Asesinos catódicos I: Hannibal Lecter – Bon Appétit | La Cabecita

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Mi primer encuentro con Hannibal Lecter tuvo lugar allá por el 1991. Ya en aquella época yo era un gran aficionado al cine, y tuve la gran suerte de poder ver El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991) en pantalla grande. Pude disfrutar de la tensión en mis propias carnes, prácticamente acurrucado en mi butaca. El silencio de los corderos marcó el principio de una gran época de thrillers con películas posteriores como Seven, Copycat o El coleccionista de huesos

Esta película no solo me fascinó por ella misma sino que despertó en mí un curioso interés hacia los psicópatas. Era fácil sentirse aterrorizado por alguien como Hannibal Lecter, alguien capaz de comerse a otras personas, cocinándolas como si de cualquier otro animal se tratase, alguien tan inteligente que siempre estaría un paso por delante del resto del mundo, alguien tan salvaje y violento capaz de acabar él solo con sus propias manos con quien hiciera falta.

Mi interés por los psicópatas creció y fue más allá de las películas. Entonces empecé a leer libros de ficción, biografías sobre asesinos en serie como Ed Gein, Ted Bundy, Albert Fish… Y desde entonces siempre me han obsesionado un poco los psicópatas: el por qué de su existencia, el cómo ven el mundo a través de sus ojos, el cómo el ser humano puede llegar a hacer cosas tan extremas como las que hicieron estos hombres. 

Es fácil entender que tanto el cine primero como la televisión después hayan sabido ver el filón de este lado oscuro del ser humano. En el cine hay tantísimas grandes referencias sobre el cine de asesinos en serie que necesitaríamos un artículo entero: Psicosis, La noche del cazador, El estrangulador de Boston… Y esos sólo son unos pocos ejemplos. 

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Nosotros nos centraremos esta vez en la vertiente televisiva del tema, de las obras de ficción que el mundo de la televisión ha sabido llevar a unos niveles de calidad muy altos. Es mi intención traeros una serie de artículos donde exploraremos algunas de las mejores series de psicópatas que la pequeña pantalla nos ha dado, y qué mejor manera de empezar que con el Doctor Lecter. 

Lo primero es aclarar que el origen de Hannibal no es en el cine sino en la literatura. Gracias al novelista Thomas Harris, Hannibal hace su primera aparición en la novela El dragón rojo (1981). Posteriormente Harris escribió El silencio de los corderos (1988), Hannibal (1999) y Hannibal, el origen del mal (2007). En cada una de las novelas el personaje de Hannibal juega diferentes roles y es en las dos  ultima donde realmente Hannibal es el centro de la historia. En las dos primeras novelas el Doctor Lecter juega un papel más secundario todo y que impregna estos libros con su malvada presencia. 

Centrándonos en sus apariciones fílmicas cabe destacar que aunque la mayoría de la gente cree que Hannibal hizo su debut en El silencio de los corderos (1991) esto no es correcto, ya que la primera adaptación de las novelas de Harris llevada a al gran pantalla fue Manhunter (1986) dirigida por Michael Mann, con un interesante Brian Cox en la piel de nuestro doctor psicópata favorito. La película de Mann era una adaptación de la novela El dragón rojo y contaba también con la presencia de un joven William Petersen (CSI) en el papel del agente del FBI Will Graham. Manhunter pasó con más pena que gloria y solo con el posterior éxito del personaje de Lecter fue recordada por el público. No es una mala película pero no esta a la altura de lo que iba a venir.

Llegó 1991 y con él El silencio de los corderos, dirigida magistralmente por Jonathan Demme. Es difícil explicar a día de hoy lo que supuso esa película para el espectador de la época, un espectador diferente al actual. Hoy en día la violencia visual en la película ha llegado a tal punto que un primer visionado del film para alguien contemporáneo podría no ser tan impactante. Aun así hay que remarcar lo que supuso para la época, ya que nos encontramos ante uno de los pocos casos en los que una película de terror (terror psicológico pero terror en definitiva) fue capaz de ganar 5 Oscars (Mejor película, director, actor (Anthony Hopkins), actriz (Jodie Foster) y guión adaptado).

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La película adapta la novela con el mismo título y supuso un punto de inflexión en la carrera de Hopkins, que desde ese momento vería ligado a su nombre el rostro de Hannibal Lecter, nadie podía imaginar a otro Lecter, o al menos eso pensábamos hasta que llegó la serie Hannibal en 2013, pero ya llegaremos a eso. 

Los años pasaron y Hollywood, incapaz de dejar escapar una oportunidad de oro como era Lecter, decidió llevar a la gran pantalla las siguientes novelas de Harris. Así, en 2001 Ridley Scott dirigiría Hannibal, película que adapta la novela de mismo titulo, y donde el nivel del film no llega al de El silencio de los corderos pero aún podemos disfrutar de una buena película. El cambio más significativo sobre la anterior lo encontramos en la interpretación ya que los estudios fueron incapaces de convencer a Jodie Foster para que repitiese su rol y decidieron que Julianne Moore fuera Clarice Starling. No quiero menospreciar a Moore, ya que creo que es una maravillosa actriz, pero Clarice Starling era Jodie Foster y era muy difícil estar a la altura, lo que se notó muchísimo en el resultado final de la cinta. 

