La escena indiscreta – El Protegido | La Cabecita


La escena indiscreta – El Protegido por lacabecita

Corría el año 2000 y un M. Night Shyamalan encumbrado rápidamente gracias el éxito de crítica y público de El Sexto Sentido (1999), firmaba una nueva propuesta protagonizada por Bruce Willis, en esta ocasión dejando atrás la temática sobrenatural para adentrarse en el, ahora de moda pero por esos años bastante inhóspito, género de superhéroes, que generó opiniones divididas, sobre todo a partir de un giro de guión final sorprendente que, esperándolo ya después del de El Sexto Sentido,  muchos calificaron aquí de forzado. La película, con el engañoso título aquí de El Protegido, pero con el mucho más revelador título original de Unbreakable (Irrompible), cuenta como tras un terrible accidente de tren su único superviviente, David Dunn (Bruce Willis), del que sale milagrosamente indemne, es contactado por un misterioso personaje, Elijah Price (Samuel L. Jackson), que le cuenta una extraña teoría sobre por qué él ha sido el único que ha conseguido sobrevivir a tal desastre: los superhéroes de los cómics están basados en la realidad, y David podría ser uno de ellos.

Shyamalan compuso aquí lo que podría considerarse la precursora al enfoque “realista y serio” de las películas de superhéroes, que Nolan desarrollaría tan bien años después con su trilogía dedicada a Batman, y la que aún hasta hoy podría considerarse una de las mejores, sino la mejor, exponentes del género, tejiendo a través de una trama pausada y estudiada al milímetro lo que sería la génesis del superhéroe. A lo que en el resto de films se suele dedicar el primer arco argumental, Shyamalan le dedica toda una película de una manera magistral.

En el mundo de los comics de superhéroes una regla no escrita es que la verdadera medida del héroe viene dada por los villanos a los que combate. Shyamalan coge esta convención y, hábilmente, le da la vuelta para hacer una profunda reflexión sobre el género y sus claves, en la que héroe y villano vienen a ser reflejos deformados uno del otro, diferentes extremos en ambos espectros de la realidad o la sociedad, extremos que a veces se tocan más de lo que pudiera parecer a primera vista. Esta idea de destinos, a la vez opuestos pero complementarios, está desenvolupada a través de una magnifica dirección y una minuciosa planificación en la composición de los planos, movimientos de cámara y puesta en escena que ya queda patente en las dos escenas iniciales de la película (que son asimismo la presentación de los dos personajes principales), íntimamente ligadas en cuanto cobran pleno significado cuando se contraponen una con la otra, como héroe y villano.

En la primera escena asistimos al nacimiento de Elijah Price en una tienda, apodado Mr. Cristal por los otros niños, en la que el médico que acude comprueba incrédulo como el lloroso niño ha nacido con los huesos de brazos y piernas rotos. La planificación de esta escena es muy reveladora: empieza a través de la imagen reflejada de un espejo (recurso que se usará luego diversas veces al presentar a Elijah en diferentes momentos de su vida); una convención en el cine es usar los espejos e imágenes reflejadas como señal de dualidad, de que no deberíamos confiar demasiado en lo que se nos muestra y que probablemente tenga un significado oculto. Al significativo uso del espejo aquí hay que añadirle que Shyamalan lo usa para componer dos espacios o realidades diferenciadas mediante el movimiento de la cámara: en la imagen “real” nos muestra a la madre y al bebe, y en la imagen reflejada el resto de personajes y mundo, señal del aislamiento, incomprensión y soledad de Elijah que va encontrar y sentir respecto del mundo que lo rodea, a excepción de su madre, que es la única que siempre lo apoya y comprende. Incluso cuando el médico lo coge en brazos y pasa a través de un movimiento de cámara panorámico de izquierda a derecha de su reflejo en el espejo a mostrarse también en el “mundo real” de Elijah y su madre, Elijah siempre queda fuera de plano, mostrándose su imagen únicamente a través del espejo, indicándose así su extremo aislamiento, ya que aunque su madre pueda compartir ambos mundos y relacionarse con otra gente de forma normal, él no.

La escena acaba con un último movimiento de cámara haciendo una panorámica de derecha a izquierda hasta la cara de la madre de Elijah, al percatarse de su extraña enfermedad.

