10 películas de San Valentín para los que están solteros | La Cabecita

El cine se ha llenado de grandes historias de amor desde sus comienzos, echen la vista atrás, basta con ver la primera película que ganó el Oscar, aquella joya llamada Amanecer que firmó F. W. Murnau era ya (y sigue siendo) una de las más grandes historias de amor que jamás se han contado. Aprovechar San Valentín para hablar de las mejores historias de amor de la historia del cine es algo sencillo, porque hay mucho donde elegir. Pero el cine también nos ha contado otras historias de amor, porque se puede amar de muchas formas, por eso mismo, si estás soltero (o no), hemos decidido traerte este especial con 10 películas de amor, pero de otro amores, amores distintos que también ha mostrado el cine.

Toy Story de John Lasseter (1995)

Toy Story

Te quiero… juguete.

Porque es un amor que todos hemos sentido, posiblemente fue nuestro primer gran amor, el que sentimos por nuestros juguetes. Tuviésemos una habitación llena de ellos, o nuestro único juguete fuera una solitaria peonza, hemos tenido un juguete al que hemos amado con locura, del que no nos hemos separado, al que hemos llevado a todas partes y con el que hemos compartido nuestros mayores secretos. Oh, yo aún me acuerdo de aquel peluche que tuve de Topo Gigio, fue amor a primera vista, y encima me decía frases bonitas. Es por esto que la película de John Lasseter nos robó el corazón a todos, porque entendíamos perfectamente todo aquello que sentía Andy por esos juguetes, que como siempre soñamos, cobraban vida al salir de nuestra habitación… bueno todos, salvo los que eran como ese vecino horrible de Sid, pero las cosas como son, veinte años después de la primera entrega, seguro que nos imaginamos a Andy casado y feliz con sus retoños, pero Sid estará gordo y encerrado en su cuarto jugando a World of Warcraft… ¡él se lo buscó!

Wendy y Lucy de Kelly Reichardt (2008)

Wendy y Lucy

Te quiero… mascota.

Nunca he sido hombre de mascotas, siempre sentí repelús por aquellos que besaban a sus perros en la boca, pero incluso a los que nunca hemos amado a los animales, el cine nos has visto ver que es un amor tan fuerte como el que se puede sentir por cualquier otra persona. Y no, no hablamos de estomagantes productos como Hachiko o Una pareja de tres. Si no de la que posiblemente sea la más universal de las historias de amor jamás contada, la de mirar a través de los ojos que amas, exponiéndote tú. Wendy y su perrita Lucy siempre juntas, haciéndose compañía la una a la otra. Wendy buscando de manera desesperada a su perrita Lucy, de la misma forma que Oliver buscaba a Jenny en Love Story. Wendy despidiéndose de su perrita Lucy, a la que entrega para vivir una vida mejor, quedándose sola, por amor, haciéndonos llorar, por su amor.

Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore (1988)

Cinema Paradiso

Te quiero… cine.

Si lees La Cabecita con frecuencia, seguro, que como todos nosotros amas el cine con locura, posiblemente como el pequeño Toto, lo amas desde que eras pequeño. Cinema Paradiso es puro amor al cine, a esas primeras películas que descubríamos con ese halo de inocencia de la que siempre peca el amor en sus primeras fases. Entendíamos a ese pequeño Toto asomarse a esa ventanita del cine en busca de besos fugados por la censura, la curiosidad que produce ese primer amor. Crecíamos con Toto, y le veíamos junto a Alfredo, como el amor más grande el que no rompe un desastre y se fortalece con las grandes historias del pasado, del cine, claro, de ese medio que nos vuelve loco y nos enamora. Y veíamos a Toto crecer, descubrir el amor de verdad, pero descubrirlo, una vez más, gracias al cine, a eso que tanto amaba, a eso que tanto amábamos. ¿Y cómo no vamos a amar al cine?

Alta fidelidad de Stephen Frears (2000)

Alta fidelidad

Te quiero… música.

Amores y desamores, Alta fidelidad es una película sobre el desamor, sobre las rupturas, de la misma forma que lo era Annie Hall. Aquí el protagonista, uno de los mejores John Cusack que hemos visto nunca, para superar su última ruptura decía hacer un repaso a su vida amorosa haciendo una lista de las 5 mejores (o peores) rupturas que había sufrido nunca. Este gerente despechado de una tienda de discos, realmente no utilizaba esto para superar la ruptura, si no que el verdadero apoyo lo encontraba en la música, en los vinilos. Y la música es, al fin y al cabo, un amor universal. Porque a todos nos ha acompañado en los malos momentos y en los malos, y nos ha dirigido nuestra vida sentimental, y ha manejado a su antojo nuestros sentimientos. Sí, como Cusack, nosotros también sentimos un amor incondicional por la música.

El hijo de la novia de Juan José Campanella (2001)

El hijo de la novia

Te quiero… papás.

Vale, realmente lo que cuenta El hijo de la novia es mucho más que una historia de amor filial. Es la bella historia de amor de un hombre, que tras pasar toda la vida con la mujer que ama, desea casarse con ella, pese a que su estado de salud mental les ponga trabas burocráticas que no entienden del más fuerte de los sentimientos. Pero en El hijo de la novia, hay mucho más. La historia de un hijo (como siempre, un impresionante Ricardo Darín) que hace lo posible por conseguir que ese deseo que tiene su padre se acabe por consumir. Un hijo que quiere ciegamente a sus padres y no parará hasta que consiga su objetivo. Porque San Valentín también es un buen día para hablar del amor a los padres no nos podíamos resistir a incluírla.

