Qué bello es vivir – Bondad y razón de ser | La Cabecita

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Hay un pensamiento errático muy extendido en el mundo, el de creer que la navidad nació con el nacimiento de Cristo. Sí, es cierto que el día de Navidad se festeja el nacimiento del hijo de Dios, y que son unas fiestas de un gran valor cristiano. Pero realmente la Navidad tal y como la conocemos nació diecinueve siglos después, en Inglaterra, junto a Charles Dickens. La Navidad no tendría el significado que tiene hoy sin las obras del autor inglés. Posiblemente, sin el nacimiento de Dickens, la Navidad habría desaparecido por completo, no en vano, muchos la rechazaban ya por completo y no la celebraban por su carácter cristiano. Pero con Un cuento de Navidad, consiguió reescribir las claves de la Navidad tal y como las conocemos hoy en día, despojándolas haciendo de ella una festividad más laica (sin perder jamás su carácter cristiano), y centrándola en la familia y la generosidad. Fue tal la importancia que tuvo Dickens sobre la Navidad, que cuando una niña pequeña se enteró de su muerte preguntó: «Si ha muerto Dickens, ¿quiere decir que también algún día morirá papá Noel?». Si hay alguien que comprendió a Dickens como nadie, ése fue Frank Capra. Entre las muchas cosas que tienen en común la obra de Dickens, a la que volveremos inevitablemente en varias ocasiones, y la película de Capra, está el hecho de que son dos obras tan universales, y que reflejan un sentimiento tan humano, que aunque mucho tiempo haya pasado por ellas, seguirán vigente durante varios siglos más. Y parece difícil pensar hoy, que más allá del consumismo establecido, que si en cualquier momento que el espíritu navideño amenaza con desaparecer, cualquiera de estas dos obras no pudiera asentarlo sobre su cimientos sin peligro de que se desvanezca.

Resulta curioso que en su momento Qué bello es vivir fuera todo un fracaso comercial. Antes de la guerra, Capra, harto del sistema de los estudios, ya había creado su productora independiente «Frank Capra Productions» bajo la que produjo Juan Nadie. Pero el estallido de la guerra hizo que la compañía se disolviera. Al volver de ella, creo Liberty Films, bajo la que produjo Qué bello es vivir. La película no llegó a ser un fracaso rotundo, pero fue incapaz de recuperar los más de dos millones que se habían invertido en ella, y tuvieron que venderla a Paramount, habiendo producido solamente esta película y El estado de la unión, la siguiente película que rodaría Capra bajo este sello. Durante la segunda guerra mundial, Capra había estado rodando documentales de guerra, y a su vuelta tenía la necesidad de hacer otra película de grandes sentimientos como las que había realizado anteriormente. Incluso se puede decir que Qué bello es vivir es una continuación lógica al final de Juan Nadie, y el ensalzamiento del ser humano que se producía en la escena final en lo alto del campanario en la víspera de año nuevo. El problema, es que después de la guerra la gente necesitaba un cine más real. Después de un periodo tan negro, posiblemente no había mejor momento para un cuento que hiciera ver la positividad de la vida como lo hacía Qué bello es vivir, pero todo lo que se sufrió durante aquel periodo, ahuyentaba a la gente de este tipo de cine. Poco importó esto realmente para la percepción de la obra, como decíamos al principio, Qué bello es vivir es una obra tan universal y tan imperecedera, que pese al fracaso que tuvo en su momento, acabó resplandeciendo por derecho propio y convirtiéndose en la película clave sobre la Navidad.

