Juana a las 12 – Soledad imberbe | La Cabecita

EyR73GLq_D0ZhOJHi1t-ft6vQ-4CR5KYo_X8GPDPcLE,II5Vtrn7ZwlGK7N7Nrm9dEh2lV242xxwVRuHQtA2W3A

Aunque pasó algo desapercibida en la última edición del D’A (Festival Internacional de Cinema d’Autor de Barcelona), la ópera prima de Martin Shanly Juana a los 12, sirve para reivindicar (de nuevo) el buen estado del cine argentino actual. Imbuido en el inevitable efectismo del “Dolan style” con un arcaico formato 1:1,33, el cineasta firma una obra pequeña y auténtica, centrada en la difícil educación de Juana, una niña de doce años que no sabe muy bien cómo se crece. Crítica y academia (éste último le otorgó el Premio Talents en el reciente D’A) parecen aclamar esta cinta de tintes independientes, que no se para a reflexionar a partir de formulismos y ornamentos innecesarios, sino que aboga por un cine naturalista, sincero y (a veces) hasta conceptual. Una buena muestra de que en Sudamérica están pasando cosas y algunas de ellas muy interesantes.

La primera secuencia de Juana a los 12 es ya toda una declaración de intenciones. En menos de dos minutos, Shanly sintetiza la tesis del film y fija un tono y un estilo que se repetirá a lo largo de todo el metraje, con la excepción del momento onírico de Juana en donde se regresa al clásico 2:35. Es innegable, por tanto, la influencia directa de Mommy de Xavier Dolan. No sólo a la hora de plantear un formato que ahoga a los personajes y los moldea para apretarlos con mano diestra entre los límites de un marco tan metafórico como real, sino también en la manera de controlar el ritmo, el uso de la pausa dramática y sobre todo la economización del lenguaje. Aunque aparentemente no se habla de nada, se habla de todo. Juana, interpretada por una magnífica Rosario Shanly, se mimetiza con un personaje tallado a medida y logra transmitir gran parte de su conflicto interno a través de la mirada. Esa mirada perdida de una adolescente en pleno crecimiento a la que nadie sabe (o quiere) ayudar. Y con esto no queremos decir que necesariamente Juana necesite ayuda, sino que Shanly la ubica en un entorno en el que “encajar” es un tema capital.

0biE-A1W9v9gBLqXw1eUceGhvcbQTJuSFbbBlfWes1A

Juana es una niña “aparentemente” ejemplar: estudia en un carísimo colegio bilingüe (Shanly llega a ridiculizarlo en algunos momentos como  la escena del pase de teatro), su casa es de renta media alta y tiene todo lo que una niña de esa edad podría desear. Pero, ¿realmente es cierto? El director argentino reflexiona sobre varios temas a lo largo de la cinta pero sobre todos ellos despunta el concepto de la juventud, de lo difícil pero a la vez sencillo que resulta encontrar nuestro lugar en el mundo. Juana y su madre, a la que parece obsesionarle el “que dirán”, mantienen una interesante conversación en el salón mientras esta última calca de manera milimétrica el dibujo de unos pájaros en un plato de cerámica. Juana le pregunta el por qué los pinta de manera tan precisa, si no es mejor que pueda adaptarlos a su propio gusto. Su madre, escandalizada, le responde que hay cosas que deben hacerse de determinadas maneras y no hay más. Una faja demasiado apretada para una niña con una creatividad que parece despuntar, pero a la que sus familiares y amigos (a excepción de una extraña mujer obsesionada con el mate) reprimen con fuerza. El metraje se estrella entonces con un tema recurrente en la obra de Garcilaso de la Vega como es el “collige, virgo, rosas” (coge, niña, las rosas), una alegoría a la volatilidad de la juventud y lo mucho que debemos aprender de ella. No parece caprichoso entonces, que Juana se pase buena parte de la cinta jugueteando con las plantas y flores de los alrededores del colegio en donde estudia, una referencia visual que parece regresar a los viejos tiempos del carpe diem y el amor romántico.

La mirada de Juana es la visión de un momento de la vida en el que todos nos hemos encontrado alguna vez. Quizás por ello su experiencia nos llega más adentro, más fuerte. Tal vez influye un guión sólido que no arremete en efectismos (más de los necesarios) y se centra únicamente en narrar la historia, sustentándose en unas interpretaciones que traspasan. El discurso sobre hasta qué punto debe una madre dejar volar a sus crías del nido o no se desenvuelve de manera orgánica, apostando por un objetivismo que a veces se nos antoja tramposo pese a su alto grado de verosimilitud. La fotografía acompaña con una paleta cromática basada en tonos pastel, oscuros y sin demasiada variedad, únicamente alterados en el sueño de Juana (en donde cabe todo lo que no cabe en su vida real).

NqThWzf2BmeivAhrsVfb8EwFCIQW3xiIsU-ahHDLr78

Juana a los 12 es un bello discurso sobre la infancia desde un punto de vista romántico, delgado, pequeño. Una ópera prima que sigue los pasos de un capullo que quiere ser flor. En un jardín mal cuidado y lleno de malas hierbas, Juana lucha por hacerse paso a machetazos entre relaciones que no entiende, responsabilidades que no le interesan y clases de historia en inglés. La nueva corriente del cine argentino ha demostrado despuntar por su sencillez y elegancia, y asienta las bases de lo que promete ser una corriente artística a la que seguir la pista. Shanly, por su parte, firma una cinta sencilla y cautivadora de principio a fin en la que el espectador logrará empatizar con Juana desde el principio, no tanto por la cotidianidad de la historia sino por la profundidad dramática y temática de la misma.

3.5_estrellas

 

Ficha técnica:

Título original: Juana a las 12 Director: Martin Shanly Guión: Martin Shanly Música: Juan Sorrentino Fotografía: Roman Kasseroller Reparto: Javier Burin Heras, María Passo, María Inés Sancerni, Rosario Shanly Distribuidora: Dire Films Fecha de estreno: 11/12/2015