Eyes Wide Shut – Hasta que el sexo nos separe | La Cabecita

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Cuando un cineasta irrepetible del talento de Stanley Kubrick posee una filmografía tan escueta pero a la vez tan inmensa como es la suya, uno no puede sentir más que admiración por dicho cineasta, capaz de congregar un buen número de obras maestras en una carrera artística tan breve. Kubrick, en más de 40 años de trabajo rodó sólo trece películas (once, si obviamos las primitivas y poco representativas Miedo y deseo y El beso del asesino), de las cuales más de la mitad podrían considerarse auténticas obras de arte dentro del mundo del cine. Escaso fue su trabajo, sí, pero también fue prolífico como pocos. Stanley Kubrick exploró prácticamente todos los géneros cinematográficos: cine negro (Atraco perfecto), cine bélico (Senderos de gloria y La chaqueta metálica), cine histórico (Espartaco), ciencia ficción (2001: Una odisea del espacio), drama de época (Barry Lyndon)… Incluso coqueteó con el western en Un rostro impenetrable, película que no terminó y que acabó firmando Marlon Brando.

Kubrick, ante todo, fue un director que quería exprimir todo su talento y es por ello que ninguna de sus películas se parece a otra. No es un director de sello personal a nivel visual como puede ser Andrei Tarkovsky o a nivel de temática como puede ser Alfred Hitchcock. No, Stanley Kubrick fue un cineasta capaz de conseguir que sus películas no tuviesen prácticamente nada que ver con la anterior y con la siguiente, y lo mejor, conseguir que diesen un resultado tan extraordinario en la gran mayoría de ellas. Probablemente Kubrick no sabía que, mientras la rodaba, Eyes Wide Shut, ésta sería su última película. Film que no llegaría a ver estrenado, pues el director norteamericano falleció a los pocos días de terminar su obra póstuma a los 70 años.

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Como legado, Kubrick dejaría al mundo la que, casi con total seguridad, sea la película que cause más controversia de todas las que hizo. Eyes Wide Shut, como era de esperar, no tenía absolutamente nada que ver con ninguna otra película del realizador neoyorkino. En su última cinta, Kubrick explora el estamento matrimonial y la infidelidad desde una perspectiva completamente sórdida, en un film dotado de una atmósfera penetrante y misteriosa y de un erotismo bárbaro. Kubrick sabía que su película destaparía opiniones muy diversas acerca de su último filme, y así ocurrió, pues Eyes Wide Shut dividió tanto a público como a crítica. Muchos tildándola de obra maestra y otros tantos tachándola de ser la peor película de Stanley Kubrick. Quince años después, la obra póstuma del maestro sigue causando la misma controversia, algo maravilloso.

Stanley Kubrick construye, básicamente, un cuento siniestro y enigmático que da pie a Eyes Wide Shut, cuento que puede tener infinidad de lecturas. La lectura que adquiere la obra póstuma del maestro para el que esto escribe es que Kubrick intenta destrozar y satirizar con saña el estamento matrimonial. Para ello se rodeó de la pareja de moda en Hollywood por aquel entonces: Tom Cruise y Nicole Kidman. Dicen las malas lenguas que Eyes Wide Shut fue el germen que propició la sonada ruptura de la pareja dos años más tarde. Kubrick, con su película, intenta expresar la banalidad del matrimonio, un mero contrato para guardar apariencias pero incapaz de satisfacer los deseos más ocultos de los cónyuges, que en el momento de revelarlos notan como su mundo se viene abajo.

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Tom Cruise y Nicole Kidman interpretan a Bill y Alice Harford, un matrimonio aparentemente feliz que goza de una vida acomodada y plácida. Viven en un bonito apartamento cerca de Central Park, se relacionan con gente distinguida, tienen hija pequeña, él es médico, ella trabajaba en una galería de arte… Básicamente lo que se considera un matrimonio bien avenido. Tras un prólogo en el que el matrimonio disfruta de una gran fiesta de unos amigos, en la que ella flirtea con un hombre maduro y él con dos hermosas modelos, podríamos decir que es realmente cuando comienza Eyes Wide Shut. El momento en el que Alice le confiesa a Bill, tras fumar marihuana, que hace años tuvo un verdadero deseo de serle infiel con un oficial de la marina, la película cambia de tono completamente.

