Blue Lips – La globalización de la angustia | La Cabecita

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Empecemos con una breve sinopsis para empezar a situarnos en las coordenadas: Seis personajes de seis partes diferentes del mundo coinciden en Pamplona en los Sanfermines, en este marco multitudinario y festivo se irán cruzando e interrelacionándose entre ellos, lo que quizá les ayudara a afrontar los conflictos personales que les han llevado a todos hasta allí.

Con este punto de partida ya se intuye lo que podemos esperar, ya que las películas de historias o vidas cruzadas constituyen prácticamente un subgénero por si mismas, se trata de varios personajes que viven sus propias historias y tramas  y cuentan con algún nexo en común: una localización, un personaje, hechos, que se cruzan entre ellos en un momento u otro de manera más o menos relevante. En definitiva, por su misma esencia se trata de películas corales, lo que ya es menos habitual es que también se trate de películas corales en su dirección. Así es: seis protagonistas, seis historias, seis directores/as, cada uno dirigiendo la parte correspondiente a uno de los protagonistas, y codirigiendo en las escenas que estos se cruzan. Realmente como planteamiento es estimulante y nada habitual, de hecho la única referencia que me viene a la mente seria Puzzled Love (2011), proyecto codirigido por 13 alumnos de la escuela de cine ESCAC, aunque en ese caso cada uno dirigía las escenas correspondientes a un mes del calendario de la historia de amor de los protagonistas, el factor coral se circunscribía a la dirección. Combinar una película coral con una dirección coral puede ser a la vez fascinante y a la vez tener sus riesgos. Fascinante porqué tiene toda su lógica que para explicar mejor la vida desde el punto de vista de personajes diferentes, incluyendo aquí el factor cultural, se dirija cada uno por directores diferentes, con su propio estilo y punto de vista. Sin duda esto aporta riqueza y frescura a la narración, aunque no son estilos radicalmente diferentes el espectador nota que algo cambia. Sin embargo, su principal fuerza también puede ser su debilidad: explicar diferentes historias que se cruzan cambiando así el punto de vista narrativo hace más difícil armonizar el conjunto, las transiciones entre una historia y otra han de ser lo más fluidas posibles, tanto visual y formalmente, como era el caso de  Crash, de Paul Haggis (2004) o de Short Cuts (Vidas Cruzadas), de Robert Altman (1993), como conceptualmente como en Magnolia, de Paul Thomas Anderson (1999), para dar sensación de conjunto, de universo compartido. En este aspecto “Blue Lips” aun siendo algo más burda que las obras referenciales antes mencionadas, salva bastante bien la papeleta de su dirección coral: los encuentros entre personajes y las transiciones entre historias son algo simplistas y toscas a veces, pero tampoco te llegan a sacar en ningún momento de la historia.

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Otro hándicap, que ya es intrínseco al subgénero en sí, es que al tener que desarrollar diversas historias y personajes, no todas ellas acaben teniendo la misma fuerza y valor dramático. Blue Lips adolece de este mal, ya que un par de las historias y personajes (como dato curioso uno de ellos, una chica de Hawái, ni siquiera era actriz, era bailarina, lo que se nota en su interpretación) no tienen el mismo peso dramático si las comparamos con el resto, mucho más potentes dramáticamente. El dibujo de esos personajes es demasiado superficial para llegar a conmover al espectador, a esto contribuye la ajustada duración del metraje, unos escasos 85 minutos muy alejados de las 3 horas que emplearon Magnolia o Vidas Cruzadas para desarrollar sus muchas historias, probablemente una duración algo más generosa habría beneficiado a dotar de mayor profundidad a esos personajes. Sin embargo, cuenta con un ritmo narrativo ágil y una(s) direcciones sin artificios  pero eficaces para transmitir lo que quieren.

Respecto al tono y planteamiento, también ofrece un perfil diferenciado respecto a otros films de historias cruzadas: si en Vidas Cruzadas Altman hacia una mordaz crítica social a través de sus más o menos desquiciados protagonistas de Los Ángeles, Crash cogía el relevo con el mismo tono, curiosamente también en la misma ciudad. Da que pensar que muchas películas de este subgénero hayan transcurrido en esa ciudad: Vidas Cruzadas, Crash, Magnolia (en las inmediaciones), o incluso Pulp Fiction (obviando su tono más lúdico alejado del drama). Da la impresión que ese rincón del planeta sea la expresión física de un determinado estado de ánimo muy característico del subgénero: la angustia vital, el vacío existencial, la incomunicación de sus personajes, quizá sea esa ciudad, tan extensa y poblada que parece una extensión infinita de suburbios y distritos con apenas un centro identificable, una expresión viva de toda una sociedad y modo de vida. Sus personajes rotos deambulan por la existencia buscando redención o simplemente respuestas al vacío que sienten, cruzándose unos con otros, a veces apenas rozándose, otras chocando, como decía en Crash el personaje de Graham Waters “Se trata de la sensación de ser tocado. En cualquier ciudad auténtica, uno camina y resulta que roza o tropieza con la gente que pasa. En Los Ángeles, nadie te toca. Siempre estamos tras metal y cristal. Me da la sensación de que echamos tanto en falta ese tacto que nos precipitamos los unos sobre los otros sólo para sentir algo”, todo un sentir de la soledad e individualismo al que nos aboca la sociedad moderna. Lo que ocurre es que toda esa angustia, ese vacío, ya no se circunscribe a una sola sociedad, la norteamericana: la globalización las ha exportado a ritmo de neocapitalismo por todo el mundo.

