Berlinale 2015 – Día 3 | La Cabecita

Si hace dos años el director iraní Jafar Panahi recibió abucheos (incomprensibles para la que esto escribe) en la Sección Oficial de la Berlinale con Pardé, un trabajo metafórico y complejo en torno a diversas problemáticas cinematográficas, en esta edición ha vuelto para despertar las risas, los aplausos y los vítores del público con la más ligera Taxi. También a competición, dejó algo más indiferente Journal d’une femme de chambre, de Benoit Jacquot, aunque es una película valorable. Y por último, y sin irnos de la Sección Oficial, hay que hablar del impresionante ejercicio técnico que supone Victoria, cinta alemana de Sebastian Schipper.

Taxi – Esto sí es una película

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Desde que fue condenado a 20 años de inhabilitación para hacer cine en 2010, Jafar Panahi ha conseguido, sin embargo, llevar a cabo y sacar de Irán tres películas, rebelándose constantemente contra las prohibiciones de un país afectado por la censura y la falta de cultura. Tras el díptico Esto no es una película y Pardé, ésta última melancólica y descorazonadora, que nos podía hacer presagiar lo peor, Panahi vuelve a manifestarse con Taxi, y lo hace desde un tono más desenfadado y cómico, pero sin dejar de plantear las cuestiones fundamentales que siempre le preocupan.  

Panahi se ha visto obligado a convertirse en el protagonista de sus películas, a rodar en espacios cerrados (estuvo en arresto domiciliario mientras recurría la sentencia), y a convertir su situación en el tema principal. En este caso, le vamos a ver transformado en improvisado taxista, mientras de su coche entran y salen todo tipo de personajes variopintos, destacando por encima de todos el de su sobrina, todo un portento. Podríamos afirmar que estamos ante la película más construida de esta nueva etapa de Panahi,  la más guionizada, interpretada y con un montaje más cuidadoso.  

Tras las situaciones divertidas que se dan en el taxi, el realizador crea un fresco sobre la situación de Irán, centrándose especialmente en aspectos cinematográficos. La película entra y sale constantemente de la ficción, para hacer referencia al cine actual y al suyo propio. Se nos habla así de la piratería, o de las reglas del cine iraní, las cuales por cierto Panahi respetaba muy poco, y por ello se encuentra en esa situación. Es especialmente dolorosa la frustrante escena en la que se da cuenta que tiene un tema importante que contar, pero no puede hacerlo.

 “Creo que merece la pena ver todas las películas”, afirma el director ante un desorientado estudiante que le pide consejo. El cine es intrínseco a Panahi, y por ello no puede (ni quiere) dejar de hacerlo. Esperemos que, sea de manera clandestina o no, podamos seguir disfrutando de sus trabajos mucho tiempo más.

Journal d’une femme de chambre – Una época desidealizada

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El director Benoit Jacquot vuelve también a la Sección Oficial de la Berlinale tras haber participado con Adiós a la reina, con esta nueva adaptación, ya la cuarta, de la novela homónima de Octave Mirbeau. La primera versión cinematográfica fue en 1916, por parte de M. Martov, la única no francesa. Posteriormente hubo otras dos a cargo nada menos que de Jean Renoir en 1945 y de Luis Buñuel en 1964. Con estos precedentes, se podría decir que Jacquot partía ya con desventaja. Sin embargo, el director se mueve en terreno conocido, ya que algunas de sus primeras incursiones en el cine fueron adaptando a clásicos de Henry James, Pierre de Marivaux y Victorien Sardou.

La película cuenta la historia de una doncella parisina, Célestine, que tiene que ir a trabajar a una casa en el campo, su experiencia allí y sus recuerdos de puestos anteriores. Su atractivo físico y su carácter rebelde le acarrearán más de un problema. El director sigue la corriente ya muy extendida de recrear historias de época de forma clasicista y muy cuidada, pero al mismo tiempo, busca el realismo alejado del romanticismo novelesco. Se apoya en la interpretación de Léa Seydoux, que crea un personaje desencantado, llevándolo a lo terrenal. De esta forma, aunque la película no termina de aportar ninguna novedad, y quizás por eso vaya a pasar algo más inadvertida, estamos ante un trabajo muy meritorio.

Victoria – De-generación

Victoria

El más conocido como actor Sebastian Schipper sorprende en la Berlinale con la que es ya su cuarta película como director. La Victoria del título es una joven madrileña afincada en Berlín, que una noche de fiesta conoce a un grupo de chicos. Lo que empieza como un encuentro cualquiera se irá complicando, y lo hará en 140 minutos de plano secuencia a tiempo real. Schipper sigue claustrofóbicamente los movimientos de los personajes, con planos muy cerrados… La cinta tiene una magnífica primera hora, que bien podría parecer una digna heredera de la trilogía Antes de… de Linklater, o de la naturalidad de filmes del estilo, como la española Stockholm, con el añadido de tratar la compleja situación de la juventud actual en torno a sus problemas de identidad y de salidas laborales.

Sin embargo, la manera en la que está planteada la película también supone su mayor limitación, ya que en momentos en los que quizás se debería haber cortado o haber hecho una elipsis para dejar respirar a la historia, ésta continúa sin pausa, para ir poco a poco convirtiéndose en un thriller policiaco llevado a límites muy poco creíbles, que al director acaba por escapársele de las manos. Es loable en un trabajo de estas características el esfuerzo llevado a cabo por el joven reparto, especialmente la protagonista, la catalana Laia Costa, acompañada por Frederick Lau en el que probablemente es su papel menos extremo desde La ola, película que le convirtió en revelación pero al mismo tiempo le encasilló. De cualquier modo, si aquí tiene momentos sobresalientes (su cara al ver a Victoria tocar el piano), según avanza el metraje va tendiendo cada vez más a la sobreactuación que le caracteriza.

Pero a pesar de sus problemas narrativos, es indudable que Victoria merece admiración por la valentía de su propuesta. Y si consiguiera distribuirse a nivel internacional, probablemente tenga posibilidades de convertirse en una futura película generacional de culto.