Cuatro fantásticos – Un niño que llora | La Cabecita

THE FANTASTIC FOUR

Hay un niño sentado en una butaca de un cine. Está esperando impaciente a que empiece la próxima película. La bolsa de palomitas ya va a la mitad, el refresco suena al sorber. Mientras que las luces se van atenuando y por la pantalla aparecen los anuncios, por la mente del niño pasan los recuerdos de sus héroes favoritos, de cuando se sentaba por las mañanas a ver las series animadas de Spider-man y X-Men. Recuerda cuando esos mismos héroes llegaron a la gran pantalla por primera vez, y anonadado en la oscuridad de la sala disfrutaba de lo que allí veía, porque era algo que nunca había visto. Luego lo vio muchas veces, unas veces mejor, otras peores, siempre pasaban sus héroes por la gran pantalla. Había algunas veces que aquellas películas eran realmente malas, pero él pensaba: “Ahí estaban mis héroes”. Pese al disgusto que le habían producido películas como Daredevil, Green Lantern o Ghost Rider, el niño reconocía que aquellas espantosas películas le habían conseguido proporcionar un rato lo suficientemente entretenido, a lo mejor no entendía que aquello era puramente kitsch, pero él disfrutaba y se reía de aquel ambiente tan cutres que reinaba en pantalla. Luego vendrían otras que serían estupendas, él lo sabía, no importaba. Entre tanto pensamiento, la película empezó, ahí estaba él, esperando para ver de nuevo Los 4 fantásticos. Cuando las luces se volvieron a encender, las lágrimas brotaban por sus mejillas y no podía evitar preguntarse: “¿Dónde estaban Los 4 fantásticos?”

Cuando acabó la película el niño se puso a pensar, quizá ahora, más que nunca, veía injustificadas las críticas que en su día se vertieron sobre las anteriores adaptaciones de la película que en su día dirigiese Tim Story. El niño entendía que aquellas no eran grandes películas, pero que habían sabido entender a la perfección a sus héroes. Algunas las tachaban de infantiles, a él, que era un niño, aquello no le importaba. Sí que entendía que quizá aquellas películas cometieron el error de ser demasiados fieles a los primeros cómics que escribieron Stan Lee y Jack Kirby y que aquello, habiendo pasado ya 50 años, podía estar algo desfasado. Pero no le importaba, porque las disfrutaba, y había visto a Los 4 fantásticos, algo que esta vez no había ocurrido. No, esta vez no había visto a Los 4 fantásticos, pero lo que era peor, el niño se aburrió, no entendía que era aquello que le querían contar, no entendía a aquellos personajes, ni entendía que esto alguna vez viese la luz.

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El niño lloraba, porque aquello era terrible, obviamente era un problema haber llamado a la película Los 4 fantásticos, cuando claramente se podía ver en ella que no era una película sobre Los 4 fantásticos, que en aquello posiblemente residiese más de un posible tratamiento para una secuela de Chronicle o incluso ideas desechadas de la misma película por Josh Trank, que una película que tratase de adaptar a los personajes. El niño notaba que estos eran un añadido extra, un reclamo, una excusa barata para mantener unos derechos que habrían vencido este mismo año de no haberse estrenado esta película. Posiblemente los protagonistas de la película nunca debieron ser Los 4 fantásticos, pero lo que es peor, aún siéndolo, tampoco queda la sensación de que esta sea una película sobre ellos. Pero al niño aquello no le molestaba en exceso. La película iba tan poco sobre Los 4 fantásticos que era fácil olvidarse de cuál era su título o de los nombres de los personajes, el niño, ya ante la perspectiva de que aquello que iba a ver no tenía nada que ver con La primera familia de Marvel, esperaba al menos disfrutar de una buena película de ciencia ficción, de una idea original vendida como algo que no lo era, pero lo peor de todo es que tampoco pudo.

Pensando en la película, el niño no podía entender como una cinta que se vendía de superhéroes, aunque realmente no lo fuera, dedicaba tres cuartas partes de su duración a contar, ya no el origen de los poderes, sino quién era cada uno. Aquello que pretendía ser un filme de personajes con cierta estética de película indie de chavales con problemas, se encontraba con un problema aún mayor cuando trataba de hacer eso, y era algo que el niño tampoco entendía. Se había pasado una hora viendo quienes eran aquellos tipos, y sentía que entre ellos todo era absolutamente artificial, aquello solo tenía un protagonista y no empatizaba con el resto (ni con el niño). Aquí había dos hermanos (sí, eran de diferente color, pero bueno dan una excusa para ello) pero jamás se presentaba la sensación de un lazo fraternal entre ellos. Sí, tenían poderes y decidían unirse al ejército para luchar contra el mal, pero sus decisiones jamás parecían tener una base sólida en la que apoyarse. El niño se preguntaba: “¿por qué hacen eso?” Y no lo entendía. Del mismo modo que no entendía las relaciones que les habían juntado, porque sencillamente aquello no aparecía en pantalla. Esos supuestos amigos que se acababan de conocer, sencillamente no tenían forma, no eran nada más que pegotes en una película de ciencia ficción, algo que al niño no le importaría demasiado, sino se hubieran tirado una tediosa hora en intentar contarnos todo esto para no contarnos nada.

