El año pasado en Marienbad – Espectros del pasado | La Cabecita

Last Year at Marienbad. Photo Courtesy Rialto Pictures.

Hay películas que están hechas para ser vistas, oídas y comprendidas de una manera racional, filmes que tienen un comienzo y un final, con una trama entendible para el espectador, el cual es capaz por sí solo de comprender lo que la película quiere y es capaz de transmitir. Otras intentan deformar la realidad a través de diferentes métodos de simbología para hacer que el espectador trabaje un poco más el cerebro y consiga descifrar su contenido usando algo más que los sentidos de la vista y el oído. Y luego existen otro tipo de películas, aquellas concebidas simplemente como un si de un óleo extremadamente surrealista se tratara, dejando de lado los convencionalismos de una obra que empieza y termina y que nos quiere contar una historia, aquellas que se centran en envolver al espectador en una atmósfera de imágenes y sonidos unidos por una trama confusa y dotada de poco sentido, aparentemente. En esa tercera categoría podríamos incluir la obra maestra de Alain Resnais, El año pasado en Marienbad.

El film supone el segundo largometraje de Alain Resnais, que tras varios cortos, el excelente mediometraje documental sobre los campos de concentración nazi, Noche y niebla, y la magistral Hiroshima, mon amour, alcanzó el cénit de su carrera en 1961 con esta obra única y atemporal. Es El año pasado en Marienbad una película de una modernidad inigualable, un soplo de aire fresco en el panorama cinematográfico de entonces. Aprovechó bien Resnais la ocasión para sacar a lucir su mejor obra, ¿qué mejor momento que los comienzos de la revolucionaria Nouvelle vague para presentar una obra tan experimental y original como El año pasado en Marienbad? Alain Resnais fue, junto a otras leyendas del cine francés, como François Truffaut, Jean-LucGodard o Louis Malle, uno de los artífices de una de las revoluciones cinematográficas más importantes de la historia como lo fue la Nouvelle vague. Títulos como Al final de la escapada, Los 400 golpes o El fuego fatuo son obras de una importancia capital en la historia del séptimo arte, y entre todas ellas la más atmosférica y surrealista de todas: El año pasado en Marienbad.

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No es que El año pasado en Marienbad sea una sucesión de escenas sin pies ni cabeza en la que vemos imágenes inconexas, no es una retahíla de escenas montadas de manera aleatoria, ni mucho menos. El film de Resnais relata cómo un hombre intenta convencer a una mujer casada de que ambos estuvieron el año anterior en aquel mismo lugar, un lujoso hotel que parece sacado de una época anterior, aunque ella parece no recordar aquel encuentro o, mejor dicho, no querer recordarlo. El film alterna imágenes del año anterior en el que los dos amantes se conocieron con imágenes del presente, donde él intenta convencer a ella de que aquel encuentro fue real.

A través de ese, en principio, sencillo argumento, Alain Resnais teje una red surrealista en la que atrapa al espectador aún a sabiendas de que la esencia de la trama de su obra magna es prácticamente indescifrable del todo. No es El año pasado en Marienbad una de esas películas hechas para ser comprendidas racionalmente, como dijimos antes. El film francés es uno de esos que requiere un compromiso muy especial con el espectador: su total colaboración para que la película lo consiga atrapar durante los 94 minutos que dura. No existe otra manera de ver El año pasado en Marienbad y disfrutarla como la obra de arte que es si no es dejándose llevar por la belleza de sus imágenes y por las líneas de ese extraño guión que recitan los personajes que vemos en pantalla. Si intentamos ver una película como esta con el único propósito de resolver el rompecabezas que Resnais nos propone, intentando descifrar cada escena, cada diálogo y queriendo saber qué nos quiere transmitir el director galo con su obra, seguramente caigamos en una espiral de incertidumbre y confusión en la que difícilmente conseguiremos disfrutar de la película.¿Quiénes son esos extraños personajes que carecen de nombre? ¿Están vivos o muertos? ¿Es todo un sueño? ¿Son fantasmas del pasado? ¿Qué es exactamente Marienbad y por qué están allí esos personajes? Miles de preguntas sin respuesta podrían formularse sobre esta película, pero sólo abriríamos una infinidad de debates y conjeturas sobre lo que cada uno siente o piensa de la película, no llegando jamás a una conclusión unánime.

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Es por ello que hay que dejarse llevar por la atmósfera enigmática y, por momentos, inquietante y siniestra que Resnais propone en su obra. Entrar en ese hotel (o palacio, o mansión, es difícil de catalogar) anacrónico y barroco habitado por esos personajes vivos o muertos, reales o ficticios. Esos espectros vestidos con sus mejores galas que deambulan por los pasillos de Marienbad, cuyos movimientos se congelan progresivamente y sus voces resuenan en las habitaciones que ocuparon en un tiempo anterior. Dejarse envolver por esos dos amantes que hablan de lo ocurrido un año anterior, él convencido de que la historia que cuenta es cierta, ella tratando de no acordarse de aquel fugaz encuentro. Quedar atrapado en los muros y jardines de Marienbad y no querer salir, formar parte de la fiesta y, en definitiva, ser un fantasma más vagando por los vestíbulos y corredores de ese enigmático lugar. Seguramente esa sea la única manera de poder disfrutar de verdad de una obra maestra como es El año pasado en Marienbad.