Después de este film llegaría en 2002 El dragón rojo, film que adapta el contenido de la novela de mismo título, y es aquí cuando empezó la debacle cinematográfica del Doctor Lecter y sus aventuras. Nada, y repito nada, salva a esta película: es aburrida hasta niveles insostenibles, ni el propio Hopkins, ni la presencia de grandiosos actores como Harvey Keitel, Ralp Fiennes o Edward Norton salvaron al proyecto del horror. Los estudios decidieron poner en manos de un director de segunda como Brett Ratner (Hora punta) confiando en que la magia de Lecter como personaje seguiría convenciendo al público, pero el estropicio final fue significativo. Parecía que los días de Lecter en la gran pantalla habían llegado a su fin. 

Pero como cuesta soltar a la gallina de los huevos de oro, Hollywood aún lo intentó una vez más. En 2007 se estrenaba Hannibal, el origen del mal, pero esta vez ya con unas aspiraciones muchísimo menores por parte de los estudios. Esta vez el encargado de dirigir sería Peter Webber (La joven de la Perla) y ya se contó con un reparto lleno de desconocidos o actores muy secundario. Uno comprendía que se trataba de un proyecto menor. El hecho de ser la primera película de Lecter sin Hopkins ya daba a entender mucho, todo y que esto venía justificado por el hecho de narrarnos los años mozos del personaje. 

La historia ya había llegado a su fin, el personaje ya había sido quemado, ya quedaba poco que contar, o eso pensábamos todos. 

Hannibal - Season 2

En 2013 la cadena NBC decide darle una nueva oportunidad a nuestro doctor favorito y anuncia que van a estrenar la serie Hannibal basada remotamente en la historia de la novela El dragón rojo nuevamente. La NBC dio las riendas del proyecto a Bryan Fuller (Criando malvas, Tan muertos como yo) un director/productor/guionista interesante e hizo público que el nuevo doctor iba a ser el actor danés Mads Mikkelsen (La caza).

Lo imposible se hacía realidad, cuando nadie podía llegar a pensar en otro actor que no fuese Hopkins para hacernos creer en Hannibal llegó Mikkelsen y lo bordo. El que aquí os escribe, un fan total del Lecter/Hopkins, a día de hoy ya puede decir que está totalmente enamorado del Lecter/Mikkelsen. El trabajo del actor sueco es sencillamente genial, soberbio, lleno de matices que han dado forma a su propia versión del doctor, convirtiéndole en mi psicópata favorito de la historia de la televisión.

La serie consta de tres temporadas de 13 episodios cada una y desgraciadamente ya se ha anunciado que no seguirá en antena al finalizar esta última tercera temporada el próximo 27 de agosto. Nuevamente nos encontramos ante una serie que no ha sido del gusto de la mayoría del público, lo cual ha provocado bajas audiencias prácticamente desde su estreno, y a pesar de que ha contado con el apoyo de la crítica ha vuelto a suceder lo de tantas otras veces, su cancelación antes de que pueda llegar a desarrollarse la historia completamente. 

Pero detengámonos un momento para profundizar en quién es Lecter. Hannibal Lecter es un misterioso personaje, de origen desconocido inicialmente, afincado en EE.UU. El doctor es un psiquiatra cuya fama le ha llevado a colaborar con el FBI en la creación de perfiles de asesinos. Es un respetado ciudadano, elegante individuo, culto y refinado y con un gusto culinario exquisito. Y es precisamente detrás de este paladar tan refinado donde Hannibal esconde su mayor secreto. Hannibal no solo es un psicópata creativo y perfeccionista sino que ha desarrollado una impresionante habilidad como cocinero… Con la carne de sus víctimas. 

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La verdad es que en numerosas ocasiones en la vida real los psicópatas comparten esta afición caníbal, pero llevarlo a las pantallas nos recuerda a los espectadores el horror que esto supone, nos golpea en la cara recordándonos algo que a veces olvidamos: el ser humano no deja de ser un animal, un inteligente pero despiadado animal. 

Pero para que Hannibal pudiese llegar a ser una gran serie tenía que tener algo más que el propio Doctor, y el otro gran protagonista de la serie lo encontramos en Will Graham (Hugh Dancy). Igual que en la novela que da origen a la serie, Will es un valorado colaborador del FBI que ayuda con sus conocimientos y habilidades a atrapar a asesinos en serie. Pero al igual que Hannibal, Will es mucho más de lo que parece a primera vista, no solo es alguien muy inteligente sino que su capacidad para llegar a entender a estas mentes enfermas lo pondrá a sí mismo al borde de la locura. 