Cuenta conmigo de Rob Reiner (1986)

Cuenta conmigo

Te quiero… amigos.

Cuenta conmigo cerraba con una frase hermosa, ésa que decía «uno nunca olvida los amigos que tiene a los doce años». Y es que la amistad, es la primera fase del amor. El camino que tomaban los protagonistas de la película de Rob Reiner les hacía avanzar de la infancia a la adolescencia, estando en ese terreno tan difícil que ya eres demasiado mayor para hacer las cosas que hacen los niños, pero todavía te ven demasiado pequeño, para dejarte hacer las cosas que haría un adolescente. Y entre medias, una historia de amor bellísima, la de la amistad ciega, la de la amistad a los 12 años, cuando piensas que esas amistades son imbatibles y darías todo por un amigo que es un hermano. En ésa época se puede hablar de un amor casi fraternal entre las amistades, están para protegerse de todo, para apoyarse y para meterse entre ellos, ojo, entre ellos, que no lo haga nadie de fuera. Pero sobre todo, están para quererse.

The King of Kong de Seth Gordon (2007)

The King of Kong

Te quiero… videojuego.

Como me ocurría antes, el amor por los videojuegos es otro de los jamás entenderé, nunca he sido muy buen jugador de consolas, y mis mayores partidas se rememoran a los tiempos de la Game Boy, mi mente es incapaz de entender el triunfo de los nuevos videojuegos, los cuáles, considera realmente aburridos. Después de ganarme el odio de gran parte de los lectores, pasemos a la siguiente fase, posiblemente el último gran amor que ha generado el mundo del ocio es el de los videojuegos. Gente dedicando horas de su vida sólo para convertirse en el mejor, pero no ante los demás, si no sobre todo hacia ese aparato que ama y que protege con recelo al lado de su televisión. Este documental habla precisamente de eso, de la rivalidad de dos hombres por ser el que mayor puntuación tiene en el videojuego Donkey Kong, como en las más antiguas de las historias de amor, dos hombres peleándose por el amor de una sola dama, demostrando ciegamente a ese aparatito de nosecuántos bits, que es el hombre ideal para ella, que se esforzará por ser quién más le pueda satisfacer y hacerla feliz, tan clásico y bonito que es imposible resistirse.

Ratatouille de Brad Bird (2007)

Ratatouille

Te quiero… cocina.

De nuevo los chicos de Pixar por aquí, y no es raro porque bien han sabido hablar siempre del amor, ya sea del convencional (Up, Wall·e), o cualquier otro, tan obsesivo como romántico. Ahora que la cocina se ha vuelto a poner de moda gracias a programas de televisión con Top Chef o Master Chef, a buen seguro que han salido hondonadas de nuevos cocineros que en su casa, como un servidor, llegan a poco más que a quemar la sartén. Pero no importa, porque en el amor no sirve saber, hay que querer, y eso es precisamente lo que quería el protagonista de la película, un cocinero inepto, pero entregado a aquello que ama, y que con la ayuda de una rata será capaz de demostrar que puede a llegar ser el mejor en aquello ama, y al fin y al cabo ¿no es lo que buscan todos los enamorados? Ratatouille es la historia de un hombre enamorado, que no parará hasta conseguir ser tan bueno como esa cocina a la que tanto ama.

La tumba de las luciérnagas de Isao Takahata (1988)

La tumba de las luciérnagas

Te quiero… hermano.

San Valentín es época de emocionarse, de gritar que bonito es el amor, pero el amor también puede ser muy triste. Y pocas historias de amor entre hermanos hay como La tumba de las luciérnagas tan veraz como hermosa. Un hermano se tiene que encargar de proteger a su hermana pequeña de los horrores de una guerra que los ha dejado solos y con la ausencia de sus padres. Hay mucho en La tumba de las luciérnagas que tomó La vida es bella, al fin y al cabo ese hermano mayor tiene que hacer de padre, intentar ocultar a su hermana pequeña que es lo que está pasando, el problema es que él es también un niño, y no hay quien se lo oculte a él mismo. Una desazón constante se apodera del espectador, es inevitable, porque ante esa tragedia, lo único que es fuerte es la fuerza del amor, un amor tan universal como el fraternal, como la más bella historia de amor.

Cadena perpetua de Frank Darabont (1994)

Cadena Perpetua

Te quiero… ¡VIDA!

Quería acabar este especial, y más después del bajonazo que haya podido ocasionar a nuestros lectores la incursión de La tumba de las luciérnagas, hablando sobre las ganas de vivir. El mayor de los amores que puede sentir el ser humano, el amor a la vida misma. Podría haberme decantado por muchas películas que a buen seguro que os incitan a vivir con fuerza (y esperamos que dejéis vuestras opciones en los comentarios) pero finalmente me decanté por Cadena perpetua, porque es una película maravillosa que habla sobre como no perder la esperanza, aún cuando te dejan en un mundo sin ella. Como aferrarte a la vida de forma perseverante acaba teniendo la mayor de las recompensas, como quien se aferra a la persona que ama y le da la propia vida. Tengamos o no a quién amar, todos, sin excepción, debemos amar a nuestra propia existencia (¡ay! qué bonito me ha quedado). Por eso, hoy en San Valentín, digamos te quiero a la persona que amamos, digamos te quiero a todo lo demás que amamos y digamos ¡te quiero vida!. (Y discúlpenme la cursilería constante de este último párrafo, y de todo el artículo, pero hoy es un día que se presta abiertamente a ser cursi sin pensar en las consecuencias).