L'Alternativa 2015 – Día 2 | La Cabecita

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Segundo día del festival, una jornada con pocas proyecciones de las secciones de nuevos films, en la cual hay dos que me han llamado mucho la atención, una de ellas creando una expectación muy grande alrededor suyo.

Le récit de mon péreUn buen audio-libro

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La primera de las dos películas que abordaremos hoy es un experimento parecido al que se pudo ver ayer en No Cow in the Ice, de Eloy Domínguez Serén. La gran diferencia entre la película del español con esta producción Belga es que, en el caso del primero, hay un interés artístico y una intención detrás. En Le récit de mon pére, el cineasta Phillipe Van Cutsem recoge en 82 minutos los videos caseros grabados por su padre con una Super 8 durante los años 70 y 80, mientras una voz en off explica, bajo la esencia del padre, todo un relato de su vida. ¿Por qué digo que no hay un interés o intención artística detrás? Porque a lo único que se limita es a contraponer dos caras de la misma moneda: un relato en forma de voz en off de los malos momentos de la vida del padre, y unas imágenes que muestran la cara más feliz de la familia, y ni siquiera funciona per se. Hay que ver lo bien que se podría haber jugado con el montaje, pues el concepto detrás de todo es interesante, pero es totalmente plano, sin condimento, y hace pensar que solo funciona para el propio director como recuerdo familiar. Es más, la peor justificación que puedo dar de mi enojo con la película es que, si el director hubiese puesto cualquier otra imagen bajo la guía de la narración en off, hubiese funcionado igual: indiferencia absoluta. Al menos la historia del padre tiene una pizca de interés, y no es mucho.

Una juventud alemanaGran documental al estilo soviético

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Por fin vamos a uno de los platos fuertes del festival: Une jeunesse allemande, documental que aborda los orígenes, desarrollo y final de los miembros y sucesos más importantes relacionados con la Facción del Ejército Rojo, un grupo terrorista alemán con ideales revolucionarios que azotó la parte occidental del país durante los años 60 y 70. Compuesto en su práctica totalidad de imágenes de archivo, mezclado con recreaciones grabadas al estilo de la escuela Dziga Vertov de la Alemania de la época, esta pieza funciona muy bien como resultado global, adoptando la esencia de los cineastas revolucionarios de la Alemania de la época para pasar a un punto de vista más objetivo respecto todos los sucesos. El viaje a través de los protagonistas es fascinante, recogiendo todas las influencias del montaje soviético como herramienta estética, además de adoptar de mayor lógica a los conceptos tratados sobre el comunismo y el revolucionario espíritu entre los jóvenes, convirtiendo la propia forma del filme en un aspecto más dentro de la atmosfera en la que se nos introduce. A través de las grabaciones de archivo propias de los cineastas revolucionarios, compañeros de causa y noticiarios de tv, entramos de lleno en la evolución de una ideología hasta la propia radicalización de esta, para cruzar la línea política hasta el asesinato. Los recursos usados son magníficos en su forma, pues la gran baza de Una juventud alemana es un montaje dinámico, alentador, y creativo, consiguiendo momentos de, incluso, verdadera belleza en el mensaje. Por poner algún ejemplo, uno de los momentos que más grabados se me han quedado ha sido una secuencia de aparatos electrónicos explotando en slow-motion bajo una música digna de Woodstock, justo después de uno de los discursos de la columnista feminista Ulrike Meinhof que daría por comenzada la radicalización del grupo. Un documento que te traslada de nuevo a las épocas en las que se experimentaba aún con el cine, se trataba como un juego en el cual habían muchas cosas por descubrir. Ambicioso (pero no valiente aunque parezca contradictorio), Una juventud alemana cumple con la expectación puesta sobre ella, convence, y se confirma como una película interesante por su contenido y su forma. Estaremos pendientes de los futuros trabajos del director, Jean-Gabriel Périot.