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Pero aquel problema de los personajes se acrecentaba cuando veía a su villano. El niño sabía que había muchas películas de superhéroes que habían descuidado a sus villanos, que le habían limitado a ser un tipo malo, sin mayor que presencia que verle convertirse en malo e intentar machacar el culo al bueno, aquello no le molestaba demasiado. Si la película no iba sobre el villano, tampoco había problema en ello. Oh, claro que el niño disfrutaba con personajes como el Joker de El caballero oscuro, pero tampoco le molestaban tipos chungos como el reciente Chaqueta amarilla de Ant-man, al fin y al cabo eran malos y ya está. Pero lo que sí le molestaba al niño era ver que intentaban justificar al héroe, mostrar cómo llega a ser así de malo, para que sus motivos acaben siendo tan ridículos que se reducen en un: “La tierra es una porquería y todos sois muy malos, ahora voy a destruirla y me voy a quedar yo solo”. El niño podía entender que un villano quisiese dominar la tierra, de hecho, ese es el propósito del Victor Von Doom de los cómics, pero lo que el niño no podía entender que quisiese destruir la tierra para quedarse él solo. No lo entendía y no podía evitar pensar: “¿Tan difícil habría sido darle otro propósito a este villano para que al menos me lo hubiera podido creer?”

Entre los bostezos y sollozos que el niño procesaba durante la primera hora de la película, cuyo penoso ritmo y sus intentos de adentrarse (sin éxito) en la psique de estos personajes eran horribles, el niño se acordaba de una película que intentaba hacer algo similar, el Hulk de Ang Lee, aunque al niño no le gustó, entendía que tuviera muchos defensores, y viendo esa película se daba cuenta de que habían tratado de hacer algo similar, pero los resultados eran sencillamente nefastos, porque al menos, Lee consiguió hacer un dibujo certero de su personaje, aunque no supiera bien la historia que quería contar, aquí sencillamente no había nada más que unos pardillos de instituto que de la noche a la mañana tienen el futuro de la tierra en sus manos. Toda esa larga hora, el niño, que libraba una dura batalla contra sus párpados, que empujados por lo que estaba viendo le invitaban a dormir, solamente esperaba que aquello terminase para que tuviera lugar la acción. Ya había escuchado aquella célebre frase de La Cosa: “Es la hora de las tortas”, en un pequeño guiño al principio de la película y rezaba porque esa hora llegase, pero se resistía, y solo aparecía en un clímax que había tardado demasiado en llegar, había durado demasiado poco, y ni siquiera era espectacular. Aquello era como una pequeña exhibición de los poderes, como si nos quisieran decir: esto es lo que saben qué hacer, pero no os lo hemos querido contar, míralo rápido y lo volverás a ver en la secuela. Pero el niño ya sabía que no quería una secuela de aquello, que no la quería ver y que aquellos personajes tan maravillosos lo que necesitaban era un reinicio en condiciones de alguien que de verdad se preocupase por ellos.

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El niño sabía que aquellos Cuatro fantásticos, tenían una fortaleza mucho más enorme que la de cualquier otro grupo de héroes, porque ellos eran una familia, y ese era el enfoque que una película debería aprovechar, quizá incluso apuntar a una familia mucho más adulta, no solo con Sue y Reed casados, sino habiendo tenido ya a Franklin y Valeria (sus hijos), tratando de mantener viva esa familia de seis. Porque al fin y al cabo, el éxito que tuvieron Los 4 fantásticos cuando nacieron fue prescindir de las identidades superheroicas que hasta la fecha habían existido en todos los cómics, darle un enfoque en el que lo verdaderamente importante eran los humanos detrás de los poderes y de cómo no solo tendrían que enfrentarse a despiadados villanos, sino también mantener una familia unida. Y en cierto modo lo que intentaba la película iba por esos derroteros, preguntarse quienes eran las personas detrás de los héroes, pero los problemas llegan cuando no se sabe manejar los géneros para hacer que la lucha y la creación de los personajes pueda convivir, cuando no se entiende que el mostrar los problemas de los personajes no es suficiente para entender su forma de pensar, y que no puedes mostrar cómo se forma una familia cuando no existe ningún lazo entre ellos. Así al final cuando vemos que Johnny hace un chiste metiéndose con La Cosa, algo muy común en los cómics de Los 4 fantásticos, no entendemos por qué se mete de una forma tan personal con alguien con quien apenas ha cruzado un par de palabras. Y esta relación tan impuesta como el hecho de meter a los personajes de la película, solamente hace que el niño llore.

Que llore porque esto es un desastre sin pies ni cabeza, una película con un guion nada trabajado, lleno de imposiciones absurdas cuyos personajes son meras caricaturas. Una película que pretende ser mucho más seria que cualquier otra obra del género, mucho más trascendental, pero que al final simplemente es aburrida. Una película que ha valido 130 millones, y que tiene unos efectos especiales que necesitaban haber sido retocados en post-producción bastante más para que sencillamente no resultasen tan sumamente cutres (pero ni siquiera cutres en plan entrañable, sino simplemente feos). Una película que sencillamente se debería haber guardado en un cajón. Porque ha habido muchas películas malas de superhéroes durante estas dos últimas décadas. Pero aquellas, eran tan terrible y tenían un punto tan sumamente rancio que uno sentía hasta cierto cariño por ellas, y es que… ¿qué importa que la película sea mala cuando, por ejemplo, te muestran a Arnold Schwarzenegger bailando en batín y cubierto de purpurina? Ojalá Los 4 fantásticos hubiera sido igual de mala, así al menos, y pese a la desilusión, el niño habría reído en vez de bostezado. Pero al final, sobre todo, el niño ha llorado.

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Ficha técnica:

Título original: Fantastic Four Director: Josh Trank Guion: Simon Kinberg, Jeremy Slater, Josh Trank Música: Marco Beltrami, Philip Glass Fotografía: Matthew Jensen Reparto: Miles Teller, Kate Mara, Michael B. Jordan, Jamie Bell, Toby Kebbell, Tim Blake Nelson, Reg E. Cathey, Lance E. Nichols Distribuidora: Fox Fecha de estreno: 21/08/2015