En ese momento, un Bill destrozado por los celos que le provoca la imaginaria infidelidad  de su esposa, se pone una máscara ficticia (aunque luego se la pone realmente), ocultando su verdadero ser y transformándose en un hombre que solo busca vengarse de su mujer usando el sexo como arma. Es cuando podemos ver lo sumamente hipócritas y falsos que son los personajes que interpretan Cruise y Kidman. Bill, un hombre respetable y sobrio, cambia su actitud al escuchar el relato de su mujer, que a su vez queda retratada no como la honesta y fiel esposa que podíamos ver en el prólogo, sino como una mujer frívola e insatisfecha.

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La hipocresía y la falsedad envuelven a un Bill que decide emprender una especie de Odisea con el único fin de vengarse de su mujer teniendo sexo. Su primera parada es la casa de uno de sus pacientes, el cual acaba de fallecer. Allí, la hija de este se lanza a los brazos de Bill confesándole su amor por él, que la rechaza. Bill prosigue su viaje y se encuentra una prostituta con la que el médico parece querer intimar, pero una inoportuna llamada de Alice hace cambiar de parecer a Bill (¿remordimientos?), que no consuma el acto con la meretriz. La siguiente parada es un club de jazz en la que Bill se encuentra a un viejo conocido pianista, que le habla de un extraño lugar donde la gente va disfrazada y monta enormes orgías. Bill decide comprar un disfraz para colarse en la fiesta, no sin antes presenciar como la hija adolescente del tendero se lo monta con dos hombres mayores, con la consecuente reprimenda de su progenitor. Una vez en la fiesta, ante cientos de enmascarados que practican algún tipo de ritual antes de las orgías, una mujer enmascarada le advierte del peligro que corre estando allí. Bill desoye sus consejos, y acaba siendo descubierto. La mujer que le advierte se ofrece para ser “sacrificada” a cambio de que Bill pueda marcharse de esa peligrosa secta.

La experiencia nocturna ha hecho reflexionar a Bill, sabe que ha estado en peligro, pero no consigue sacar de su cabeza la imagen de su mujer montándoselo con el oficial, así que decide volver sobre sus pasos. Llama a la hija del paciente fallecido, pero el que contesta al teléfono es la pareja de esta. Bill se da cuenta de que es complicado y peligroso interponerse en esa relación, con lo cual descarta esa opción. Retorna entonces a la casa de la prostituta, que no está, aunque su compañera de piso le revela que esa misma mañana ha recibido unos análisis en los que pone que está contagiada de SIDA. Bill piensa que la intervención de su mujer con la llamada evitando la cópula ha sido algo casi divino, que le ha podido salvar la vida. Cuando acude a la tienda de disfraces para devolverlo, es el propio tendero el que parece querer ofrecerle a su hija para sus favores, ante la atónita mirada de Bill. Finalmente, el anfitrión de la fiesta del prólogo cita a Bill en su casa, y le confiesa que él estaba allí, que lo vio todo. La chica que lo salvó falleció esa misma madrugada a causa de una sobredosis, aparentemente. Su amigo pianista se ha esfumado sin dejar rastro, y Bill no puede dejar de pensar que el “sacrificio” de la mujer de la fiesta fue real, a pesar de que su amigo intenta convencerle de lo contrario.Todo ha acabado. Bill ha comprobado que el adulterio, el sexo fuera del matrimonio es algo tan fácil como peligroso. Otras parejas se rompen, puedes contraer enfermedades, tener problemas con la justicia o incluso morir, esa es la lectura que seguramente saca Bill cuando, derrotado, vuelve con Alice.

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No es que Kubrick pretenda aleccionarnos de ninguna forma con este extraño y perturbador relato, pero es claro que el neoyorkino quería lanzar un dardo envenenado a las parejas felizmente casadas. Demuestra con Eyes Wide Shut que todo es un cuento chino, a riesgo de querer generalizar, todo es falso, artificial. Por muy feliz que sea tu vida y lo bien construida y organizada que la tengas, hay deseos incrustados en la psique humana imposibles de reprimir, especialmente los relativos al sexo. Stanley Kubrick ha sentado cátedra, ha creado con Eyes Wide Shut una perfecta deconstrucción del matrimonio y la infidelidad, una siniestra y sórdida sátira. El matrimonio es una auténtica farsa, una especie de contrato escrito en papel mojado, un seguro sexual por el cual los cónyuges pactan un polvete de cuando en cuando sin correr riesgos. La infidelidad vive en todos y cada uno de los seres humanos que contraen matrimonio, de ellos depende despertarla y llevarla a cabo o no. La postura de Kubrick (y la de un servidor, si se me permite expresar mi opinión) parece clara en este ámbito, y es la de que el matrimonio es un contrato que, en el fondo, solo tiene una utilidad real: follar.