Las 7 pesadillas de Tod Browning | La Cabecita

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El mundo del arte siempre ha contado con artistas malditos, genios incomprendidos y, a veces, repudiados en su época por romper con lo establecido y dar una visión artística distinta a través de su obra. Vincent Van Gogh apenas pudo vender un par de cuadros en vida y sólo después de su muerte el mundo supo ver el inmenso talento que poseía cada lienzo pintado. John Kennedy Toole se suicidó cuando no consiguió publicar La conjura de los necios, su única novela. Doce años después de su muerte ganó el Premio Pulitzer de manera póstuma por ella.El mundo del cine, al igual que el resto de vertientes artísticas, también cuenta con sus genios incomprendidos o maltratados por la historia. Pocos son los directores más merecedores del adjetivo “maldito” que Tod Browning. Con el paso de los años, Browning parece haber conseguido una gran admiración y un merecido reconocimiento por buena parte de la comunidad cinéfila, pero la realidad es que el realizador de Kentucky no fue del todo comprendido en su época.

La falta de comprensión artística de su cine fue tal que gran parte de su obra se encuentra perdida o mutilada. Es especialmente reseñable el caso de La casa del horror, la que es considerada como la película perdida más importante de la historia junto con la versión íntegra de Avaricia, de Erich Von Stroheim. De esta obra perdida sólo se conservan fotogramas perdidos con los que es posible reconstruir parcialmente parte de la película, pero el desastre es verdaderamente irreparable. Esta película perdida supuso además una de las últimas colaboraciones de Browning con el que fue su actor fetiche: Lon Chaney. Y es que, es imposible hablar del cine de un genio de la dirección como lo fue Tod Browning sin mencionar el colosal trabajo de un genio de la interpretación como era Chaney.

Lon Chaney, el llamado hombre de las mil caras, desarrolló gran parte de su carrera junto a Browning, además de protagonizar la mayoría de sus grandes obras. Chaney y Browning trabajaron juntos por primera vez en 1919 en la película La rosa del arroyo, y durante 10 años sería el actor de referencia del gran maestro de Kentucky, siendo El cazador de tigres la última colaboración entre ambos. Lon Chaney moriría de manera prematura en 1930 debido a un cáncer de pulmón. El maestro del maquillaje, el genio interpretativo del horror, también será recordado como un artista incomprendido al igual que su amigo Browning.

A pesar de que Browning abarcó en su extensa obra muchos registros cinematográficos, no cabe duda de que el suspense y el terror eran sus géneros favoritos. Los oscuros mundos de la farándula, los recovecos más tenebrosos del ser humano, los personajes extremadamente grotescos y bizarros… Son las claves para entender y disfrutar el sombrío cine de Browning que, aunque gran parte de su filmografía se encuentre perdida y/o destruida, podemos deleitarnos con su universo a través de sus mejores obras, las que han sobrevivido durante casi un siglo y tenemos la oportunidad de disfrutar hoy en día. Estas son las siete maravillas, o mejor dicho, pesadillas de Tod Browning:

El trío fantástico (1925)

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Dejando atrás el mundo del espectáculo, un ventrílocuo, un forzudo y un enano deciden asociarse para formar una banda criminal usando una pajarería como tapadera para sus turbias actividades.

Ese es el punto de partida de El trío fantástico, la primera gran obra de Tod Browning. El trío protagonista es interpretado por Victor McLaglen en el rol de forzudo, Harry Earles (quien protagonizaría años más tarde La parada de los monstruos) en el papel de enano y Lon Chaney interpretando al ventrílocuo. La película es bizarra y siniestra, paradigma del cine de Browning. Chaney realiza aquí una de sus interpretaciones más memorables encarnando a un siniestro ventrílocuo travestido de anciana. Esta es una de las obras más significativas del universo de Browning, en la que personajes esclavizados por el mundo del espectáculo deciden rebelarse contra la sociedad haciendo el mal usando sus habilidades especiales.

