Rebelión a bordo – El motín | La Cabecita

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El relato del histórico motín de La Bounty ha estado representado cinematográficamente en cinco ocasiones. Además de la producción de 1935, ganadora de un único Oscar como Mejor Película y que posiblemente sea la mejor de todas, hay otras versiones. La primera fue en 1916, perdida de los archivos cinematográficos para siempre. En 1933, Errol Flynn en uno de sus primeros papeles apareció en In the wake of the Bounty. Se dice que Flynn era descendiente directo del personaje que protagonizó, Fletcher Christian, aunque más bien lo era de un guardiamarina del mismo barco. La de mayor producción se realizó en 1962 con Marlon Brando, Trevor Howard y Richard Harris y ya en menor medida Anthony Hopkins y Mel Gibson protagonizaron la versión de 1984.

Rebelión a bordo formó parte de una serie de adaptaciones literarias que produjo la MGM en 1935, como fueron David Copperfield y Ana Karenina además de estar preparándose Historia de dos ciudades. Todas ellas fueron grandes éxitos de público y crítica aunque Rebelión a bordo fue la más taquillera de aquel año y con más nominaciones a los Oscar. Rodada en Tahití, la isla Catalina y Santa Bárbara con 2000 nativos tahitianos usados como extras, con un coste cercano a los 2 millones de dólares,  Rebelión a bordo narra una aventura en alta mar y las tensiones que residen en ese barco. Se centra en el viaje de 1787 del HMS Bounty de Portsmouth a Tahití para obtener plantas del árbol del pan, una comida que se usaba para alimentar de forma barata a los esclavos de las Indias Occidentales. El comandante de la nave, William Bligh (Charles Laughton), no gusta a la mayoría de la tripulación por su formas inhumanas de disciplina, su actitud intransigente y excesivamente dura. Por otro lado su primer oficial, Fletcher Christian (Clark Gable), es visto como un líder imparcial y más justo. La relación entre Bligh y Christian se vuelve cada vez más tensa e irritable durante el viaje de ida.

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El proyecto empezó a tomar forma cuando el director Frank Lloyd (ahora una figura un tanto olvidada a pesar de haber ganado dos Oscar como Mejor Director por Trafalgar y Cabalgata) adquirió los derechos de las novelas de Nordhoff y Hall con el objetivo de realizar la película. Más que una representación directa de los registros históricos, la película ofrece una gran aventura marítima, muy dinámica y tensa, un retrato incisivo de la vida en el mar donde se mezcla tiranía y rebelión. Aborda además un tema de gran resonancia universal cuando es legítimo derrocar a la autoridad establecida ya que sobrepasa los límites de la razón y la decencia. A todo eso hay que añadirle una combinación hábil de espectáculo y conflicto, junto un ambiente exótico y cierto romance. Con ese aire tan machista y propio de la época en la cual se ambienta, Lloyd se las ingenia para darle atractivo apoyado en una gran atención a los detalles de producción y una habilidad inmensa de saber contar una historia. Lloyd pone a los protagonistas en el centro de la acción, consiguiendo un logrado realismo que despierta una amplia gama de respuestas emocionales en el espectador: asco y horror por el tratamiento que da Bligh a la tripulación y empatía por Christian y el resto de los tripulantes.

Dado que el argumento se centraba especialmente en la relación conflictiva, entre Christian y Bligh, Thalberg, jefe de producción de MGM, hizo la selección de actores adecuados para esos papeles. Para interpretar a Christian, Thalberg tenía en mente a Clark Gable, una de las estrellas de la MGM, el cual se mostró reacio a interpretar a un personaje de época y que también rompía con su imagen de galán. A Gable tampoco me hacía gracia el vestuario, que le parecía muy femenino y sobretodo afeitarse su simbólico bigote. Y es que en la época en la cual se ambienta la película, en la Armada Inglesa estaba prohibido llevar vello facial. Después de mucha insistencia, Thalberg persuadió a Gable prometiéndole que si Rebelión a bordo no era la película más exitosa del actor, nunca más le volvería a insistir en que participara en una película que el actor no quisiese. Para Bligh, Thalberg apostó especialmente por Wallace Beery. Su elección fue más porque Beery y Gable no se llevaban nada bien y quería trasladar esa mala relación en la película. Beery rechazó la propuesta y Thalberg se decidió entonces por el actor británico Charles Laughton, confrontando su homosexualidad con la homofobia de Gable. Para complicar más la relación entre los dos actores, a Laughton le disgustaba Gable ya que consideraba que el año anterior había robado el Oscar al Mejor Actor por Sucedió una noche.

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A pesar de todas esas disputas, tanto Gable como Laughton ofrecieron grandes actuaciones, sin olvidar a Franchot Tone. Y es que Gable realiza una de las mejores interpretaciones de su carrera. Es excelente como ese oficial gallardo y renegado ante esa intolerable injusticia, sufriendo un triste destino como un paria con su tripulación amotinada en la isla de Pitcairn. Gable proporciona a su Christian un carisma excelso, además de una interpretación con fuerza y carácter propio, a pesar de su evidente falta de acento inglés. Y Laughton lo borda como el opresor sádico del Capitán Bligh. Toda su apariencia rezuma odio, malicia y esa mirada sibilina, como de una serpiente sobre los marineros acobardados y muertos de hambre siendo una representación del eterno tema del poder y el abuso de éste. Bligh gobierna con puño de hierro y guiado por el simple principio por el cual solo los hombres respetan la ley: el miedo. Azota a la tripulación por casi nada de acuerdo con sus métodos de castigo crueles, por los cuales crece el odio y va surgiendo la rebelión entre los marineros. Laughton, quien dos años antes ganó el Oscar en La vida privada de Enrique VIII, a menudo eclipsa a Gable aunque su personaje es más vistoso y exige una interpretación más grande. A pesar de su ceño omnipresente, su rigidez y su petulancia arrogante, su actuación como ese Bligh aún impresiona. Laughton era de los pocos actores de su época que era capaz de transformarse en cualquier personaje y encarnarlo a la perfección. Y es que Laughton provoca con su Bligh primero odio y luego más tarde de manera increíble admiración. Y completando el triángulo interpretativo está Franchot Tone, que es el equilibrio entre Christian y Bligh. Interpreta al Guardiamarina Byam, que busca obedecer la ley sea justa o no, aunque sin embargo se avergüenza y detesta  la actitud y métodos de Bligh, pero se niega a abandonar su código ético para unirse a los amotinados. Tone, quien se conoce mejor como uno de los maridos de Joan Crawford, presenta un retrato sensible y natural que resuena en toda la película y que proporciona a Rebelión a bordo su núcleo moral, por así decirlo.

Aunque hay varios historiadores y diversas fuentes que relatan de distintas maneras lo que sucedió en aquel viaje, poniendo en duda los supuestos motivos de los implicados en esa rebelión, la película se postula para ofrecer un relato claro que permite al espectador medir sus propias opiniones con respecto a lo que ocurrió. Ya sea como una aventura marítima, un retrato histórico o un examen agudo de la psique masculina bajo presión, Rebelión a bordo tiene éxito en muchos niveles influyendo en infinidad de otras películas, algunas bastante similares como La fragata infernal y Motín en el Defiant, y se erige además como un ejemplo de las grandes producciones en los primeros años de la época dorada de Hollywood.