En contraste, la escena siguiente, que sirve de presentación para David Dunn, empieza también con un reflejo en la ventanilla del tren, aunque en esta ocasión compartiendo plano con la imagen real de David. Aquí también hay una cierta verdad oculta en él por revelar, aunque no en el mismo sentido ni tan oscura como la de Elijah. El reflejo no se usa para Dunn como un elemento definitorio que lo aísla del resto de la sociedad/mundo, en cambio si se usan otros recursos para hacerlo: reencuadres usando los espacios entre los asientos del tren (justificados hábilmente a través de la mirada de la niña) y movimientos de cámara que, significativamente, empiezan en sentido opuesto al de la escena con Elijah, con una panorámica de derecha a izquierda. Esta tónica de reencuadrar a David en todo momento en la composición de los planos seguirá patente a lo largo del resto de la película y transmite diversas cosas: primero, sobre la naturaleza de sus poderes, ya que contrariamente a Elijah, David está “protegido” naturalmente contra daños físicos y enfermedades; pero, en segundo lugar, esa protección, el poder que le hace especial, también lo aísla del resto: como Elijah, David siente la soledad del que se sabe diferente y que no encuentra su lugar en el mundo ni sentido a su existencia. Shyamalan revela, además, diversas cosas sobre la vida de David usando solo acciones de personajes; por ejemplo, como él esconde su anillo cuando conoce a la joven que se va a sentar al lado indica un matrimonio infeliz, esto no hace más que resaltar la soledad que ya se nos sugería con la composición. Así pues, pocos personajes logran romper el aislamiento de David, entrando en su “zona de seguridad”: primero su hijo, y luego, bien entrada la película, su esposa cuando su relación empieza a recomponerse y David acepta por fin su verdadera naturaleza. Finalmente, una tercera función de esta forma de componer la imagen mediante reencuadrar y separar a los personajes en un mismo plano es remitir de una forma sutil y orgánica a la composición de las páginas de los cómics en viñetas.

La escena está a punto de llegar a su fin cuando David se percata que el tren coge una velocidad excesiva y algo va mal, entonces Shyamalan hace una brusca panorámica de derecha a izquierda desde la ventanilla donde David se refleja (recordemos que para indicar su dualidad y una naturaleza oculta) y se ve el paisaje pasar a toda velocidad hasta el otro extremo del pasillo. Un movimiento de cámara que remite directamente al mismo con el que acababa la escena de presentación de Elijah y su madre se percata de su enfermedad, relacionando así, por tanto, de manera inequívoca ambos acontecimientos.

Estas dos escenas de presentación también contrastan cromáticamente: mientras en la escena de Elijah predominan colores cálidos y luz de interior, que remiten más a emociones pasionales y fuertes, la fotografía en la escena de David usa tonalidades frías y con luz diurna, que transmite más una cierta tristeza o desazón. Este contraste de cromatismos indica que mientras Elijah transmuta su soledad y aislamiento en un elemento pasional dominado por la rabia contra el mundo y la frustración por su condición, David lo hace con una aparente calma y frialdad que no hace sino encubrir la profunda tristeza que siente por la vida que lleva, no enfado por sentirse diferente, sino por el íntimo y no reconocido convencimiento de no hacer lo que supone que él tendría que estar haciendo. Durante el resto de la película se seguirán dando estos contrastes cromáticos (aunque no en todas las escenas, ya que los personajes también sufren una evolución en sus emociones), y el uso de las tonalidades frías y cálidas para transmitir los diferentes estados de ánimo por los que pasan los personajes.

Héroe y villano, pues, dos escenas de presentación que se contraponen claramente pero, a la vez, se complementan. Tal como se dice durante la película, “… ¿en un comic sabes cómo se nota quién va a ser el villano más malvado? Es justamente el opuesto del héroe. Y la mayoría de las veces son amigos”. De esta manera, Shyamalan dándole hábilmente la vuelta al precepto de que la medida del héroe viene dada por la de su villano, de hecho nos muestra como al revelarse el héroe, el villano encuentra por fin su medida, su sentido y lugar en el mundo. Así, de hecho, nunca hubo un giro sorpresa o pirueta argumental final (y mucho menos forzado), ya que como pasó con El Sexto Sentido, todo estaba allí desde el principio, dejando Shyamalan pistas y señales de ello a lo largo de todo el metraje, solo hay que saber dónde mirar en los dos extremos del espectro para que todo cobre un sentido completo.