Festival de Málaga. Día 9 | La Cabecita

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Llegó por fin el fatídico día, el día en que el Festival de Málaga llegaba a su fin. Los elementos también parecían ponerse de acuerdo para que esta última jornada fuese aún más triste, pues en Málaga diluviaba esta mañana. Ayer nos despedimos de los pases de prensa en el Teatro Cervantes y volvíamos donde empezamos: al cine Albéniz. Para la jornada de clausura el Festival tenía previsto el pase de una de las películas más esperadas de la sección oficial, aunque estaba fuera de concurso. Nos referimos a Una noche en el viejo México, de Emilio AragónUna noche en el viejo México relata la historia de Red Bovie, un viejo ranchero que ve como pierde su casa y sus tierras por falta de dinero. Cansado de la vida decide ir con su nieto, al que acaba de conocer, a vivir una aventura en el viejo México.

La película de Emilio Aragón, de producción estadounidense, no es la road movie que muchos esperábamos, si no un western moderno con aroma clásico. Puede que ese sea el principal fallo de Una noche en el viejo México, que no proporciona lo que el espectador espera, con lo cual no termina de ser del todo redonda. No es una mala película, ni muchísimo menos, pero es cierto que decepciona un poco al ver que es una cinta demasiado simple y que deja muy poco poso. Es en el guión, excesivamente simplista, donde más flaquea la película. Por contra, la dirección de Emilio Aragón es bastante acertada, así como el gran trabajo interpretativo de una leyenda como es Robert Duvall. Lo acompañan en el reparto Jeremy Irvine, Angie Cepeda y Luis Tosar, ninguno a un nivel sobresaliente pero haciendo un trabajo correcto. A nivel técnico la película cumple, sobre todo mostrando una muy aceptable fotografía y banda sonora, a cargo del propio Aragón. 

En este western moderno no encontramos la frescura que proporcionó Emilio Aragón con su primer largometraje, Pájaros de papel. Ambas tienen algo en común, y ese toque nostálgico y ciertamente melancólico que Aragón parece querer transmitir. El problema es que donde Pájaros de papel triunfaba, con esa mirada al pasado tan delicada y limpia, Una noche en el viejo México se ensucia un poco y se queda a medias. Parece querer ser una película añeja y nostálgica, pero lo cierto es que Aragón no termina de convencer del todo en ese aspecto. Tampoco ayuda demasiado que el guión esté saturado de continuos deus ex machina, haciendo poco veraz y creíble la historia. A pesar de todo, el resultado no es malo. Es una película convencional y entretenida, pensada para satisfacer al gran público y el sabor de boca que deja no es malo, desde luego.

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Una noche en el viejo México no es la gran película que algunos esperábamos con muchas ganas, pero sí una buena forma de revitalizar un poco el género del western. Una cinta agradable y entretenida con una gran dirección y un Robert Duvall extraordinario. No acaba de dejar esa sensación de nostalgia que parecía querer impregnar en los espectadores, pero sí la satisfacción de haber visto una película correcta y bien hecha.

Con esta última crónica nos despedimos totalmente de la cobertura de este 17º Festival de cine de Málaga. Ha sido realmente triste la sensación de salir del Albéniz mientras no paraba de llover, la sensación de que esto se ha acabado y se ha hecho verdaderamente corto. Nueve días que han pasado como nueve minutos, en los que hemos podido disfrutar de las interesantes propuestas que se han presentado en la sección oficial del festival. Ha sido verdaderamente gratificante vivir el festival desde dentro e informar de todo lo acontecido en esta edición del Festival de Málaga. Si en algo nos alecciona Una noche en el viejo México es en que el contacto con las raíces de cada uno es algo totalmente vital. Esto se puede extrapolar al mundo del cine, el de nuestro cine al que hay que dar las oportunidades que merece cuando hay talento de verdad. Es cierto que el cine español no vive precisamente una gran época, pero si algo hemos aprendido en este festival es que hay muchísimo talento, y que debe ser aprovechado por los que manejan el cotarro y apoyado por los simples espectadores que disfrutamos con el séptimo arte.