Alrededor del dueto protagonista tendremos un interesante número de secundarios que ayudarán a crear este mundo de horror: el jefe en el FBI de Will, Jack Crawford con un genial Laurence Fishburne, la misteriosa psiquiatra del mismo Doctor Lecter que siempre nos deja entrever que sabe más de Hannibal de lo que debería,  la Dr. Bedelia Du Maurie (Gillian Anderson), la ingenua y tierna  Dr. Alana Bloom (Caroline Dhavernas) a veces interesada en Will románticamente o a veces como paciente, y cuyo rol entre nuestros protagonistas será fundamental, etc. 

Una de las mayores virtudes de la serie la encontramos en el apartado visual, los creadores de la serie han apostado, como pocas veces hemos visto, en crear unas muertes casi pictográficas, casi como bellos cuadros de horror donde mostrarnos la belleza de la muerte, así es imposible borrar de nuestra cabeza por ejemplo el cuerpo de alguna víctima colgada de un techo con la espalda despellejada como si de un ángel se tratara, con la carne de dicha espalda simulando sus alas, o un gigantesco tótem formado con numerosos cuerpos humanos donde si uno se entretiene visualizándolo puede llegar a ver el horror sufrido por las victimas que lo componen. 

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Pero no solo en estos detalles encontramos la magia visual de la serie, toda la planificación de esta está concebida a tener un sello único, la composición de encuadres, las secuencias mostrándonos a Lecter cocinando y dejándonos solo entrever que son sus víctimas la materia prima de dichos banquetes gastronómicos, las alucinaciones del otro protagonista de la serie, Will Graham, relacionando al Doctor con un alce casi mitológico que lo persigue allá donde vaya… Todo, absolutamente todo, está tratado con un gusto visual excelente.

Y es aquí donde quizás Fuller haya encontrado su mayor acierto pero también su mayor error, ya que este sello diferencial de la serie sobre el resto de la televisión actual le ha llevado a potenciarlo tanto en esta última temporada que a veces se les escapa de las manos, dándole tanta importancia en comparación con el contenido narrado que acaba saturando al espectador. La clave del éxito durante sus dos primeras temporadas fue encontrar ese equilibrio entre el fondo y la forma, el explicar una gran historia de una maravillosa y horrorosa forma visual. En el momento que se desequilibra el conjunto la serie lo sufre en exceso y da lugar a lo que ha sucedido, un abandono por parte del espectador y su anunciada cancelación. 

Debemos hacer una mención especial a cómo la serie resuelve visualmente la habilidad que Will Graham tiene. Will es lo que se conoce como un profiler, alguien capaz de vincularse empáticamente con esos asesinos, de comprender cómo piensan para así poder ayudar a entender por qué hacen lo que hacen y de qué manera, ayudando así con las recreaciones de los asesinatos y la creación de perfiles psicológicos que ayuden a atrapar a estos  

En Hannibal esto se resuelve visualmente de una manera espectacular, ofreciéndonos unas secuencias donde vemos cómo se recrean las escenas desde su imagen final hasta su origen, hacía atrás como si pudiésemos visualizar una cinta de vídeo rebobinando pero en escenas, de tal manera que entendamos cómo Will realiza ese proceso en su mente. 

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La otra clave del éxito de Hannibal la encontramos en su historia. La serie ha sabido encontrar su propio camino, todo y que respeta el contenido de origen de las novelas de Harris. Ha sabido crear su propia mitología sin perder la esencia del material existente.

El espectador ha podido disfrutar de la serie como si de un material nuevo se tratase e incluso disfrutar de las diferencias existentes entre lo que ya conoce y lo que la serie nos cuenta. Y nuevamente es aquí donde la serie ha vuelto a fallar en esta última temporada, ya que gradualmente ha intentado volcarse en un sentido más fiel a sus novelas, encorsetando así la narración y dejándonos carentes de sorpresas. 

Es de destacar, por ejemplo, a nivel narrativo el principio de la segunda temporada, con una secuencia inicial donde un personaje principal de la serie se enfrenta con Hannibal en una lucha a muerte, a modo de flashforward, volviendo después al presente y con toda la temporada por delante para averiguar si esa lucha acabará fatalmente como parece o no, y siendo resuelta esta escena ya al final del último episodio de la temporada cerrando un circulo argumental prodigiosamente.

 Es una auténtica lástima que como espectadores no podamos seguir disfrutando de esta delicatessen que la NBC nos había servido, y es cierto que la serie ha cometido muchos errores en esta última temporada, pero uno se sorprende al ver cómo otros shows sin gracia ni personalidad se mantienen en antena durante varios años y cómo de rápido deciden cancelar un producto de culto, que con los años será recordado por muchas generaciones, no lo duden (y si no reflexionar sobre el fenómeno Twin Peaks y su vuelta 25 años después). 

Poco más que decirles, solo animarles a que degusten este sugerente y horroroso banquete visual… Bon Appétit.

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