Manchester frente al mar – Sin perdón | La Cabecita

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Manchester frente al mar es la tercera película de un Lonergan que, sea por razones propias o por problemas con las productoras, siempre tarda en entregarnos su nueva obra. Pero si eso nos sirve para tener un gran cine como éste y no un cine anual estrenado como si fuera el nuevo Pro Evolution Soccer, bienvenido sea el hecho de esperar. Lonergan vuelve a desgarrar al espectador como hizo con Margaret, aquella película masacrada más por la idea (no del todo cierta) de estar recortada y mutilada, la cual influyó en su público, que no por ser mala en sí. Manchester frente al mar resulta más contenida que la anterior citada, pero no deja de doler de la misma manera. 

Explorando el mismo tema que en toda su obra, la cuestión de la culpa y del sufrimiento causado por situaciones agonizantes donde, a pesar de no estar presente la mala voluntad o la intencionalidad, el personaje no puede huir de aquello que lo persigue, sin saber cómo encontrar la redención ni la tranquilidad. El mérito de Lonergan surge en aquella virtud tan perdida en gran parte del cine de hoy que se llama sutilidad. Más allá de la marcada coherencia que contiene cada obra de este director, donde los elementos trabajan en equipo y sin aplastarse para conseguir que la transmisión de aquellas sensaciones se muestren firmes y fluidas, aquello que permite que tal percepción se dé es el hecho de aplicar esa sutilidad en el discurrir del tiempo. Como ya conseguirían otros grandes en su tiempo y otras obras recientes (por citar algunas, Sully, de Clint Eastwood, El sueño de Ellis, de James Gray y Welcome to New York, de Abel Ferrara). En esas obras y en Manchester frente al mar de Kenneth Lonergan, el elemento de impacto que guía a la narración y la voluntad del director, al mismo tiempo que se disimulan y no se revelan de manera clara, obvia y violenta, se esparce a través de todos los elementos, tanto el guión, la luz, el montaje, las actuaciones, etc., ayudando a posibilitar el sentir la película como un todo y, a la vez, transmitir con humanidad, humildad y sinceridad aquello que se quiere transmitir. Esa es la grandeza de un filme que no duda en abordar cuestiones complejas, las cuales requieren de empatía, tiempo y paciencia, al mismo tiempo que el afectado, en este caso un magnífico Casey Affleck, no muestra signos que nos ayuden a entrar en su mente, a entrar en su vida, sino que expresa su dolor en rabia, lágrimas y desazón. Esa humanidad (que no “realismo”, adjetivo definitorio, malentendido y aplicado a gran cantidad de películas que nos ha llevado a alabar obras nefastas) es la que nos permite acceder a la mente de alguien que busca, desesperadamente, un significado vital.

Lucas Hedges and Casey Affleck in MANCHESTER BY THE SEA. Photo credit_ Courtesy of Amazon Studios

Manchester frente al mar viene a recuperar aquella idea (nunca perdida del todo) de que el cine debe transmitir emociones con todo su poderío, trabajando los diferentes elementos que componen a este arte para aupar ese propósito. Girar la cámara a lo loco, tirarla por ventanas, llamar la atención con continuas cámaras lentas, deslumbrar con un montaje desquiciado, crear experimentos conceptuales que se escinden del resto de herramientas, realizar montajes musicales con el fin de golpear continuamente al espectador, por lo tanto, serían diversos usos de los elementos cinematográficos que pueden ayudar a poner al director en la boca de todos los amantes de festivales, a colocar la obra al frente de todos los medios o a generar la locura popular instantánea, muy característica de esta época, debido al impacto de los fuegos artificiales, pero en poco ayudan a sostener, alimentar, desarrollar y agrandar ese arte llamado cine. Lonergan se coloca, sin embargo, en una posición, tal y como hacen artistas como James Gray, Clint Eastwood, Abel Ferrara, Sofia Coppola, entre otros, de concebir el cine como un conjunto para, a partir de ahí, llegar a una coherencia, una armonía, que permite que se desenvuelvan con naturalidad, sin gritar, sin agitar los brazos en un gesto desesperado de llamar la atención del espectador, aquellos elementos que el director pretende comunicarnos con cada fotograma. 

Por esas razones, la última película de Lonergan es más importante, de lo que puede parecer en un principio, para el cine y para el espectador que se interesa en qué surge cada año, en las carreras de los directores, en las bases, las razones, el uso y la evolución del cine. Estamos probablemente ante una de las mejores películas del año. Con suerte, el cine de Lonergan, Gray y tantos otros inspirarán a muchos a realizar un cine más sutil, más humano, más fuerte, más fluido y no tan egocéntrico, adolescente, artificial como algunos directores, que ya sabemos cuáles son, que perpetran un cine que pretende deslumbrar con complejidad, inaccesibilidad e intelectualidad a partir de acciones que solo se antojan transgresoras, enrevesadas y trascendentes en su superficie, siendo fáciles de poner en evidencia. En todo caso, es mejor centrarse en las obras que mueven verdaderos sentimientos, en ese caso, Manchester frente al mar se erige como una de las mejores en tal materia este año, tal y como en 2016 lo hizo 45 años, de Andrew Haigh.

5_estrellas

Título original: Manchester by the Sea Director: Kenneth Lonergan Guión: Kenneth Lonergan Música: Lesley Barber Fotografía: Jody Lee Lipes  Reparto:   Casey Affleck, Michelle Williams, Kyle Chandler, Lucas Hedges, Tate Donovan,Erica McDermott, Matthew Broderick, Gretchen Mol, Kara Hayward Distribuidora: Universal Pictures Fecha de estreno:  03/02/2017