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Qué bello es vivir empieza con un diálogo entre estrellas, una estrella que parece ser Dios, se dirige a otra que parece ser San José y hablan con una tercera, un ángel llamado Clarence, que aún no ha recibido sus alas. La película desde el principio habla caro del personaje principal, George Bailey es un iluso, es un ingenuo. En ese momento empezamos a contemplar la narración de la vida de George Bailey, un muchacho de un pequeño pueblo llamado Bedford Falls. George Bailey es un soñador, un muchacho que sueña con irse a recorrer el mundo, con ver cosas nuevas, con ser un explorador. Justo el día de su partida a la universidad, su padre fallecerá y tendrá que quedarse a hacerse cargo de la empresa de préstamos que éste llevaba. Pero George nunca pierde la fe, manda a su hermano a la universidad y espera que cuando éste vuelva, sea su momento de marcharse. Pero su hermano llega casado y con un puesto de trabajo en la empresa de su suegro. Y George se calla y acepta. Incluso el día de su boda, cuando esté a punto de marcharse de luna de miel, verá que por culpa de una caída de la bolsa, toda la gente va preocupada a por su dinero a recuperarlo, y George no durará en dar todo el dinero que tenían destinado para la luna de miel, a la gente del pueblo. Si es cierto que existe en todo esto un mensaje conformista, muy acorde con el ‘new deal’ de Roosevelt y que también está en la línea de la tendencia conservadora de Capra. Bailey es una persona de naturaleza bondadosa, sí, pero renuncia a todos sus propósitos, sin revelarse ante lo que le llega, simplemente aceptando que las cosas son así, porque tienen que pasar de ese modo.

Pero curiosamente la película tiene un villano que es también una representación del capitalismo. Es cierto que Potter no es un tirano al uso, la prueba de esto, es que es un villano que no recibe castigo, y tan sólo el hecho que causa la llegada de Clarence se puede acusar de tiránico. En todo lo demás, no deja de ser un empresario que mira por sus intereses. Es él también el que da pie al desencadenante final. Bailey ha perdido 8.000 dólares de la empresa, algo por lo que le acusaran de fraude y será encerrado en la cárcel. Su única solución es un seguro de vida, un seguro de vida que no vale más que 500 dólares, pero en caso de que muera, le darían 15.000 dólares. En este momento, Potter le dice a Bailey «Vales más muerto que vivo», vemos entonces en seguida, como esta frase cambia por completo la idea que tiene Bailey sobre su vida, se ha dado cuenta de que la única solución posible, al igual que ocurriese con Juan Nadie, es el suicidio. Es aquí donde entra en juego ese ángel llamado Clarence que quiere sus alas, su misión es salvar a Bailey. De nuevo, en otra argucia de guión, una simple frase es la que cambia el devenir por completo de la película. Bailey le dice a Clarence: «Ojalá no hubiera nacido». En ese momento, la frase le hace ver a Clarence cuál es la forma de salvar a Bailey, mostrarle como hubiera sido su vida si no hubiera nacido.

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Esta última parte de la película, una parte que es prácticamente una película de terror, es la más brillante de toda la cinta, también la más triste y la más emocionante. El encuentro de Bailey en el bar con ese farmacéutico para el que trabajaba de pequeño, es el desencadenante de todo. Bailey se dio cuenta de que por error había puesto veneno en unas cápsulas, pero no estaba ahí para salvarle, ahora este pobre hombre, ha salido ya de la cárcel, pero es un paria en un pueblo que ahora está regentado por Potter y se llama Potterville. La imagen de su madre, una mujer desagradable por culpa de haber perdido a su hijo pequeño, pues no estaba su hermano, para salvarle, incapaz de reconocer a Bailey, su hijo, al abrir la puerta, porque simplemente no existe, es realmente sobrecogedora. El encuentro con Mary, su mujer, convertida en una solterona que huye despavorida de él, causa verdadero pánico. Incluso la ausencia de los pétalos de la pequeña Susie, hija de Bailey, en otro de los muchos cuidados detalles de un guión que deja todo perfectamente atado, acaba resultando agonizante. Salir de esa completa pesadilla es un estallido de vida. La imagen de Bailey corriendo por el centro de una Bedford Falls cubierta de nieve, filmada con un maravilloso travelling, irradia felicidad. Cabe destacar de esta fantástica escena, la presencia en un cine de Las campanas de Santa María, no sólo ya el hecho de las campanas va relacionado con la obtención de las alas del ángel, si no que Henry Travers, actor que da vida al ángel Clarence, también salía en la película de Leo McCarey, no hay ni un sólo detalle en Qué bello es vivir que quede expuesto al azar. Por supuesto, los problemas de Bailey siguen estando presentes. Pero es aquí cuando la película toma más su tono de cuento, cuando se acerca aún más a esa visión de la Navidad que tenía Dickens. Toda la bondad que durante su vida mostró Bailey, se vuelve hacia él, hablamos una vez más de la importancia de la familia y de la generosidad en las fechas navideñas. Todo para elaborar un mensaje bien claro. No existe el hombre fracasado, por mucho que sientas que no has triunfado en tu vida, lo has hecho a muchos niveles y sobre muchas personas, y quizá no te das cuenta de la importancia que tiene tu vida sobre aquellos que están a tu alrededor, pero todo ser humano es imprescindible para los demás.