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 Y en ese aspecto Blue Lips representa perfectamente la evolución del subgénero y de algunas de sus constantes como reflejo de los miedos y angustias más arraigados de  la sociedad globalizada actual: sus personajes vienen de todo el mundo, incluso ¿casualmente? uno de ellos de, oh sorpresa, Los Ángeles, siendo el escenario de Pamplona meramente circunstancial (excepto para una de las protagonistas) y necesariamente pasajero y efímero por su circunscripción temporal a los Sanfermines. Por tanto todo rastro de crítica social desaparece aquí, los personajes se enfrentan a sus conflictos personales y familiares en un “territorio neutral”, sin un sustrato social que los enmarque y defina más allá de un estado de ánimo general de euforia extrema, tan palpable e intenso esos días del año en Pamplona, que sirve de agudo contraste ante su dolor y vacío interno, es decir, globalizados pero cada vez más individualistas, donde el hecho cultural de las diferentes sociedades como factor influyente en sus habitantes se diluye hasta verse reducido prácticamente a lo folclórico (encierros, danza hawaiana, futbol…). Se puede establecer a grandes rasgos esta evolución en base a unas pocas películas si partimos de la crítica mordaz local a la sociedad y el modo de vida de Los Ángeles, y por extensión Norteamérica, a través de los personajes de Vidas Cruzadas, pasamos por la profundización sobre el concepto de azar en contraposición a un supuesto destino que mueva los hilos de nuestras existencias como parte de las angustias vitales del hombre moderno, abrumado ante la cada vez más evidente falta de control real sobre la propia existencia y el peso de su propio pasado, envuelto todo ello en la maestría visual y formal de Magnolia, dando preponderancia a los dramas de los personajes, eso sí, aunque sigue habiendo una crítica a la sociedad del espectáculo norteamericana en segundo plano; seguimos por la vuelta a la crítica social local, aliñada con nuevos ingredientes en forma de inmigración, racismo y síndrome post-11S,  de Crash, evolucionamos hacia la globalización con Babel, de Alejandro González Iñárritu (2006), esta vez moviendo la narración en historias en diversos idiomas que transcurren entrelazadas en diversos continentes a través de la causalidad, cual aleteo de las alas de una mariposa, como primeros sígnos de la globalización que a todos nos interconecta, pero que aún mantiene las incomunicaciones por motivos culturales y la crítica política global hasta llegar a Blue Lips como con la globalización el hecho cultural ya pasa a ser testimonial y lo que prima es el individuo, sólo ya ante el mundo, sin intermediarios, con emociones, miedos y modos de ver la vida perfectamente exportables e intercambiables reunidos ya en un solo punto geográfico a modo de microcosmos. Con Blue Lips cerramos el círculo y volvemos a una ciudad, como hizo Altman, pero esta vez esta ya ha perdido su carácter modelador, la localización ya no es determinante, porqué la angustia se ha hecho global y a todos nos afecta ya por igual. Sin embargo Blue Lips, liberado de la profundidad sociológica de sus antecesoras, con un marcado tono pesimista, resulta una película fresca cargada de un mensaje netamente optimista. Quizá porqué bajo estas nuevas coordenadas ya no se trate de cambiar la sociedad o el mundo, ahora se ha simplificado para que ya “solo” se trate de cambiarnos a nosotros mismos para encontrar las respuestas.

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Y a modo de última reflexión sobre si es el azar o un inescrutable destino el que determina nuestros actos: cuando se rodó Blue Lips en Pamplona da la ¿casualidad? que un servidor se encontraba también en la ciudad en los San Fermines, los únicos a los que de momento he tenido el placer de asistir. O sea que si llego a ir un par de calles más arriba o más abajo ya solo me faltaba aparecer como extra involuntario en una película que, dos años y pico después, me veo visionando en un pase de prensa en Barcelona para escribir la presente crítica. Como dicen en Magnolia y en la humilde opinión de este narrador, eso no es algo que simplemente pasó. Esto no puede ser una de esas cosas. Esto, por favor, no puede ser eso. Y por lo que a mí respecta, no puede ser. Esto no fue solo una cuestión de azar. No. Estas cosas extrañas suceden a todas horas”.

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Ficha técnica:

Título Original: Blue Lips Director: Daniela De Carlo, Julieta Lima, Gustavo Lipsztein, Antonello Novellino, Nacho Ruipérez, Nobu Shima Guión: Daniel Mediavilla, Amaya Muruzabal Música: Pedro Bromfman, Christian Laszlo Fotografía: Matías Nicolás, Robert Christopher Webb, Fernando Young Reparto: Dudu Azevedo, Malena Sánchez, Simone Castano, Avi Rothman, Mariana Cordero, Keona Cross, Pedro Bromfman, Clara Botas, Lara Grube, Rodrigo Sáenz de Heredia Distribuidora: Alfa Pictures Fecha de estreno: 07/11/2014