Una canción para Marion – Canto al amor eterno | La Cabecita

Aún tratándose de una película simpática y perfectamente estructurada, aportando buenas dosis de humor británico y dramatismo, El exótico Hotel Marigold y su exagerado éxito posterior (todavía me resultan incomprensibles esas nominaciones en los Globos de Oro 2012) han hecho que algunos espectadores se muestren poco receptivos para con estas películas que merodean por la vejez, esa etapa de la vida que a veces resulta más complicada de afrontar que la propia adolescencia. Antes de enfrentarse al visionado de esta obra de Paul Andrew Williams es posible que muchos consideren que Una canción para Marion es otra película más del imserso aderezada con unos cuantos chistes british, pero no es así. Su primera parte tiene más del Amour de Michael Haneke que de cualquier película convencional protagonizada por ancianos, y aunque sobre todo en su parte final sí trata temas trillados (la soledad, la frialdad que emana de muchas relaciones familiares…) lo cierto es que esta dramedia funciona a la perfección, emocionando hasta la lágrima y convenciendo con poco.

Song for Marion llega a nuestro país con un año de retraso pero con numerosos premios en su haber (además de críticas bastante positivas). La película de PAW fue nominada a tres premios en los anteriores British Independent Film Awards (Mejor actor, Mejor guión y Mejor actriz de reparto), se pudo ver en la Sección Oficial de la Seminci de Valladolid y aspiró al Premio del Público en el Festival de Toronto. Con estos datos y un reparto de lujo, capitaneado por el gran Terence Stamp (conocido por sus papeles en El coleccionista, El halcón inglés o por encarnar al general Zod en Superman) poco le faltaba a esta cinta para llamar la atención de ciertos cinéfilos. Paul Andrew Williams, en cuya filmografía podemos encontrar títulos de temáticas tan dispares como The Cottage o London To Brighton, maneja a la perfección esta historia sobre la fragilidad, el amor y la búsqueda de la felicidad, apoyándose eso sí, en el talento de Stamp, que se sale desde su primera aparición en pantalla, y en una fotografía exquisita.

Una canción para Marion se centra en la vida de Arthur y su mujer Marion, quien padece una enfermedad terminal pero que no le impide hacer lo que de verdad le gusta: cantar en el coro de su barrio con sus amigos. El problema es que Arthur no está de acuerdo con que su mujer acuda a estas sesiones de canto y le parece que el coro, dirigido por Elizabeth, una chica solitaria que sólo encuentra amigos y consuelo en los ancianos, es una pérdida de tiempo. Pero la salud de Marion se deteriora y Arthur tiene que hacer frente a situaciones complicadas que le llevarán a autodescubrirse y a intentar cambiar algunas de sus actitudes anteriores. Y para colmo el anciano mantiene una relación pésima con su hijo…

Como mencionaba al principio, la primera mitad de la película, centrada en la historia de amor de los protagonistas es lo mejor de la misma, a lo Haneke pero con un estilo mucho más comercial que el de Amour y utilizando recursos más facilones (es cierto que a veces juega con la lágrima fácil pero no es algo que llegue a resultar realmente molesto), la cinta hace un pequeño repaso por la vida de dos ancianos que se unen para luchar por última vez. Aunque el amor entre Arthur y Marion está presente en cada una de las secuencias es en esta parte donde nos encontramos con los encuadres más bellos, cuando la historia adquiere cierta profundidad a la hora de retratar la manera en que toda la familia hace frente a la terrible enfermedad, y cuando cada palabra que intercambian los enamorados se siente con total sinceridad y realismo. El carácter del personaje de Stamp, aunque típico, viene perfecto a la historia, y la fuerza interpretativa del veterano actor hace el resto. Una canción para Marion jamás habla de la ausencia o la pérdida del amor, al contrario, además de un canto enorme a la unidad familiar ante circunstancias complicadas, la película hace un alegato precioso al amor imperecedero, a ese que se instala con tal fuerza en uno mismo que sólo desaparece si dejamos de creer en él. La película vierte otras preguntas más relacionadas con la soledad, la superación y la confianza, ya no sólo en uno mismo, si no en el resto. Estas cuestiones se tratan de una manera casi poética, y adquieren más belleza si cabe gracias al fotógrafo Carlos Catalán. Admiro mucho que Song for Marion consiga llegarte al alma remarcando los momentos de mayor intensidad emocional (las confesiones en la cama de los dos ancianos, el abrazo entre Marion y su hijo tras conocer la noticia de su enfermedad…) con silencios. Silencios que se ven rotos por los instantes en los que el coro aparece en escena y que aportan simpatía a la cinta, algo que lejos de desentonar se agradece muchísimo.

La parte final del largometraje es mucho más previsible. La mayor parte de la misma se centra en la relación entre Arthur y su hijo, interpretado por un más que notable Christopher Eccleston, y aunque tiene ciertos momentos interesantes desde el punto de vista moral el hecho de que te esperes todo lo que pasa hace que el interés por la historia disminuya considerablemente. Aún así el personaje de Terence Stamp es demasiado bueno como para desconectar de la película, por eso las locuras que hace para encontrarse a sí mismo y no olvidar su amor por Marion resultan tan acertadas y agradables para el espectador. Las partes de canto son mejores que muchas temporadas de Glee juntas, desde ese Let’s talk about sex hasta el Goodnight, my angel final. Y sin tener una gran voz, ver a Stamp entonando la melodía de esta última es una verdadera delicia.

Se trata de un filme que sabe cómo representar la entrega que se presupone que acompaña siempre a cualquier relación de amor, y aunque a veces cae en el sentimentalismo más simplón consigue encandilar con facilidad.

Lo mejor: La historia de amor entre Arthur y Marion y la parte inicial
Lo peor: A veces juega con la lágrima fácil.

3_estrellas

Ficha Técnica:

Título Original: Song for Marion Director: Paul Andrew Williams Guión: Paul Andrew Williams Música: Laura Rossi Fotografía: Carlos Catalán Interpretes: Vanessa Redgrave, Terence Stamp, Gemma Arterton, Christopher Eccleston Distribuidora: Vértigo Fecha de Estreno: 26/07/2013