The normal heart – Luchando contra el miedo | La Cabecita

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La guerra contra el SIDA se ha plasmado en el cine en numerosas ocasiones. Ésta quizá fue la guerra social más incisiva que en los últimos años ha sufrido cualquier colectivo. Mayor incluso que la lucha por los derechos raciales, puesto que los gays no tenían que enfrentarse solamente a los prejuicios sociales, sino que tenían que luchar contra la amenaza de una enfermedad que mermaba a la sociedad y provocaba numerosas muertes en todo su colectivo sin que nadie pareciese mover un solo dedo para encontrar una cura a esta enfermedad. Viendo The normal heart es fácil acordarse de películas como Philadelphia o la reciente Dallas Buyers Club, u obras con la que guarda aún más paralelismos como Mi nombre es Harvey Milk o el fantástico documental Como sobrevivir a una plaga que narraba a la perfección el camino que el colectivo homosexual tuvo que recorrer para conseguir ayuda de las autoridades en la búsqueda de una solución para curar el que por entonces se llamaba “cáncer gay”. En ese documental, uno de los nombres que aparecía era el escritor teatral Larry Kramer, escritor de la obra en que se basa The normal heart y que él mismo se ha encargado de su adaptación, la adaptación de una obra que nació en 1985 y que se basaba en su propia experiencia.

Podríamos decir que The normal heart nació demasiado pronto, pero sería injusto decir que no nació en el momento idóneo para que apoyara esa intensiva lucha. En 1985 una obra así no tenía cabida en los grandes escenarios, y se estrenó en el Off-Broadway, mismo escenario en el que siete años después se estrenaría The destiny of me, la secuela de la misma y que HBO ya se está planteando adaptar. Por suerte, The normal heart no quedó allí, trató de conseguir un revival en 2004, pero no sería hasta 2011 cuando conseguiría llegar a Broadway, llamando, entonces sí, la atención de todos. Fue en ese re-estreno donde consiguió tres premios Tony, entre ellos el de mejor revival de una obra y el de Mejor actriz para la fantástica Ellen Barkin que en su versión fílmica fue reemplazada por Julia Roberts, y también cuando suscitó la suficiente atención como para conseguir ser adaptada. Podríamos decir que es una lástima que la lucha de este hombre llamado Ned Weeks, alter-ego de Kramer, tanto por los derechos de su colectivo como para sobrevivir a la enfermedad de su amado no se haya visto en la gran pantalla, porque de lo que no cabe duda es que The normal heart respira a gran cine por los cuatro costados.

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Como decíamos, el tema se ha tratado con insistencia en el cine, algo completamente lógico, pues al fin y al cabo es el mejor método de denuncia que existe hoy en día. Esto es un arma de doble filo, puesto que la película corría el peligro de resonar a numerosas historias que habíamos visto ya con demasiada frecuencia. Pero por suerte la obra tiene la suficiente personalidad como para tener identidad propia. Esto se debe principalmente a dos motivos, por un lado a la realización de Ryan Murphy, un director que ha labrado su carrera sobre todo como show-runner de algunas de las series más exitosas de los últimos años, pero ha sido más que suficiente como para labrarse un estilo. Lo habíamos visto en Glee, pero sobre todo en American Horror Story, que Murphy tiene un gusto exquisito por la plasticidad, por los juegos de cámara artificiales que parecen a medio camino entre Baz Luhrmann y Wong Kar-Wai. Ciertamente, aquí está más comedido y menos estrambótico, pero su gusto por la imagen sigue siendo realmente palpable. Basta con ver la escena inicial, donde un largo plano va cambiando de ángulo de manera complicada con el fin de transmitir la fascinación del mundo que está observando el protagonista para encontrarse con que el estilo de Murphy realmente funciona a la perfección. Un director que sabe dar en la tecla y que ser revela aquí como un tipo de exquisito gusto cinematográfico, algo que también ayuda a que la película pierda por completo la esencia de ser una obra teatral trasladada a la gran pantalla.

Por otro lado, y sin duda el más importante, es el guión de Kramer. El más ruin de los personajes es el protagonista, es decir, él mismo. Kramer nos sumerge en su psique, hace que el espectador intente comprender unas acciones que él mismo censura, pero que parece hacerle querer comprender que todo error viene por una razón. Mientras que por el resto de los personajes siente absoluta verdadera devoción, les ama, está perdidamente enamorado de ellos, especialmente de ese Félix al que da vida un soberbio Matt Bomer. Todo esto tiene un sentido mayor en una película que está siempre contada con impoluta sobriedad, con verdadera sequedad, para mostrar al máximo toda la crudeza de lo que está relatando. Pero sin embargo, esta fascinación por sus personajes la convierte también en una obra completamente desgarradora, que consigue llevar sus momentos más intensos al límite con la mayor de las discreciones para acabar siendo verdaderamente emocionante.

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Pero ante todo, si algo es The normal heart es una película de actores. Actores estupendos que realizan la mejor interpretación de su carrera. Mark Ruffalo es un actor que me suele sorprender con frecuencia, aunque su talento quedase claro ya desde la lejana Puedes contar conmigo, pero aún hoy me resulta sorprendente como este tipo con cara de bruto es capaz de transmitir tanta tristeza con su mirada, es un actor que parece marcado por una pesadumbre de la que es incapaz de desligarse, eso es precisamente lo que da una vida aún mayor al personaje que interpreta, y que en los momentos de mayor peso dramático es capaz de congelar y desgarrarte por completo. Un abrazo con su hermano en el pasillo de un hospital o una discusión en una cabaña ante una realidad que se niega a afrontar, son interpretados por el actor con verdadera maestría, como si este tipo con cara de bruto hubiera nacido verdaderamente triste. Pero no es el único, su elenco de secundarios viene encabezado por el ya mencionado asombroso Matt Bomer, y una Julia Roberts como único personaje femenino de relevancia, condenada a una silla de ruedas y que es el único poso de esperanza que existe para estos nombres. Sería injusto olvidarse del increíble monólogo que realiza un fantástico Joe Mantanello, o el papel de un Taylor Kitsch que parece querer resarcirse de sus últimas catástrofes que ha realizado en la gran pantalla, con una interpretación mucho más cercana a la que nos descubrió a este magnífico actor en Friday Night Lights.

Resulta curioso como la pantalla de televisión es capaz de convertirse en la más grande de las pantallas de cine. Porque la etiqueta de telefilm se queda realmente corta para una obra verdaderamente atrevida y sincera, quizá tanto, que por eso le habría costado encontrar un verdadero hueco en la cartelera. La forma de la que se desnuda Larry Kramer para contarnos lo que fue su lucha me resulta completamente fascinante, pero sobre todo, verdaderamente aterradora. Y ese, al fin y al cabo, es el mayor logro que se le puede valorar a The normal heart, el hecho de ser una película que sabe plasmar con verdadera crudeza y hasta auténtica rabia todo el terror y el miedo que se pasó en una época en la que los protagonistas de la misma vivían sumidos en la más terrible de las pesadillas.