Nunca es demasiado tarde – La aburrida levedad del ser | La Cabecita

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La muerte es un tema interesante donde los haya, que ha dado muchísimo que hablar en multitud de obras, desde la magnífica serie ‘A dos metros bajo tierra’ hasta el clásico ‘El sexto sentido’. Sin embargo, Nunca es demasiado tarde es una película que nace prácticamente muerta en este sentido, careciendo de la emoción e interés que un tema así requiere. Desde los primeros minutos, llama la atención la frialdad en la puesta en escena y en el tono general de la película, lo cual puede resultar coherente teniendo en cuenta el tema que se trata, pero conforme avanza el metraje y va evolucionando la trama, vemos que esa neutra y aséptica atmósfera sigue ahí, inmutable.  El resultado no es otro que una falta casi absoluta de emoción ante todo lo que ocurre en pantalla, lo cual me parece imperdonable para una obra que pretende retratar la triste soledad que rodea los entierros de esa gente que parece no tener nombre.

Por otro lado, tampoco ayuda que la película se lleve la mitad de su metraje en presentar al personaje principal y mostrarnos su oficio, deteniéndose en diferentes casos que no hacen más que entorpecer el ritmo de la trama y retrasar la llegada del conflicto principal. Y a pesar de esto, no acabo de conectar con el personaje protagonista debido a que a la hora de retratarlo, la película parece detenerse exclusivamente en su vida laboral, dejando de lado su vida personal que parece casi inexistente. Dicho de otra forma, da la impresión de que este personaje es utilizado como un mero vehículo para conocer la historia principal y a ciertos personajes. Llegado el tercer acto, parece que al fin la historia parece tener claro a dónde quiere ir, pero en seguida se abandona a cierto giro que lo tira todo por el retrete, directamente.

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El problema de Nunca es demasiado tarde no es sólo que no tenga claro lo que quiere contar, sino que tampoco sabe cómo contarlo, quedando al final todo en un abstracto existencialista que ni interesa ni emociona. El conflicto de la historia tarda demasiado en aparecer, y cuando lo hace, se siente demasiado ordinario y ajeno como para que nos involucremos en él. A esto hay que sumarle un giro final que sinceramente no entiendo, un giro que pretende dotar a la historia de ese componente azaroso que comparten la vida y la muerte, pero que lo único que hace finalmente es sacarme de todo lo que me estaba contando y darme la razón al pensar durante todo el metraje que la historia carecía de interés. De hecho, al finalizar la película no pude evitar imaginarme a este tal Uberto Pasolini en plan “Mira, me acabo de dar cuenta de que toda la historia es un rollo importante, así que vamos a meter este giro al final para darle al conjunto un tono profundo y existencialista, para que parezca más interesante y la gente salga del cine discutiendo sobre la muerte”.

En otras palabras, apenas he conectado con Nunca es demasiado tarde, y justo cuando empezaba a hacerlo, la película acaba rápido y mal. Es curioso que, conforme estaba escribiendo estas líneas, me he dado cuenta de que me ha gustado bastante menos de lo que pensaba. Esto se debe a que aparentemente es una película que se deja ver bastante bien, de apenas noventa minutos de duración, que trata un tema interesante y que cuenta con un notable Eddie Marsan como protagonista. Pero a poco que miremos un poco más allá, al guion se le empiezan a ver las costuras por todas partes, quedando todo finalmente en una obra con pretensiones de trascendencia que acaba siendo todo lo contrario. Pues eso, olvidable.

1.5_estrellas

Ficha técnica:

Título Original: Still Life Director: Uberto Pasolini Guión: Uberto Pasolini Música: Rachel Portman Fotografía: Stefano Falivene Reparto: Eddie Marsan, Joanne Froggatt, Karen Drury, Andrew Buchan, Neil D’Souza, David Shaw Parker, Michael Elkin Distribuidora: A Contracorriente Fecha de estreno: 21/11/2014