Festival de Cannes 2015 – Día 5 | La Cabecita

Mon Roi de Maïwenn

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Lograr mantener el interés durante 2 horas es muy complicado y si se trata de un drama romántico en el que los movimientos son limitados aún más. No, la directora francesa no lo logra aunque comenzara estupendamente.

Tony acaba de sufrir un accidente esquiando que le condenará a meses y meses de rehabilitación en un centro especializado. Allí tendrá tiempo para revisar su historia con Georgio (brillante Vincent Cassel), un rico dueño de restaurante con el que compartió risas y penas.

Como decía la primera parte del relato funciona, la hemos visto mil veces pero es graciosa y entretenida. Incluso se las arregla para crear momentos íntimos y conmovedores.

Georgio es un tipo carismático, que como con película, es un gusto reírle sus gracias en un primer momento. Hasta que se vuelve cansino y repetitivo, en el tercio final el film ofrece un caos respecto al montaje, flash-backs, años pasando como si nada y caídas y recaídas en los mismos agujeros: claro que se quieren, pero simplemente no funcionan juntos, y la película y ellos parecen no haberse enterado.

Green Room de Jeremy Saulnier

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Una de mis experiencias favoritas es estar en una sala de cine que se ha dejado llevar por la película, se produce una conexión mágica e inusual que convierte el visionado en una auténtica gozada.

En el tiempo que llevo en Cannes este pequeño milagro se ha producido en dos ocasiones, con la histórica Mad Max: Furia en la carretera y con la juguetona Green Room.

Blue Ruin fue una de las joyas del 2013, violenta, vengativa y con un sentido del humor amargo y delicioso, ponía en el mapa del cine de género a Jeremy Saulnier.

Green Room sigue a un grupo de punk que se encuentra haciendo un tour por pequeños locales de estados unidos.

El americano vuelve a planificar cada giro poniendo trampas para los protagonistas y el espectador.  Juega con nosotros, sabe que conocemos las reglas del género por lo que pondrá inteligentemente pistas y detalles que acabarán de forma totalmente inesperada en gritos de sorpresa en la sala.

Green Room pasa de la comedia más negra al gore de terror con una suavidad inusitada, manteniendo un ritmo endiablado que te deja vibrando y riendo en tu butaca.

Louder than bombs de Joachim Trier

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Un viudo intenta volver a hablar con su hijo tímido que desconoce cómo murió su madre realmente mientras que su hermano no está tan satisfecho como parece con su familia.

En una de las mejores secuencias de la película en la que entramos en la mente de Conrad se nos dice que el encuadre puede cambiar el sentido de una fotografía. La propia película jugará con esta idea, repitiendo escenas desde otro punto de vista, siendo sorprendente y ocultando verdades a los personajes.

También se preocupa por manejar a su antojo la empatía que tenemos por los miembros de esta familia que cree que se rompió con la muerte de la figura materna cuando en realidad estaba ya agrietándose.

Ya hemos visto este tipo de familia, la reconocemos al instante, el padre que intenta acercarse al hijo asocial y el hermano maduro que lo tiene todo solucionado. Es debido a esta repetición que el logro de subvertir poco a poco nuestras expectativas con ellos se antoja realmente meritorio. Sonreiremos con Conrad cuando supere su timidez, esa que solo puede atacar desde la trinchera de la lengua escrita. Perderemos afecto por el hermano mayor cuando repita los errores de su madre y lo volveremos a ganar cuando se convierta en la vía al corazón de Conrad. En el padre admiraremos su capacidad para perdonar e intentar intimar aunque eso signifique crearse un personaje virtual para poder charlar con su hijo que se encuentra en la misma casa.

Son esos momentos de ligereza y comedia que amplifican nuestro cariño por estas criaturas torpes y perdidas. Además de chistes que funcionan de maravilla el director se atreve a divertirse con el montaje, con escenas oníricas llenas de estilo, primerísimos planos sostenidos en los que proyectamos nuestra opinión y juicio.

Louder than bombs se sabe un drama familiar de manual así que se preocupara de que no nos aburramos, imprimiendo elegancia a la narración y al lenguaje, tratando a sus personajes con mimo y sin prejuicios, riéndose de los clichés y dejando cabos sueltos deliberadamente.