El existencialismo de Nuri Bilge Ceylan | La Cabecita

Nuri Bilge Ceylan

La semana pasada el director turco Nuri Bilge Ceylan consiguió la Palma de Oro por su último trabajo Winter sleep. En un Cannes sin una película favorita clara, no es raro que el director otomano que volvió a convencer a la mayoría con su mastodóntica obra de tres horas y media de duración, se alzase con un premio que llevaba tiempo rozando. Antes de conseguir esta Palma de Oro, Ceylan, que había acudido a Cannes con sus cuatro últimos trabajos, había cosechado dos Grandes premios del jurado, un premio al Mejor director y un premio FIPRESCI, fue a la quinta, cuando se coronó con la gran premio del festival. En este artícul.o nos centraremos en esas cuatro últimas películas de Ceylan, desde que su nombre empezase a sonar con fuerza en el panorama europeo con Lejano hasta la aclamada Érase una vez en Anatolia, y también como la presencia de su mujer Ebru Ceylan fue clave en la trayectoria del director turco, que con sus dos primeras películas El pueblo y Nubes de mayo empezó a perfilarse como gran autor que es.

Lo primero que uno distingue en el cine de Ceylan es su gusto por la imagen, el cuidado trato por cada instantánea, la creación de la atmósfera desde el tono de la iluminación en algo que le acerca al cine de Andrei Tarkovsky. No es nada casual este cuidado de Ceylan por la fotografía en sus películas, tanto él, como su mujer, antes de empezar a realizar cine, se dedicaron profesionalmente a la fotografía, y hay mucho de lo que capturaba en esas fotografías en la perfecta composición de cada uno de sus planos. Es, a todas luces, uno de los realizadores europeos actuales que mejor sabe usar la imagen para explicar todo aquello que quiere narrar, los planos de Ceylan son equiparables a los de otros cineastas actuales como Wong Kar-Wai o Pedro Almodóvar, pero su tono, mucho más triste, incluso con cierta nostalgia de tiempos pasados le acercan más a gente como el mentado Tarkovsky o Michellangelo Antonioni.

Lejano

Pero el plano estético es sólo una de las múltiples virtudes de Ceylan, y sería injusto dejar su cine anclado solamente en este punto, cuando Ceylan es un magnífico narrador de historias. Historias que si bien cierto cuenta especialmente desde la imagen, desde sus planos largos y sus silencios, pero con los que consigue siempre encontrar el tono justo. Lejano, que tal y como apuntábamos anteriormente fue la obra que posicionó a Ceylan en el plano cinematográfico europeo, es un gran reflejo de lo que sería su cine a partir de ese momento. Es una obra puramente existencialista, marcada por una soledad que se iría disipando (siguiendo siempre presente en cada uno de sus siguientes trabajos de manera menos clarividente) poco a poco según ha ido avanzando su carrera y el romance con su mujer. Aquí nos encontramos con la historia de un hombre que vive en Estambul y que ve como su confortable existencia se ve perturbada por la llegada de su primo a su casa después de quedarse sin trabajo en el pueblo. Además, tendrá que lidiar con una ex-novia que le culpa de su esterilidad a causa del aborto que se infringió cuando estaban juntos.

En Lejano Ceylan habla sobre la soledad del ser humano, pero no lo hace con el prisma habitual, para su protagonista, la soledad no es una dolencia, si no una virtud. Los avatares por los que ha discurrido su vida han sido los que han llevado a este hombre a vivir en una soledad de la que disfruta. Ceylan crea una obra existencialista sobre un hombre que ve perturbada la monotonía de su día a día por un primo que pertenece a un mundo completamente opuesto al suyo, además, el realizador hila una interesantísima línea de humor en esta convivencia tan poco deseada. Llama la atención la humanidad con la que el realizador perfila a sus personajes, como consigue que el espectador se vincule con ese nuevo inquilino, que es tan molesto como esa pequeña rata a la que no pueden dar caza, con detalles tan bellos y tan bien buscados como el del reloj oculto.

