Festival de Cine Documental de Amsterdam 2015 – Tercera crónica | La Cabecita
Sonita Still 6

Sonita, Rokhsareh Ghaem Maghami

Los últimos días del festival llegan y conocemos algunos datos oficiales que marcan en 255,000 el número de visitas a esta edición de IDFA.

Aunque la estructura de este festival es algo particular y la entrega oficial de premios se hace el miércoles, casi 5 días antes de que se termine oficialmente, no es hasta el final que nos enteramos del premio de la audiencia que este año recae en Sonita, que ya se había llevado el IDFA DOC U. El público ha votado a este documental iraní que habla del problema de las niñas afganas vendidas como esposas con un 9,2, quedando por encima de películas como Human o Mr.Gaga.

Sonita no solo es un documental dirigido por Rokhsareh Ghaem Maghami, sino también el nombre de su enigmática y luchadora protagonista una joven afgana que vive como refugiada en Irán junto a la esposa de su hermano. Sonita Alizadeh tiene 18 años, pero también dice que podría tener 15 porque no tienen ningún papel que certifique su fecha de nacimiento. Sonita dice que sus padres son Michael Jackson y Rihanna, y que ella es una rapera famosa, pero más allá de su libro de collage su familia biológica vive en un Afganistán asolado por los conflictos y todavía muy anclados a tradiciones patriarcales y en contra de los derechos humanos. Sonita pasa sus días en un centro iraní que ayuda a niños refugiados y ve como una a una sus compañeras van siendo vendidas al mejor postor para contraer matrimonio antes de cumplir la mayoría de edad. Ella escribe canciones de rap que sueña con cantar y concienciar sobre la terrible situación, pero tanto en Irán como en Afganistán cantar para una mujer está prohibido. Hasta que un día le llega a ella la hora de ser vendida a un hombre de mediana edad afgano, y todas las esperanzas de la joven de convertirse en una gran rapera se derrumban. La situación límite en la que su vida se ve, como otras tantas chicas de su edad, denota lo absurdo de un sistema desfasado que oprime tanto a mujeres como a hombres. La insistencia de la familia se debe a que el hermano mayor de Sonita desea casarse también, pero necesita el dinero de la venta de su hermana para pagar su propia dote.

Es en este momento cuando la relaciones entre Sonita y Rokhsareh dejan de ser tanto visual como conceptualmente una mera directora-entrevistada y se convierten en algo más. Este documental pone en cuestión la intervención del director en el desarrollo de las historias que documenta. Como decía su directora “yo me debatía entre mi parte de directora y de persona… Ay, vaya eso quiere decir que los directores a veces no somos personas.” Un debate muy interesante dentro del mundo del documental, ¿Hasta que punto un director puede intervenir en las vidas de sus personajes? ¿Es legítimo que sus acciones encaucen esas historias de forma muy distinta a lo que serían sin su presencia?

Sonita es una pieza esencial que baila entre el retrato de una joven especial, con una energía arrolladora y un acercamiento intimo a la realidad de esos números que oímos cuando hablan de niñas vendidas, de matrimonios concertados con adolescentes, de lugares de conflicto y de refugiados. Sonita se vuelve una luchadora, alguien que por muchas puertas que este documental le haya abierto quiere volver a su país y desde ahí ayudar a las que como ella estuvieron a punto de sacrificar su futuro. Y es algo que repite y repite cada vez que se le preguntaba en los cine-forums y entrevistas, ya que IDFA contó con la presencia de la protagonista.

Snow Monkey

Snow Monkey, George Gittoes

Si nos tenemos que quedar con algo de Sonita, es la positividad que esta joven nos enseña y con sus videoclips de denuncia. Aquí va uno:

También desde Afganistán, un país bastante representado este año en IDFA tanto producciones locales como de la región pero que hablan de conflictos provenientes del país, nos sorprendió encontrarnos con Snow Monkey del australiano George Gittoes: un sorprendente adentramiento en la vida de Jalalabad, una región muy alejada y dañada por el conflicto con los talibanes. Gittoes, activista y artista, lleva 9 años residiendo en esta complejísima zona, donde junto a su mujer ha creado The Yellow House, un refugio artístico y una productora de cine que ayuda a desarrollar la cultura pashtu, algo olvidada y reprimida durante el periodo talibán. En Snow Monkey, George realiza un retrato extremadamente íntimo de las “gangs” de niños callejeros, algunos de ellos eternos rivales, reclutándoles como actores de películas de acción pashto: atrevidas, arriesgadas y llenas de la violencia que estos niños experimentan como rutina diaria. Este documental, de corte cine B, juega a entre la realidad y la ficción contando la historias desgarradoras de estos chavales pero haciendo que ellos mismos las pongan en escena y las conviertan en algo más similar al cine de acción de sus héroes.

