Dos días, una noche – Documentar Europa | La Cabecita

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Siento verdadera fascinación por el cine de Los hermanos Dardenne, los belgas son herederos el cine de Roberto Rossellini, su forma de llevar la cámara a pulso hasta el pie de la calle, los testimonios que recogen, siguen la estela del cine neorrealista italiano, como si fueran documentales sociales salpicados de una ficción que es una mera excusa para mostrar lo que necesitan contar. Es posible que en Europa, haya otros muchos realizadores mucho más reconocidos que los Dardenne, gente como Michael Haneke o Lars Von Trier, también han destinado su carrera a mostrar la bajeza humana, pero la diferencia con los belgas, es que estos lo hacen desde un prisma mucho más intrínseco, mientras que ellos intentan hacer una análisis social, donde si bien es cierto que el hombre, en todas sus versiones, no dejar de ser un ser extremadamente egoísta y poco caritativo, siempre guarda resquicio para la esperanza. Y es que en todas sus películas, ya sea desde el hijo de La promesa, o la mujer de El niño de la bicicleta, hay siempre lugar para esos personajes que aún guardan en su interior algo de humanidad, por mucho que luego, el eje de su historia, y el mayor retrato, se haga en personajes como el protagonista de El niño, capaz de vender a su hijo por algo de dinero.

En su nueva película, Dos días, una noche, los Dardenne se escudan en la crisis económica para situar una historia que si bien encuentra un prisma perfecto en el que escudarse para ser contada, no quiere ser jamás una historia acerca de la crisis, y podría situarse en cualquier otro momento, aunque ésta también sirve como factor decisivo en las intenciones de muchos de sus personajes. La película cuenta la historia de Sandra, una mujer que ha estado un tiempo de baja en su trabajo, y su empresario se ha dado cuenta de que no la necesita. Ante la movilización de los trabajadores para que Sandra sea readmitida, éste les ofrece una votación: Sandra podrá conservar su empleo si todos ellos renuncian a una prima especial. Este conflicto, en el que los personajes tendrán que decidir entre su propio beneficio personal, o la solidaridad con una persona allegada, hará que sigamos a Sandra, que aún arrastra secuelas de esa depresión que la mantuvo de baja durante algún tiempo, durante todo un fin de semana, en el que tratará de hablar con todos sus compañeros para convencerles de que trate a favor de que ella conserve su empleo.

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La propia decisión de Sandra de ir a hablar con sus compañeros es un gesto egoísta, es cierto que ella no les ha empujado a esa decisión, pero está empujándoles a renunciar a una parte importante de su salario para poder beneficiarse ella. Éste es posible el punto más interesante de la película de los Dardenne, porque realmente Sandra sabe que sus acciones son egoístas, e incluso se siente incómoda con ellas, por este motivo, también es incapaz de empujar a sus compañeros a la votación, y cuando alguno de ellos le dice que no, se resigna a aceptarlo, aunque, casi sin pretenderlo, es incapaz de despedirse con un agradecimiento por haber robado esa parte de su tiempo libre. Su evolución es absolutamente perfecta, posiblemente uno de los personajes que mejor han hecho crecer los Dardenne dentro de su cine, jamás contempla la posibilidad de que pueda conservar su trabajo, ni siquiera cuando algún compañero se ofrece a votar porque ella conserve su trabajo, aparece un atisbo de esperanza. Por este motivo, es también vital la aparición del personaje del marido (la familia es sin lugar a dudas el tema más recurrente dentro de su cine, y aunque aquí, tenga mucha menos presencia de lo habitual, también se convierte en un factor vital), un personaje con una fe mucha mayor en las acciones humanas que su esposa. Pero Sandra es incapaz, es fácil deducir por su carácter como ha sido empujada a la depresión, una depresión de la que en un fin de semana lleno de altibajos emocionales recaerá fácilmente, tambaleándose por una línea realmente delgada, y tan sólo, el acto humano que realiza Sandra al final de la película, deja vislumbrar una salida positiva para su completa curación.

Acostumbrados a trabajar con actores noveles, los Dardenne son los culpables de descubrir a verdaderos monstruos de la interpretación como Olivier Gourmet y Jérémie Renier, de hecho, ambos debutaron de la mano de los belgas como padre e hijo en La promesa, aquí tratan de repetir la jugada que hicieron en El niño de la bicicleta, cuando destinaron el papel femenino protagonista a una actriz consagrada como Cécile De France, contando como protagonista con la que posiblemente sea la mayor estrella del cine francés en estos momentos: Marion Cotillard. Pero en esta ocasión, la jugada no les sale tan bien, y Cotillard es posiblemente el único punto ligeramente negativo que podemos hallar en la película. Cotillard es una actriz estupenda trabajando en melodramas, es una actriz que sabe dotar a sus interpretaciones de una intensidad visceral, así, nos ha regalado algunas interpretaciones realmente maravillosas. Pero si por algo se caracterizan los Dardenne es por hacer unos dramas planos, donde las acciones no son nunca intensas, buscando provocar esa intensidad en las reacciones del espectador a lo que ve en pantalla, al contrario que De France, Cotillard es incapaz de adaptarse a esa planeza, a un mundo que necesita ser dotado de gran naturalidad, y sencillamente, soy incapaz de creerme a Cotillard durante gran parte de la película, y tan sólo en los momentos más dramáticos la actriz acaba resultando realmente convincente.

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Pero es un bache demasiado pequeño para no disfrutar de una cinta tan maravillosa como Dos días, una noche, los Dardenne siguen con su cine, con un cine que me resulta realmente espeluznante porque es tan fácil de creer que espanta. Y es que lo que ha convertido a Los hermanos Dardenne en dos piezas claves de la cinematografía europea es precisamente su capacidad para capturar la realidad, para realizar el que posiblemente sea el análisis más minucioso de la sociedad europea del cambio de siglo. Un cine, que al igual que hoy pasa con películas como Roma: Ciudad abierta, o Alemania: Año cero, no sólo sirve para disfrutar de gran cine en su mayor esplendor, sino que forman parte de un relato documental indispensable para entender en qué situación quedó Europa al finalizar la II Guerra Mundial, y ése, es posiblemente el mayor legado de su cine: su forma de documentar realizando maravillosas películas.

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Ficha técnica:

Título Original: Deux jours, une nuit Director: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne Guión: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne Fotografía: Alain Marcoen Reparto: Marion Cotillard, Fabrizio Rongione, Pili Groyne, Simon Caudry, Catherine Salée, Batiste Sornin, Alain Eloy, Myriem Akeddiou, Fabienne Sciascia, Olivier Gourmet Distribuidora: Wanda Vision Fecha de estreno: 24/10/2014