Los Climas

Es inevitable pesar que hay mucho de la personalidad de Ceylan en el protagonista de Lejano, que además tiene por profesión la fotografía. Pero sin duda, su obra más personal fue Los climas, dónde además el realizador protagonizó la película junto a su esposa Ebru. Los climas es un perfecto y minucioso estudio sobre las relaciones de pareja, reflejada de forma completamente lírica a través de cuatro estaciones. De nuevo, la soledad y el egoísmo vuelven a estar presentes, en esta ocasión en el personaje interpretado por el propio Nuri, que vira como loco sin saber muy bien en qué dirección quiere encauzar su vida, sin preocuparse nunca demasiado por el trato que está dando a las personas que les rodean, con actos verdaderos mezquinos, como esa terrible violación que Ceylan filma con frialdad, pero que en lugar de castigarle, le permite al protagonista ser de nuevo el que maneje los hilos sobre todos aquellos que le rodean.

Los climas supone sin duda un cierre en la filmografía de Ceylan, un punto y aparte rastreando su vida personal en busca de historias para pasar a un tema mucho más cinematográfico, el del crimen, algo que se reflejó en sus dos siguientes películas. No es que de repente el director turco cambiase por completo el rumbo de su carrera, tanto Tres monos como Érase una vez en Anatolia son obras completamente existencialistas, pero manejando en ellas temas que las acercan incluso al thriller. Tres monos, me parece sin duda su película más redonda, su nombre viene del mito japonés de los tres monos, uno se tapa los ojos para no ver, otro se tapa la boca para no hablar, el otro se tapa los oídos para no escuchar. Estos tres monos son los miembros de la familia del chófer de un político, que tras un accidente en mitad de la noche, será sobornado para pasar unos meses en la cárcel haciéndose responsable del accidente a cambio de una cuantiosa suma de dinero.

Tres Monos

Este incidente afectará de lleno al devenir de los miembros de esta familia, que ya viven marcados por la pérdida del menor de los hijos, algo que Ceylan incluye en la película de manera onírica, creando un caos completo y perturbador. Ceylan va añadiendo cada uno de los elementos de la trama de manera realmente notable, asistiendo a la perfecta evolución de todos sus personajes, creando un clima asfixiante dónde la bomba, que estalla al principio de la película, es sólo el detonante de la caída de un castillo de naipes que se tambaleaba por terrenos frágiles. Y tan sólo, cuando los personajes viajan de nuevo hasta el límite, con un nuevo crimen, conseguirán re-establecer una paz que parecía completamente imposible y que Ceylan plasma en un plácido paseo a mitad de la noche.

La que era hasta su última película Érase una vez en Anatolia, es también sin lugar a dudas la película más pretenciosa (y no equivoquemos pretencioso como un adjetivo peyorativo, al fin y al cabo el artista evoluciona gracias a sus pretensiones) del realizador turco. En ella narra el viaje de unos policías y unos militares con unos criminales la búsqueda de un cadáver enterrado en la península de Anatolia. Formalmente, estamos ante la que es sin duda la obra más bella de Ceylan, los parajes desérticos de Anatolia y sus largos caminos se convierten en personajes indispensables para la obra, tanto en la noche como en el día, con una clara dualidad sobre las reflexiones de sus personajes. Con un aire de western árido, Ceylan utiliza esta excusa que parece salida de un capítulo de CSI para de nuevo hablar formar una obra de cáliz puramente existencialista, dónde lo que menos importa es el cadáver, algo que remarca en esa chocante escena en la que el desentierro de esta persona es tratado con un humor casi berlanguiano. La película, una vez más, guarda detalles verdaderamente inteligentes, reflexiones sobre la bondad y la misericordia, como la que se produce con ese cigarro ofrecido al criminal, sin embargo, y quizá por culpa de que es la obra más coral del realizador, da la sensación de que alguna de las muchas tramas de la película no se han acabado de hilar con la perfección con la que lo hace en otras películas. Igualmente, sus dos horas y media de duración, resultan turbias y completamente hipnóticas, su estudio más completo, aunque imperfecto, sobre el ser humano.

Erase una vez en Anatolia

Quizá el nombre de Nuri Bilge Ceylan padezca de lo mismo que sufren otros cineastas europeos como Los hermanos Dardenne que pese a tener una obra prácticamente perfecta y reconocida, no han conseguido calar en el público de la misma forma que lo han hecho otros cineastas como Michael Haneke o Lars Von Trier. Mientras esperamos el estreno de la última ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, Winter Sleep que llegará a los cines españoles previsiblemente a finales de año de mano de la distribuidora Golem, que ha apostado siempre por el cine del realizador otomano, no viene mal echar un vistazo a la obra de Ceylan y descubrir con ello a uno de los cineastas más interesantes del cine europeo actual.