Hemos de destacar la mirada perturbadora y tan potente de Steel, uno de los protagonistas y líderes de una de las bandas más tenaces de Jalalabad. La mano con la que Gittoes es capaz de “domar” la rabia de este niño de unos 10 ó 12 años, que amenaza con cortarte con una navaja y pincharte con una jeringuilla infectada con SIDA, es increíble. Y es posiblemente lo que nos intrigue tanto de este documental, y nos entretenga hasta el final, esa mirada sin juicios que este extranjero se permite dar a una sociedad totalmente desestructurada y roída por los conflictos. Gittoes quiere saber, e indaga hasta el final, pregunta y juega su papel excéntrico para convertirse en psicólogo de esos chavales que le descubren que muchos de sus conductas agresivas se deben a la falta de dinero en casa.

Snow Monkey es una pieza brutal y significativa sobre los efectos de la guerra y la pobreza en los más pequeños, es la historia de jóvenes a los que les ha tocado crecer demasiado rápido, de niños que buscan lo que no encuentran ni en la sociedad ni en las familias en la vida de los mafiosos. Todo ello acompañado de un brutal atentado, una visita de los Talibanes a The Yellow House o  de diversas situaciones de inseguridad total, que ayudan a comprender las dificultades de la vida en Jalalabad.

Es una lección magistral que muchos trabajadores sociales y cooperantes deberían ver, para entender que a través del arte las situaciones de marginalidad y de violencia extrema, como la que estos niños de entre 5 y 13 años experimentan, se pueden subvertir y convertir en algo positivo.

A SYRIAN LOVE STORY 06

A Syrian Love Story, Sean McAllister

También hablando de los efectos de la Guerra y los conflictos políticos en una familia, se presentaba A Syrian Love Story del director americano Sean McAllister, también algo aclamada por el público pero sin ningún premio.

McAllister conoció a Amer Daoud, el padre de la familia, en el 2009 durante uno de esos viajes para prensa organizados por el régimen sirio para promocionar las bellezas del país y convertirlo en el nuevo destino turístico de moda. Sin embargo la historia que Amer quería compartir era bastante diferente, su mujer, Raghda, acaba de ser encarcelada por escribir un novela semi-biográfica demasiado crítica con el presidente Bashar Al-Asad. Raghda y Amer se conocieron en prisión, cuando ambos eran jóvenes y tenían agendas políticas similares en contra de la dictadura Asad.

McAllister nos lleva por las idas y venidas de esta familia con sus 3 hijos, desde la liberación de Raghda, su mudanza desde su casa en Tartus hasta el campo de refugiados palestino en Damasco, Yarmouk y su posterior exilio a Beirut y después a Francia. A Syrian Love Story se dibuja interesante debido a lo especial de sus protagonistas y lo complejo y crucial del tiempo en el que está rodada, desde el 2009 hasta el 2014, la primavera árabe, las revueltas en Siria, el inicio de la Guerra Civil y el éxodo masivo actual. Sin embargo, peca de ser demasiado simplona y banal, el trabajo del director a veces causa risa más que ayuda a empatizar con las dificultades por las que los personajes pasan. McAllister, que no habla árabe, no buscó a un traductor y fuerza a sus personajes a hablar siempre un inglés roto que no permite la espontaneidad y la profundidad con la que parece la familia quisiese expresarse. Esta historia tan brutal, completa y potente, se desperdicia alrededor de preguntas tan absurdas como “Es un cumpleaños triste, ¿no? Porque tu mujer está en la cárcel y no sabes si sobrevivirá o la volverás a ver en un par de décadas, ¿Verdad?” en el único momento en Amer parece sonreír junto a sus hijos mientras le cantan el cumpleaños feliz.  Parece que el director se empeña tan descaradamente en dirigir las conversaciones y los sentimientos a la imagen que él tiene en mente de como una familia debe descomponerse. Además el trabajo de cámara, operada por McAllister, es tan pésimo que no permite conectar con la historia o con los miembros de la familia, no hay prácticamente escucha o percepción del detalle que está ocurriendo y que es el más significativo de la escena, más que las palabras grandes.

 A Syrian Love Story podría haberse salvado si McAllister no hubiese querido estar tan encima de sus personajes, o tal vez la hubiese montado mejor para que no fuese tan obvio. O solo si hubiese sabido hacerse con un traductor que permitiese la conversación libre en el idioma que más cómodos se sintiesen los personajes.

afghanistan night stories 2

Afghanistan Night Stories, Alka Sadat

Afghanistan Night Stories, un retrato del primer ejército afgano en la historia y que tiene la difícil tarea de estabilizar un país que lleva en carne viva décadas. Esta pieza nos habla de las dificultades diarias para establecer el mandato militar tanto dentro de las tropas como fuera. Es un buen acercamiento desde un local a las historias de sus compatriotas, se agradece que por una vez se hable desde el punto de vista de los afganos y se les observe y escuche desde el mismo plano. Sin embargo, busca ser un retrato a lo Restrepo, pero se queda a medio camino, sin entretener ni acabar de informar del todo.

Crónica escrita por Alana Mejia  y Andrea Gálvez