El lujo de la fama | La Cabecita

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El otro día me encontraba leyendo un artículo sobre los coches que tuvieron los famosos cuando eran jóvenes. Pero el problema no estaba en el artículo en sí (era curioso), ni tampoco en los famosos, sino que fue otro detalle lo que me llamó la atención: qué coche tuvieron los famosos de ahora cuando eran jóvenes. Y esto me llevó a reflexionar sobre ese gran tema que llamamos el mundo de Hollywood.

Puede que ayudara el que el día anterior me topara con un especial sobre Woody Allen donde en muchas de las imágenes aparecía Emma Stone. Yo creo que el detonante de esto que estás leyendo fue ese momento de pensar  “jope, Emma Stone, con sus 26 años, que lleva desde su adolescencia haciendo películas que la han llevado a formar parte del elenco principal de muchos títulos por todos conocidos… hasta protagonizar las dos últimas historias de Allen”. En ese momento no se me planteó el gran interrogante, pero resulta que si sumas Emma Stone con los primeros coches de los famosos de ahora, te sale una ecuación – al menos para mí – muy curiosa: ¿por qué todos los jóvenes que se hacen famosos hoy son tan ricos hoy? Quiero decir, Tom Cruise, Johnny Depp, Brad Pitt, Cameron Diaz o Leonardo DiCaprio (justo la generación que corresponde a adultos ya no considerados jóvenes) no tuvieron un primer coche caro y comenzaron sus pinitos en el cine en la década de los 80 y principios de los 90 (rondando la adolescencia y los 20). No estoy hablando de comparar la fama de unas generaciones con otras, porque entonces hablaría de esos actores clásicos cuya edad de cuarentones se disimulaba con el blanco y negro, porque no me refiero solamente a que cada vez más Hollywood está viéndose invadido por actores jóvenes pues esto es algo completamente natural. Me refiero a la inmensa cantidad de dinero que ganan esos jóvenes actores. Por supuesto que mi intención no es ni por asomo pararme a mirar cómo ha evolucionado la industria del cine para justificar estos salarios, más que nada porque no creo que sea una cuestión económica sino más bien social. Tampoco voy a ponerme a divagar con hipótesis sobre si esto se debe al crecimiento exponencial de las sagas para jóvenes y del cine indie o de la ampliación del espectro del público de las salas ni esas habladurías. Solo es una reflexión, tonta pero no absurda, simple pero no irrelevante, sobre qué está pasando con los actores de Hollywood, que si tienen suerte nada más empezar sus carreras con apenas 20 años ya pueden disfrutar del lujo.

Que me alegro por Emma Stone y el resto de actores y actrices compañeros y novatos que hay a su lado en la alfombra roja cada año en la Gala de los Oscar, sin lugar a dudas, pues disfruto con ellos en pantalla como con cualquier buen actor. Pero… ¿y si? ¿Y si se acostumbran a vivir tan bien que luego, si su fama cae, no sepan vivir no tan bien? Porque hay que mantener vivos a esos veteranos de los que hablábamos que empezaron sus andares en los 80 (e incluso los que llegaron antes) y que les queda mucha carrera aún por delante, hay que seguir pagando a esa generación joven y rica que atrae a las cámaras como si fueran girasoles ante la luz que desprenden, y también hay que seguir haciendo presupuesto para los todavía más jóvenes que intentan llegar al cielo de Los Ángeles con papeles de protagonistas en sus manos. Y las arcas de Hollywood cada vez son más grandes, y todos nos alegramos. Quizá no sea tanto un inconveniente como una ventaja para todos, y quizá deban sonreír como sonríen las casas de coches de lujo al aumentar sus ventas entre los jóvenes todos aquellos que observan con reticencia la posibilidad de que Emma Stone ocupe el puesto de Mia Farrow o Diane Keaton. Puede que todos podamos sonreír por la renovación de esas musas porque todo, hasta el cine, son etapas. Y me gustaría decir una última cosa más: me encanta disfrutar del lujo que son por sí mismos esos actores y actrices de hoy, y espero seguir disfrutando con ellos mañana.