La película, como apuntábamos, no tuvo ninguna gran repercusión en su momento, tanto es así, que tras la absorción de Liberty Films por parte de Paramount, la productora se olvidó por completo de renovar los derechos de autor, y estos quedaron libres en 1974, algo que propició a que todas las televisiones la emitan durante estas fechas, pues no tienen que pagar los para hacerlo. Pero poco le importó este fracaso económico a Capra, estaba muy seguro de lo que había hecho y siempre mantuvo que era su mejor película. Y no es de extrañar esta afirmación, porque no cabe duda de que estamos ante la película más personal del director italoamericano. En Qué bello es vivir están resumidos todos los temas del cine de Capra, desde la defensa del hombre bueno, al retrato social o la exaltación de los valores familiares y la generosidad tal y como habíamos comentado. Pero también hay incluso puntos que relacionan a la película con la vida personal del director. Cuando estaba en la universidad, su padre murió en un accidente laboral y su familia no tenía medios de pagar la matrícula de la universidad, en un acto de altruismo, fue la propia universidad la que pagó su matrícula. Este hecho, que seguramente marcó la vida de Frank Capra, lo vemos reflejado claramente en el acto final de la película. De hecho, el director nunca había tomado parte de los guiones que posteriormente dirigía, y fue tan solo en Qué bello es vivir cuando tomo parte activa en la escritura junto a Frances Goodrich y Albert Hackett. Porque en el momento que Capra vio esta historia que nadie sabía muy bien qué hacer con ella y cuyo libreto fue pasando de mano en mano, algunas tan prestigiosas como las de Dalton Trumbo, él supo que ahí estaba su película, y ahí se encontraba lo que él quería hacer, y tenía muy claro cuál era su visión sobre ella.

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El tiempo le ha dado la razón a Capra, por supuesto que es su mejor película, y no sólo eso. Qué bello es vivir es una de las mejores películas de la historia del cine. Dos horas llenas de amor y felicidad. Un guión extraordinario. Una dirección, que resulta fascinante. El ritmo que le imprime Capra a su película hace que te enganches a ella y no la puedas soltar, sin darte cuenta apenas, has recorrido toda la vida de George Bailey, estás viéndole llegar a ese puente de Bedford Falls, a punto de entrar en la más terrorífica de las pesadillas, y no sientes que hayan pasado ya noventa minutos, porque todo sucede con pasmosa agilidad. Rueda con cuidado, incluso con picardía, como en esa escena del baile, en la que hay una piscina que se abre y te tiene enganchado viendo que se van a caer y ellos siguen bailando sin percatarse de nada, y como todo se traduce en una gran sonrisa. La forma de la que habla del amor, esa llamada telefónica, como aguanta el plano, como vemos mirarse a ese actor tan maravilloso que era James Stewart y a Donna Reed, y vemos que ellos se dan cuenta de algo que nosotros ya sabíamos desde hace tiempo, que se aman, y que van a pasar toda la vida el uno junto al otro, porque no hay otra posibilidad. Y Frank Capra lo filma con talento, en un único plano, dejando todo al servicio de sus actores, cerrando con uno de los besos más bonitos y apasionados de la historia del cine. Y pasión, sí, pasión es lo que me produce esta película, porque no me puedo cansar de verla navidad tras navidad, y me sigo emocionando de la misma manera cada vez que la veo. Y lo mejor, lo más maravilloso, por encima de cualquiera de las múltiples bondades que tiene Qué bello es vivir, no es esa lectura de la Navidad tan Dickensiana que tiene, si no el hecho, tan simple, de que realmente, ni siquiera hace falta tener ese espíritu navideño, y creer que es una época de bondad y altruismo. No, lo mejor de Qué bello es vivir, es el hecho de que basta con creer en la vida, y creer que el cine es vida, para disfrutar de uno de los cuentos más hermosos jamás contados, de una de las mejores películas jamás filmadas.