Nuestra hermana pequeña – Hermanas de la familia Koda | La Cabecita

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Hirokazu Kore-eda es un director lleva ya bastante tiempo dejando claro que quiere parecerse al maestro Yasujiro Ozu. Sus películas han acabado centrándose definitivamente en familias de clase media (a veces media alta, a veces media baja) y en sus problemas más o menos cotidianos, levemente sobresaltados a veces por alguna situación algo más dramática que las otras o, como mucho, por elementos, aunque dramáticos, tan naturales como una muerte o un nacimiento. Así, la pregunta que surge es, ¿ha conseguido acercarse, después de ya bastantes películas, a semejante titán del cine japonés? Viendo su última película estrenada entre nosotros al menos uno puede concluir que sí va adquiriendo algo de la serenidad y sabiduría de Ozu (aquel “es bueno que una película tenga una estructura dramática elaborada, pero no es bueno que esa estructura destaque sobre el drama”, aunque la cita no es literal), aunque todavía estemos lejos de esa trascendencia a la que Paul Schrader dedicó un libro.

Aunque Nuestra hermana pequeña está basada en un “manga” de gran éxito en su país, Umimachi Diary, o Diario de una ciudad junto al mar (que al parecer adapta muy libremente), la principal referencia para Kore-eda sigue siendo el ya citado Ozu, hasta el punto de que la “ciudad junto al mar” elegida para la filmación de la película es Kamakura, lugar donde yacen los restos mortales del director. En ella transcurre la vida de las hermanas Koda (cercano a aquel título de Ozu de 1941, Hermanos y hermanas de la familia Toda”), tres hermanas que han vivido solas en la enorme casa familiar de su abuela, desde que su madre cambió de vida (sin abandonarlas nunca del todo, pero distanciándose). Cuando fallece su padre, que también las abandonó para casarse con otra mujer, y acuden a su funeral, conocen a la hija que dicho padre tuvo con su segunda esposa, conectando inmediatamente con ella tanto que la invitan a vivir con ellas una temporada en la casa familiar, y el resto de la película se dedica a observar la tranquila, a veces idílica, a veces marga existencia de las cuatro, cómo se van conociendo, y cómo van lidiando con el fantasma de los abandonos de su padre y su madre, catalizado todo ello por la presencia de la hija por quien el padre las abandonó. Nada espacialmente trágico pasa, ni nada excesivamente feliz, más allá de la observación de la cotidianeidad, de la belleza y tristeza normales de la vida, mirada con melancolía y serenidad. Sin embargo, en esta aparentemente levísima trama, sí vamos viendo sentimientos que evolucionan, pensamientos que ayudan a los personajes a comprender las decisiones de los demás y a aceptarlas como parte de un mundo en el que todos debemos aprender a convivir no solo con nuestros propios fallos humanos y nuestro propio pasado, sino también con los defectos y el pasado de los demás, y sus decisiones, erróneas o acertadas, que nos afectan inevitablemente.

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La llegada de un nuevo e inesperado miembro a la familia supone así tanto un acertado motor para el desarrollo dramático, por sutil que sea, como una metáfora de esos ajustes emocionales y materiales que cada uno debe hacer para convivir con los demás, con el pasado, y con el paso del tiempo en general.

Estamos entonces, sí, muy cerca de Ozu. Se puede incluso argumentar que quizá Kore-eda haya perdido en esta ocasión algo del propio Kore-eda en su deseo de acercarse a su referente: en anteriores películas suyas había una punta de cinismo, o de sarcasmo, muy poco complaciente con la naturaleza humana y muy diferente de la aceptación más zen de Ozu, y aquí prácticamente ha desaparecido, aunque siga habiendo un humor inteligente, si bien algo más sutil y blanco que en el pasado. En ocasiones, incluso, podríamos decir que se acerca, aunque no llegue nunca a pisarlo, al terreno de lo blando y lo cursi, de tanta comprensión humanista como empieza a haber en todos los personajes que vamos encontrando (que son muchos), pero aun así el resultado es hermoso, aunque no llegue a la profundidad existencial de su maestro. Podríamos decir que es una de las películas más hermosas del director, un film muy redondo y bonito, aunque esa “redondez” implica, precisamente, que haya abandonado las artistas y el filo que hacían a obras como Still Walking más personales y desafiantes. Afortunadamente también van desapareciendo los primeros planos de manos tocando flores o intentando alcanzar mariposas que parecían forzar el elemento natural y bonito en anteriores ocasiones, y quizá por eso dé.

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Mención aparte merece el casting: una película como ésta, que se dedica simplemente a la observación de unos seres humanos que no hacen nada especialmente excitante, necesita de actores que se comporten con absoluta naturalidad ante la cámara, pero que sean lo suficientemente expresivos como para, sin forzar nunca la gestualidad, transmitirnos esas sutiles evoluciones internas. En la era del cine clásico Japón dio un ramillete de actrices de la talla de Hideko Takamine, Kinuyo Tanaka, Setsuko Hara o Machiko Kyo, obviamente ninguna de ellas grandes estrellas en occidente, pero todas ellas actrices enormes que trabajaron con todos los grandes directores de su tiempo y cuyos nombres han quedado grabados al menos en la memoria de los cinéfilos. Desde entonces es difícil encontrar actrices japonesas que hayan tenido carreras tan largas, prominentes y estelares como para traspasar fronteras y que sean tan conocidas en nuestro ámbito como sus predecesoras, pero viendo Nuestra hermana pequeña solo cabe desear que Japón dé directores tan buenos como para aprovechar al máximo el talento de estas mujeres, a las que nombraremos precisamente para eso, para ir familiarizándonos con sus nombres: Haruka Ayase, Masami Nagasawa, Kaho y Suzu Hirose. No solo son naturales y expresivas al tiempo, sino que tienen una química absoluta entre ellas, transmitiendo perfectamente la familiaridad con la que uno espera que se comporten unas hermanas que han vivido juntas durante más de veinte años. Y el resto del elenco, hasta en los papeles más pequeños, está a la altura: uno de los mayores placeres que la película ofrece es simplemente ver a estos actores interactuar, y olvidarse de que uno está viendo actuaciones, sentir que está espiando las vidas reales de distintas personas a las que apetece conocer.

Solo por eso ya merecería la pena acercarse al cine a ver esta película, pero además es sentida, y emocionante. Quizá no sea la mejor película de Kore-eda, pero sí es probablemente la más bonita, en el sentido más noble del término.

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Ficha técnica:

Título original: Umimachi Diary   Director:  Hirokazu Kore-eda Guión:  Hirokazu Kore-eda Música: Yôko Kanno Fotografía: Mikiya Takimoto Reparto: Haruka Ayase, Masami Nagasawa, Suzu Hirose, Kaho, Ryô Kase, Ryôhei Suzuki,Rirî Furankî, Shin’ichi Tsutsumi, Jun Fubuki, Kentarô Sakaguchi Distribuidora: Golem Distribución Fecha de estreno: 23/03/16