es verdad que no es una obra maestra, no deslumbra en ningún aspecto concreto, pero décadas después se deja ver con facilidad y con agrado, conserva ese aire entrañable de las películas añejas que pese haber sido totalmente superadas a nivel técnico, siguen transmitiendo ingenuidad e inverosímil autenticidad en lo que te están contando. Un clásico, en definitiva.

A fin de cuentas, los hombres lobo en comparación con sus otros primos monstruosos, no han gozado de demasiada fortuna en sus múltiples adaptaciones al cine, pese a contar con el interés por ofrecer su particular visión sobre ellos de autores que van desde el novelista Stephen King a directores reputados como Joe Dante, John Landis, Mike Nichols, Neil Jordan… Curiosamente, las obras que han hecho más fortuna popular, y donde los licántropos no son simples comparsas, son aquellas que mezclan mito con humor, como la brillante Un hombre lobo americano en Londres, de Landis, o incluso Teen Wolf, de Rod Daniel. Quizá el exceso de pelo combine mejor con el desenfado.