La película tendría un remake sonoro en 1930 dirigido por Jack Conway y en el que repetirían Chaney y Earles en sus respectivos papeles. Esa película supondría la última actuación del gran Chaney, justo cuando el cine sonoro daba sus primeros pasos.

Maldad encubierta (1926)

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El mirlo, un delincuente despiadado, utiliza un alter ego como tapadera de sus fechorías: se hace pasar por su hermano ficticio, un buen hombre tullido conocido como El obispo y al que todos respetan.

Lon Chaney realiza en Maldad encubierta una de las que, seguramente, sean una de sus interpretaciones más complicadas, ya que interpreta a un personaje que a su vez interpreta a otro. Por un lado el malvado Mirlo y por otro el bondadoso (aunque falso) Obispo. El trabajo que hace Chaney interpretando al falso tullido recuerda bastante al que realizara en la también genial El hombre sin piernas, de Wallace Worsey.

Maldad encubierta no supone una obra de gran calibre dentro de la filmografía de Browning, pero es un drama oscuro y perverso con un gran planteamiento y una brutal interpretación protagonista.

Garras humanas (1927)

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En un circo gitano en Madrid trabaja Alonzo, un hombre manco de ambos brazos con una habilidad portentosa en el lanzamiento de cuchillos. Vive enamorado de Nanon, una joven obsesionada con que no le pongan las manos encima y que corresponde cortesmente a Alonzo, aunque este no es quien dice ser.

Garras humanas supone una de los mayores prodigios nacidos de la mente de Browning y una de las películas circenses más colosales de la historia del cine. De nuevo el circo como telón de fondo, y de nuevo Lon Chaney interpretando a un falso tullido. Alonzo es, con toda seguridad, el personaje más emblemático y extraordinario de toda la carrera de Chaney, que tocó techo con la inmensa Garras humanas. Le acompaña en el papel de Nanon nada menos que una jovencísima Joan Crawford en uno de sus primeros trabajos en el cine.

La película es una obra de arte sórdida y bizarra, soportada por un guión sin fisuras, una dirección excelente y unas interpretaciones magistrales. Aún en nuestros días somos muchos los que seguimos fascinados con ese Lon Chaney fumando usando sus pies para llevarse el cigarrillo a la boca.

Más allá de Zanzíbar (1928)

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Un mago es abandonado por su mujer en beneficio de otro, el mismo hombre que, tras una pelea, hace que quede este paralítico. Tras perder a su mujer y quedar minusválido, el ilusionista, cegado por el odio se convierte en un poderoso cacique de una nación africana en la selva y vivirá con el único objetivo de vengarse del hombre que le hizo perder todo.

Más allá de Zanzíbar (también conocida como Los pantanos de Zanzíbar) es una película sucia y sádica, retorcida como el hombre consumido por el odio que interpreta con gran acierto, como no, Lon Chaney. Tod Browning vuelve a usar el mundo del espectáculo como telón de fondo, usando las artimañas y trucos del mago paralítico para dar forma a su plan de venganza.

Acompañando a Chaney encontramos a Lionel Barrymore, quien ya trabajó con Browning en El palacio de las maravillas y que sería un habitual en posteriores trabajos del director.

Drácula (1931)

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El abogado Renfield viaja a Transilvania para hacer negocios con el conde Drácula, un hombre misterioso que vive apartado en un castillo. Drácula convierte a Renfield en su siervo y ambos se trasladan a Inglaterra, donde el conde se enamorará de una joven de buena familia.

Tod Browning fue el encargado de llevar a la gran pantalla una de las más famosas adaptaciones de la obra de Bram Stoker y una de las grandes cintas de vampiros de la historia del cine. Lon Chaney murió un año antes de que se rodara la película y no pudo interpretar al legendario conde Drácula, papel que recayó en Béla Lugosi, trabajo que le proporcionaría al mismo tiempo la gloria y la ruina, ya que el actor de origen rumano jamás se quitaría de encima la pesada losa de ser Drácula durante el resto de su carrera.

La película fue, además, la primera de una serie de cintas producidas por Universal Pictures con los Monstruos Clásicos como protagonistas de sus obras. De esa misma serie nacerían posteriormente clásicos del cine de terror como El doctor Frankenstein, de James Whale o El hombre lobo, de George Waggner.

