Navidad es tiempo de películas dulces, tiernas, con mensajes de paz para los hombres de buena voluntad que habitan la tierra. Películas donde Santa Claus es venerado por grandes y pequeños porque, de una manera o de otra, acaba por convertir sus deseos en realidad, deseos que no se basan en juguetes o artículos de lujo, no, sino en inundar de amor los hogares desestructurados por la carencia del mismo. Ese es el espíritu navideño que tanto nos recuerdan desde la meca del cine, donde a pesar de los problemas de toda índole que puedan tener los protagonistas, la sola llegada de la Navidad consigue iluminar cualquier película y endulzarla hasta límites insospechados.
Afortunadamente no todo el cine que se hace en Hollywood tiene la ¿virtud? de almibarar nuestros corazones y hay cineastas muy alejados de esa percepción de la Navidad, pero hasta 1993 ninguno se había atrevido a hacer una película navideña de animación como Pesadilla antes de Navidad, un cuento gótico salido del imaginario de Tim Burton que ya en su momento supuso que la película no fuera aprobada para todos los públicos.
La historia de Pesadilla antes de Navidad es la de Jack Skeleton, rey de la ciudad de Halloween, que regresa triunfante después de haber asustado por doquier durante la noche del “truco o trato”. A su regreso le espera la ciudad entera para darle la bienvenida, seres monstruosos dedicados por completo al noble arte de asustar veneran con fervor a su amado rey. Pero el rey está triste, ¿qué tendrá el rey? Jack siente un vacío en su interior que no sabe explicar, tiene el mejor trabajo del mundo y se siente satisfecho con lo que hace pero algo le falta. Taciturno, recorre el bosque junto a su fiel perro fantasma cuando de repente descubre otras puertas en los árboles de un claro, similares a la que conduce a Halloween representada con una calabaza. Una de ellas llama poderosamente su atención, un abeto decorado con luces de colores al que no se puede resistir, pero la emoción se multiplica al descubrir lo que se oculta tras la puerta. ¿Qué es? ¿Qué es? Hay luces de color… canta Jack asombrado al ver la Navidad, ¿será esa calidez que brota en las personas a pesar de habitar en un país helado lo que le falta? Una idea se apodera de Jack, no sólo será el nuevo rey de la Navidad sino que la mejorará aportando su peculiar visión del único mundo que conoce…
De la mente de Tim Burton y dirigida magistralmente por Henry Selick surge Pesadilla antes de Navidad, un musical gótico y terrorífico que nada tiene que ver con las películas navideñas de animación a las que hasta entonces estábamos acostumbrados. La estilización que imprime el stop motion a las figuras de los personajes por encima de la animación tradicional y una estética oscura con un estilo claramente influido por las técnicas decorativas del expresionismo alemán, contribuyen a crear ese universo tenebroso tan característico de Burton en el que personajes deformes, niños tremendamente malvados, monstruos ludópatas y antropófagos rellenos de gusanos y regalos de navidad horripilantes pululan sin descanso durante los 75 minutos que dura una de las mejores películas de animación que se ha realizado nunca. Las canciones que el músico habitual de las películas de Burton, Danny Elfman, compuso para la película, son en sí mismas pequeñas obras de arte que asisten a un guión en el que no sobra ni falta una sola coma, que fluye con la ligereza de la que carecen los movimientos de sus personajes.
Es cierto que Pesadilla antes de Navidad no es una película infantil según la concepción que se tiene de éstas, pero sí es una película para todos los públicos. Habla de la soledad, de aceptarse a uno mismo con sus limitaciones sin querer aspirar a convertirse en alguien inalcanzable, y el de aceptar a los demás con esas limitaciones y carencias y saber ver en ellos cosas que con una simple mirada no se ven. Y todo ello dentro de un marco en el que la magia y la fantasía abundan por doquier porque, ¿qué es la Navidad sino magia y fantasía? Nadie dijo que no debiera ser como la imagina Tim Burton.