Festival de Sitges. Primer día | La Cabecita

Ya ha empezado el festival de Sitges y como no podía ser de otra manera, con lluvia. Se prevé lluvia para hoy también, por lo que la Zombie walk podría quedar pasada por agua, pero eso ya os lo contaremos mañana que nuestro señor Satán aún puede obrar algún milagro y evitar el agua divina. Volviendo a lo que nos interesa, las películas, ayer había tres grandes estrenos del festival. Por un lado teníamos Why don’t you play in hell? de Shion Sono, que veremos próximamente, y por otro la inauguración de parte de Grand Piano de Eugenio Mira y la presencia de The zero theorem de Terry Gilliam.

CONTRACTED (Eric England, 2013).

Empezamos el día con esta película proyectada en una sala Retiro prácticamente vacía. También era lógico, la primera película, no muy atractiva por cierto, del festival a las ocho y media de la mañana daba para pensárselo dos veces y guardar energias para otras proyeciones más tardías. Acertaron los que decidieron prescindir de ella. Contracted nos cuenta la historia de la joven Samantha (Najarra Townsend), una chica lesbiana que una noche de fiesta, tras haber bebido mucho, práctica sexo con un desconocido. A partir de aquí, empieza a experimentar cambios en su cuerpo: su temperatura corporal baja, sus ojos se inyectan en sangre, tiene dolores de cabeza cada vez más fuertes. Lentamente se está zombificando. 

Contracted se trata de una evidente metáfora de los riesgos de practicar sexo sin protección y es algo que si no te queda claro desde el principio, Neil Jordan se esfuerza en gritártelo mostrándote unos condones, un banco con un anuncio contra el SIDA o con los reproches de un médico de cabecera un tanto despreocupado con lo que le sucede a la pobre Sam. El principal problema de la película es que al principio adopta un estilo adolescente atractivo y pedagógico y termina convirtiéndose en una huída hacia delante tratando de encontrar la manera de terminar la película. Tras una primera mitad correcta, la segunda avanza a empujones, perdiendo todo lo bueno que ha construído al principio y culminándolo con un final bastante ridículo.

BYZANTIUM (Neil Jordan, 2012).

Tras Contracted, seguimos en la sala Retiro para ver la nueva película de Neil Jordan, un cuento acerca de la joven vampira Eleanor Webb (Saoirse Ronan), condenada a guardar su secreto eternamente bajo la protección de Clara (Gemma Arterton), otra vampira que la protege de unos misteriosos hombres que las persiguen. Por este motivo deciden refugiarse en un pueblecito costero. 

Byzantium es mucho más que una película de vampiros, es una historia sobre los secretos y la conciencia. Sobre las ganas de ser libre. Eleanor tiene muchas ganas de contar su secreto, pero está reprimida por Clara que evita de todas las maneras posibles que alguien pueda llegar a saber nunca quienes son. Por este motivo, Eleanor escribe un diario donde narra todo lo que le ha pasado en su vida, para luego arrancar la página y arrojarla a la calle o al mar.

Se trata de una película técnicamente muy bella, muy sólida y regular. De factura sencilla, Neil Jordan ha sabido encontrar el tono perfecto para crear una historia sensual y atractiva sin excesos de ningún tipo. Es difícil no salir enamorado de la joven Saoirse Ronan, la verdadera protagonista de la película y que culmina un papel con muchas garantías.

RIGOR MORTIS (Juno Mak, 2013).

Una de las decepciones del festival, una suerte de película de sustos y artes marciales llena de carencias, culminada por un final que tira por los suelos lo poco que ha cosechado a lo largo de la película. Rigor Mortis nos cuenta la historia de Yau, un actor famoso que ha perdido a su mujer e hijo y se muda a un bloque de pisos con el único objetivo de suicidarse. Pero mientras está colgado, un vecino viene a salvarlo de la muerte y posterior posesión de unos espíritus. Sí, como no podía ser de otra manera en ese apartamento hubo un crimen anterior, una mujer se suicidó y su espíritu ha quedado vagando por ahí. 

Rigor Mortis es una película de casas encantadas, fantasmas y mitos japoneses, artes marciales y magia negra que forman un todo bastante irregular. Pretende ser innovadora en algunos momentos, pero acaba teniendo un resultado fallido que decepciona bastante. El Auditori medio vacío se quedó frío e incluso se escuchó algún silbido al final.

GRAND PIANO (Eugenio Mira, 2013).

La puesta de largo llegó con esta película, que sirvió a Àngel Sala para presentar el festival. Con un discurso reivindicativo, Sala aprovechó para recalcar el nivel del cine español y su vocación internacional poniendo como ejemplo el nuevo film de Eugenio Mira. También fue el momento para hacer entrega de los Méliès de oro al mejor cortometraje para Voice over y al mejor largo para In the name of the son.

Antes de Grand piano se proyectó el cortometraje Sequence de Carles Torrents, director de Emergo, un divertido cortometraje sobre un chico que se despierta un día para descubrir que todo el mundo, literalmente, ha soñado con él haciendo cosas terribles y ahora no pueden mirarle a la cara y hasta huyen de él. 

Fue un buen telonero para lo que vino luego, la acertada nueva película de Eugenio Mira, Grand Piano, la historia de un pianista que el día de su concierto de regreso se encuentra una nota en la partitura amenazándole con matarle si toca una sola nota mal. Empieza un juego de tira y afloja entre el joven pianista, interpretado por Elijah Wood, y su amenaza, John Cusack. Una amenaza escondida que nos recuerda a la de Última llamada, la película de Joel Schumacher con Colin Farrell. Un buen thriller, digno para inaugurar un festival de la categoría de Sitges, que te deja pegado a la silla y que en ningún momento te da un respiro. Economizando recursos, Mira ha conseguido una obra con una factura final impecable, con un dúo protagonista muy sólido, formando un tándem muy atractivo. Una muestra más que el cine español puede ser internacional y de calidad, a pesar de lo que puedan decir algunos ministros.

Eso sí, es importante hacer caso a lo que dijo Rodrigo Cortés, que deseaba que no hubiera muchos «verosimilistas» en la sala y recordó lo que decía Hitchcock: yo no ruedo trozos de vida, sino que hago trozos de pastel. Y estamos de acuerdo con él, Grand piano no debe ser verosímil con la realidad de la vida, sino dentro de su universo y podemos decir que lo consigue, es una historia bastante creíble.