La parada de los monstruos (1932)

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Hans, un enano que trabaja en un peculiar y monstruoso circo, hereda una gran fortuna. En el circo conviven los seres más extravagantes del mundo, personas mutiladas y con múltiples deformidades cuyas desgracias son vendidas como carne de espectáculo. También trabaja una hermosa contorsionista, Cleopatra, de la que Hans vive enamorado. Junto con el forzudo, Cleopatra maquina un plan para quedarse con el dinero de Hans.

Aún en nuestros días, La parada de los monstruos sigue siendo uno de los documentos cinematográficos más horripilantes y bizarros de la historia. Tod Browning se armó del suficiente valor para llevar a cabo una película de lo más tenebrosa y sórdida usando personas con deformidades reales para dar forma a su obra maestra, la mejor película de toda su carrera. El trabajo definitivo sobre las dos obsesiones de Browning: el circo y los seres grotescos. La película es sin duda uno de las obras más espeluznantes de la historia del séptimo arte, no solo por la extravagancia de sus personajes, si no por el trato que da Browning al género humano.

A pesar de ser su mejor obra, la película fue repudiada en su estreno, siendo retirada de las salas y marcando la caída de Browning como director. El tiempo ha colocado en su sitio a esta obra maestra incomprendida y hoy en día es un film de culto absoluto.

Muñecos infernales (1936)

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Dos fugitivos escapan de prisión en la que han permanecido durante años. Uno es un hombre injustamente encarcelado que busca venganza, el otro un científico que ha ideado la manera de reducir el tamaño de cualquier ser y manejarlos a su antojo. Tras la muerte del científico, el fugitivo usará dicho procedimiento para vengarse.

Penúltima película de Tod Browning y su último gran film. A caballo entre el terror y la ciencia ficción, Muñecos infernales es una cinta notable y más convencional que otras obras más grotescas del director. De nuevo Browning apuesta por una historia de venganza y vuelve a travestir de abuela a su personaje principal para llevar a cabo su plan, como ya hiciera con Chaney en El trío fantástico. Esta vez es Lionel Barrymore el que se disfraza de una apacible anciana con el fin de no levantar sospecha, en una interpretación tan genial como inquietante.

Browning sólo dirigiría una película más tras Muñecos infernales, Milagros en venta en 1939. Tras esta última y poco conocida película, el director de Kentucky se retiraría de la dirección para siempre. 

Puede que Tod Browning nunca logre el reconocimiento de otros grandes cineastas de los orígenes del cine, pero es imposible no reconocer el talento y la maestría que poseía el director de La parada de los monstruos, siendo vanguardista y atrevido cuando el séptimo arte todavía iba en pañales.

Browning era un genio del horror, un artista adelantado a su época. Incomprendido y con una obra fílmica injustamente tratada en sus días, Tod Browning murió 23 años después de su retirada, en 1962, de cáncer al igual que su amigo Lon Chaney. Ambos dieron al cine un toque siniestro y bizarro en sus albores, y seguramente ninguno de los dos vaya a pasar a la historia como un director de referencia ni como un actor legendario, a pesar de que fueron dos de los mayores genios de la historia del cine en sus respectivos campos. Puede que muchos amantes del séptimo arte no conozcan la obra de Browning, ya que aunque el tiempo lo ha puesto en un lugar infinitamente mejor que el que tuvo en vida, el realizador norteamericano sigue sin tener un merecido puesto en el Olimpo de los dioses del cine por gran parte de la comunidad cinéfila.

Es por ello que debemos reivindicar a Tod Browning y su obra (al menos la que queda de ella), darle el lugar que se merece, quitarle el estigma de director maldito. Browning fue una de las mentes más brillantes, misteriosas y oscuras en los primeros pasos del séptimo arte y conservamos buena parte de su magnífica obra. Seamos justos donde en su día otros no lo fueron, tratemos a Tod Browning como el maestro cinematográfico que realmente es.