Rush – Corriendo sin rumbo | La Cabecita

Parece que Ron Howard le ha encontrado el gusto a las rivalidades históricas, en Rush, se vuelve a juntar con Peter Morgan, el guionista de Frost/Nixon, para contarnos la rivalidad que durante los años 70 tuvieron los pilotos James Hunt y Niki Lauda. La historia sin duda era atractiva, y no es de extrañar que Hollywood estuviera deseando echarle las zarpas encimas. Hunt y Lauda eran dos pilotos, y dos personas, muy distintas. Hunt era un vividor, un hombre más preocupado por la fiesta, el sexo y el alcohol que por la disciplina, conducía de forma agresiva, sin preocuparse por mirar más allá de la siguiente curva. Lauda, por su parte, era una hombre entregado a un deporte que era una auténtica pasión para él, entregado a la disciplina, fuera y dentro de la pista, su amor por la velocidad no impedía que lo primero para él fuera la seguridad de que seguiría con vida. La rivalidad de ambos se agravó en la temporada de 1976, cuando tras un accidente de Niki Lauda, que le quemó gran parte de su rostro, trató de recuperarse rápidamente, para ser capaz de disputarle el campeonato del mundo a Hunt.

Rush cuenta con dos partes bien diferenciadas en su tramo, y el problema está en que justo donde mejor funcionaba Frost/Nixon, ésta falla estrepitosamente. El guión de Morgan trata de jugar con la psicología de los personajes de la misma manera que hiciera en aquella, el problema es que la rivalidad de ambos funciona desde lo visceral y cuando se trata de profundizar en ellos, parecen simples marionetas. Paralelamente, la película no trata de acercarse a ninguno de los personajes, si no de trazar un retrato de ellos que resulta exagerado y aburrido. Durante su primera mitad, las diferencias entre ambos tienden siempre hacia lo superlativo, el guión se vuelve redundante y se rellena de frases y referencias estúpidas. Aparecen personajes, como la mujer de Hunt, que aunque tiene un pequeño punto de importancia a mitad de la trama, realmente nunca sabes muy bien porque desechan tanto tiempo siendo éste totalmente prescindible. La película por momentos se pierde, y por momentos existe la sensación que no se sabe hacia dónde quiere dirigirse. Una presentación bastante estúpida, lenta y tediosa que deja una sensación amarga de una oportunidad realmente desaprovechada.

Pero entonces, como si fuera una carrera, los personajes se callan, se montan en el coche, y consigue remontar hacia la primera línea. Y es que tras todo este trazado innecesario y alargado. Cuando comienza la temporada de 1976, epicentro de la historia, la película parece otra bien distinta. La rivalidad entre los dos pilotos se siente más real cuando comienzan las carreras, que cuando están hablando sobre si uno será capaz de cumplir en la cama después de haberlo hecho el otro. El montaje de las primeras carreras es rápido y excitante, los métodos de ambos quedan palpables en ambas acciones. Hunt es agresivo, jamás duda, Lauda, por su parte, es capaz de usar cualquier artimaña (siempre dentro de su disciplina), para no dejarse ganar. La derrota, simplemente no es una opción para él. Lo mejor de toda esta parte de Rush, es lo bien que sabe Ron Howard imprimir la emoción de las carreras, cada pequeño detalle te deja pegado a tu butaca, ayudado, por un sonido realmente brutal y el acompañamiento de una excelente banda sonora de Hans Zimmer, que se usa con acierto, que ahoga sus notas en el rugir de las ruedas. Posiblemente el tramo final de la película sea el más excitante de todas las películas con tufillo academicista que no están por llegar este año.

Y la euforia se desata con su final, una carrera bajo la lluvia, fotografiada de una manera realmente bella. Llevada al límite con un enorme montaje, y es que no cabe duda que Rush está cuidada al detalle en el apartado técnico, además de que Ron Howard muestra más destreza tras las cámara de al que normalmente nos tiene acostumbrados, más allá de una tendencia exagerada e innecesaria a mostrar lo explicito y lo incomodo. Y es fácil salir del cine excitado con su final de infarto. Pero el problema está que cuando empiezas a recordar te das cuenta del completo desastre que la película es durante toda su primera mitad. Rush podría haberse llevado con mayor elegancia, no era necesario enfatizar tanto, lo sutil habría valido, el comportamiento de los pilotos sobre la pista habla solo y define más su personalidad que cualquiera de las muchas frases vacías que se sueltan. Pero la película tiene la necesidad de subrayar cada uno de sus tramos, como todas las terrible todas las alegorías a la muerte que se hacen en el previo a la carrera del accidente. Más cuando el espectador ya está avisado de que algo terrible va a pasar en ese momento desde su prólogo. Pero su tendencia es siempre la de ir a más y más y eso lo tira por el garete.

Con una presentación mucho más concreta, más seca y menos festiva, prescindiendo de personajes tan poco relevantes como el interpretado por Olivia Wilde, nos hubiéramos encontrado con una de las películas de la temporada. Con un Hermsworth que parece metido en el pellejo de Robert Redford y un Daniel Brühl, que escondido tras las prótesis de sus dientes, es capaz de revolver el estómago durante toda su recuperación. Una pena que Rush cuente con una salida tan mala, porque su remontada durante la carrera, no es más que suficiente, y el buen sabor de boca del final, se va rápidamente, cuando observas como se pasó de frenada durante la primera curva.

Título Original: Rush Director: Ron Howard Guión: Peter Morgan Música: Hans Zimmer Fotografía: Anthony Dod Mantle Intérpretes: Chris Hemsworth, Daniel Brühl, Olivia Wilde, Natalie Dormer, Lee Asquith-Coe, Alexandra Maria Lara, Joséphine de La Baume, Jamie Sives, Jay Simpson, Pierfrancesco Favino Distribuidora: eOne Spain Fecha de Estreno: 20/09/2013